Por Carlos Duclos
¿Se podía aguardar otra cosa? No. La Argentina está en crisis. Sí, es una verdad de Perogrullo, por supuesto. Y el gobierno de Mauricio Macri, de la mano de dos puntales políticos importantes en su staff, como han sido Marcos Peña y Durán Barba, sin duda ha profundizado esta crisis. Y también ésta es una realidad proverbial para quien pueda y quiera ver las cosas sin pasiones absurdas. Por eso el resultado de este domingo y este escrito no son nada más, ni nada menos, que la crónica de una muerte anunciada. Parafraseando a la publicidad del riojano Carlos Menem, no puede decirse otra cosa que: ¡Macri lo hizo! Con sus políticas equivocadas y de la mano de dos espadachines con el sable desafilado para las políticas de Estado, el presidente que se va fue el autor de esta melodía que suena formidablemente bien en los oídos de Alberto y de Cristina, especialmente en los de esta última, pues su delfín Kicilloff arrasó en provincia de Buenos Aires (mensaje para todos, incluido AF) Con todo, la sociedad argentina fue magnánima con Macri, habida cuenta de los resultados que se observan.
Pero responsabilizar solamente a este gobierno y a otros anteriores de diversos signos que han fracasado y han sumido a la Patria en una desgracia, es minimizar la cuestión, es supeditar el análisis a una parte de la realidad. Porque no se puede caer en el engaño: la Argentina está en crisis desde hace mucho tiempo y, ciertamente, no se trata de responsabilizar a la clase política solamente.
El señor dólar
Y como para muestra basta un botón, debe decirse que el aumento del dólar fabricó nuevas listas de precios aumentados. Algunos productos específicos se vendían solamente si el cliente pagaba a un valor dólar superior a los 70 pesos o aún más. En algunos casos por tratarse de insumos importados, en otros por la angurria nomás. Pero también se vio a mucha gente común corriendo a comprar dólares en los bancos no precisamente para guardarlos (lo que sería lícito para la defensa de sus intereses), sino para venderlos en el mercado negro.
Este es un país en donde el aumento del dólar, manejado por una patria financiera inescrupulosa y nefasta, es una excusa fenomenal para que algunos empresarios (no todos), aun cuando sus insumos no sean importados, aumenten sus mercaderías con el objeto de abultar sus bolsillos. Los mismos empresarios que se asocian a la patria financiera, pero jamás invierten en bienes de capital de última generación, tecnología de punta, recursos humanos, etcétera, pero que son los primeros en quejarse cuando no pueden competir con lo que llega de afuera. Los mismos que cuando les va bien en la pirinola de sus negocios siempre la hacen caer en el “toma todo” para ellos, olvidándose de los trabajadores. Los mismos de la patria contratista que han coqueteado con el poder y que cuando son poder siguen tirando la pirinola cargada para que caiga en el “toma todo” que los beneficia, sin importar el destino social, el destino del hombre. En algunos países, como Chile, la gente se cansa de tales empresarios, a la sazón gobierno, y protesta, en otros la gente los tolera y hasta los aplaude.
Siempre lo mismo
Pero también esto es limitar el análisis, porque la crisis argentina es tal desde hace tiempo y se sucede en muchos gobiernos. Y quienes gobiernan, estimado lectora, lector, no salen de la nada, salen de la voluntad popular. Y está claro que buena parte de la voluntad popular argentina desde hace décadas pivotea sobre lo mismo, sino las mismas caras (que hace años no cambian significativamente) al menos los mismos modelos que se alternan en el poder como si la consigna eterna fuera “ahora te toca a vos”. Siempre las mismas recetas, siempre las mismas promesas, las mismas mentiras y los mismos resultados.
Por otra parte, una buena parte de la masa parece gozar con el rencor, la división, el enfrentamiento. Es patológico. Las peleas en el último debate entre Macri y Fernández, que concluyó con un no saludo patético, no es otra cosa que el reflejo de tantos enfrentamientos verbales que los desapasionados argentinos advierten en personas de uno y otro signo, quienes suponen que con la negación de las flaquezas de sus amores políticos pueden dejar una sociedad mejor a sus hijos, a sus nietos, a su descendencia.
Muerte política: ¿y ahora qué?
Años, décadas, de una pobreza estructural ignominiosa que no baja del 20 o 25 por ciento; que se acrecentó con este gobierno, en un país envidiado por el mundo en razón de sus recursos naturales ¡Increíble!
Macri y Cambiemos sufrieron una muerte política clara; y entonces… ¿ahora qué? Ahora un Fernández que debe ejecutar algo nuevo si quiere terminar con la histórica frustración y desgracia nacional, que debe romper con la grieta y con la idea de que el problema argentino es solo económico o político. El problema argentino es de orden moral y cultural y cambiar ello será (o debería ser) la titánica tarea del nuevo presidente.