Opinión

De todos los fuegos, el fuego argentino


Por Carlos Duclos

El título, que es la paráfrasis de la célebre obra de Julio Cortázar, se acomoda a la triste realidad argentina. Una Argentina que por estos días arde literalmente en los campos, en los humedales; pero esas llamas son acaso el reflejo de otro incendio: el social, el sanitario, el económico y político.

Los dirigentes políticos y no políticos, de todos los colores, parecen no estar alcanzados por estas llamas de las que se habla y muchos de sus seguidores tampoco, habida cuenta de que se defiende a menudo lo que la sensatez y el sentido común no aceptan. “Se piensa con la camiseta que tiene puesta el corazón y no con la razón”, dijo hace unos días un amigo y razón no le falta.

Hace pocas horas atrás, en medio de una situación pandémica extraordinaria que se lleva vidas, en el mismo ojo de un huracán económico, un ex presidente (Duhalde) tiró más leña al fuego, diciendo en el programa de televisión conducido por Luis Novaresio que el año próximo no habrá elecciones y advirtió sobre un golpe de Estado. Sacudió don Eduardo, con tal olor a opereta política, a toda la sociedad argentina. Pocas horas después, en el programa de Mauro Viale, sostuvo que allá por mediados de julio le había adelantado esto a la ex vicepresidenta (¡!) y que ella le sugirió que lo charlara con el ministro de Defensa, Agustín Rossi. Cuesta explicar que no se lo haya comunicado primero al presidente Alberto Fernández, y cuesta más entender que haya dicho en el programa de Viale que tuvo un brote psicótico, que se había desenganchado de la realidad. Más olor, insisto, a grotesca operación política que otra cosa. Lo de que Eduardo está “gagá” no se lo cree nadie. Sí podría creerse lo del desenganche de la realidad, porque es sabido que en Argentina el vivir en el termo, en el microclima del escritorio y la abundancia de otro mundo es una costumbre de muchos políticos.

Hace pocas horas también, a partir de la noticia que dio cuenta de que estaba en estudio por parte del gobierno un aumento en el impuesto a las ganancias del 6 por ciento, estallaron las redes sociales. La explosión (o la llamada de alguien pensante del mismo poder político que sabe que estos proyectos en estos momentos son verdaderas bombas) determinó que la AFIP y Economía salieran a decir que no habría tal aumento, pero que «la reforma bajo análisis busca ampliar la base imponible de los impuestos progresivos y apuntará a que paguen más los que más tienen». Es decir, se buscará que haya más contribuyentes que pongan y que paguen más los que más tienen. Habrá que ver quiénes son aquellos quienes, según el gobierno, tienen más. Hasta ahora, históricamente, a los que recurrentemente se las puesto las manos en el bolsillo son a los trabajadores, los comerciantes, las Pymes, los profesionales y hasta muchos jubilados. Sí, muchos jubilados a quienes se les descuenta el impuesto a las ganancias. Es decir, la clase media en el horno histórico, la que se la bancó todo; esa clase media a la que sale siempre la perinola del lado de “ponga usted”; esa que cada día está pasando a ser pobre.

La situación económica es crítica, comenzó con la desafortunada gestión de Mauricio Macri (de la mano del arriero Marcos Peña), se profundizó con la pandemia, pero no se advierte un plan claro por el momento, ni acciones tendientes a lograr el declamado auge económico. Si por acciones meritorias se entiende la multiplicación de planes, o el pago de ATP a empresas (que no siempre llegan en tiempo y forma), entonces el camino es oscuro y la pobreza aparece robustecida. El país necesita inversiones genuinas que ayuden al despegue productivo y generen fuentes de trabajo, pero difícilmente los capitales vengan a Argentina en medio de divisiones, peleas, incoherencias, ausencia de seguridad jurídica y mensajes que erizan la piel de los empresarios.

La realidad muestra sueldos por el piso, jubilados en la lona y con mejoras insuficientes, empresas y comercios que no pueden hacer frente a los gastos fijos, muchos que han bajado definitivamente las persianas (con lo que se han perdidos fuentes de trabajo).

No puede soslayarse en todo esto, la ausencia de paritarias en la provincia de Santa Fe, rehusadas por un gobierno “peronista” y la angustia de miles de trabajadores y sus familias. Mientras tanto, se sigue adelante con proyectos que no son urgentes (como una Reforma Judicial que amenaza con fracasar en Diputados), se hacen anuncios para después dar marcha atrás, hay desinteligencias tanto en la oposición como en las propias filas del oficialismo, mientras la sociedad aguarda que alguien haga navegar a esta nave al garete y quienes tienen ideas y capital para ponerlas en acción miran para otro lado. Histórico.

Sí, hay una herencia abrumadora, hay una pandemia nefasta, pero lo que no se ve en las filas políticas de caras eternas y repetidas, de los partidos dominantes, es un gesto de grandeza y unidad para apagar este fuego argentino. Pareciera que estos mal llamados líderes y buena parte de sus seguidores, están empeñados y compenetrados en una pelea ideológica barata y grosera, de misteriosos intereses, que lleva a toda la sociedad al abismo, a ser consumida por este fuego argentino con ¡desbordante humo!