Más de 60 profesionales, en su mayoría argentinos, buscan desarrollar la técnica para poder aplicarla en el país
Más de 60 profesionales formaron un grupo denominado CPC-19 (Convalescent Plasma COVID-19) en el que trabajan ad honorem en la elaboración un posible nuevo tratamiento. El grupo está compuesto principalmente por argentinos, algunos de los cuales residen en Estados Unidos, y coordinado por Laura Bover -investigadora del M.D. Anderson Cancer Center de Houston (Texas, Estados Unidos). Su objetivo es crear protocolos de emergencia para utilizar plasma de pacientes recuperados de la enfermedad en el tratamiento de casos severos de covid-19 que no respondan a otros ya aprobados por el Ministerio de Salud argentino.
Bioquímicos, hemoterapeutas, infectólogos, virólogos, epidemiólogos, inmunólogos, y también abogados asesorando el armado de los protocolos desde el punto de vista legal son algunos de los expertos que componen CPC-19. La estrategia terapéutica en cuestión tiene antecedentes en Argentina y el resto del mundo frente a otras pandemias. Además, se está usando actualmente en China, Estados Unidos e Italia para combatir este coronavirus.
El grupo creó una página web, que ya está disponible, de la que se puede descargar el protocolo de donación de plasma de convaleciente (como se conoce el de los pacientes recuperados) como también el de la transfusión de plasma para uso cínico de excepción en pacientes severos. Los protocolos y el consentimiento que debe firmar el paciente que recibirá el tratamiento se enviaron ya a la Dirección de Sangre y Hemoderivados (DSH).
«Desde allí, esperamos que se impartan las normativas que permitan su aplicación en los diferentes centros de salud que accedan a ellos», explicó Bover a conicet.com.ar. Con eso podrán organizar la logística en las instituciones, adecuar los protocolos y someterlos a los comités de ética, para conseguir las aprobaciones pertinentes. «Para ese trabajo tomamos como punto de partida los protocolos que generosamente hizo públicos el Dr. Arturo Casadevall, médico e investigador de la Johns Hopkins University (Baltimore, Estados Unidos)», señaló Bover, quien formó parte del Conicet entre 1979 y 2002.
El protocolo de donación establece que se haga a través de plasmaféresis, una tecnología con la cual se puede extraer sangre y aislar el plasma (parte soluble de la sangre) de las células, para devolver estas últimas al donante. Con este sistema, el paciente convaleciente no ve disminuida la cantidad de glóbulos blancos y glóbulos rojos presentes en su organismo.
«Alrededor de una semana, o un poco más, después de haberse infectado con el SARS-CoV-2, el sistema inmunológico de una persona empieza a desarrollar anticuerpos que tienen la función, entre otras, de bloquear el ingreso del virus a las células y, finalmente, eliminarlo. Una vez recuperada de la infección, pese a ya no tener más el patógeno en su organismo, esa persona puede continuar teniendo en la sangre los anticuerpos específicos para neutralizarlo. Ese plasma puede ser usado para hacer transfusiones a pacientes que se encuentran en estado crítico y que no responden a otros tratamientos», detalló Gabriel Rabinovich, investigador del Conicet en el Instituto de Biología y Medicina Experimental (IBYME, CONICET), especialista en inmunología e integrante del grupo conductor de CPC-19.
Para asegurarse de que una persona que tuvo covid-19 está recuperada, se establece en el protocolo de donación, que tiene que tener dos resultados negativos consecutivos en el testeo de la enfermedad bajo la técnica que se usa en el Malbrán y laboratorios descentralizados. Después, para determinar si el plasma puede servir para un tratamiento terapéutico, hay que controlar que tenga anticuerpos específicos contra el SARS-CoV-2 (que provoca el covid-19). Esto se puede conocer con los kits de diagnóstico rápido. Gabriel Rabinovich trabaja junto a Jorge Geffner, Investigador del CONICET en el Instituto de Investigaciones Biomédicas en Retrovirus y Sida (INBIRS, CONICET-UBA), intentando identificar cuáles son los mejores tests disponibles en el mundo para determinar esos valores.
Si se detectan los anticuerpos específicos, hay que asegurarse que superen una determinada cantidad. Si el nivel de anticuerpos es bajo, probablemente no sea efectivo. Andrea Gamarnik, investigadora del CONICET en el Instituto de Investigaciones Bioquímicas de Buenos Aires (IIBBA, CONICET- Fundación Instituto Leloir) y también parte de CPC-19, se encarga junto a su equipo de conseguir un test que permita cuantificar la cantidad de anticuerpos en el plasma.
Luego, se hace una prueba de neutralización que permite evaluar si esos anticuerpos sirven efectivamente para bloquear al virus. «Hay casos en los que un plasma de convaleciente puede tener un alto título de anticuerpos específicos contra una infección, pero que sin embargo, estos no sean neutralizantes, por eso sería importante, si fuese posible, hacer testeos antes de aplicarlo en paciente críticos a modo terapéutico», señala Rabinovich.
«En este momento, una parte del grupo trabaja en la puesta a punto de los testeos de pseudo-neutralización, dado que son muy pocos en Argentina los laboratorios que cuentan con los requerimientos de bioseguridad suficientes para utilizar virus vivos», explica Bover. La investigadora planea poder hacer un seguimiento de los centros que apliquen los protocolos, para poder optimizarlos e ir aprendiendo de cara al futuro.
«Creemos que mientras no existan drogas efectivas para combatir el covid-19 ni una vacuna para prevenirlo, la transfusión de plasma convaleciente, con alto título de anticuerpos neutralizantes, a pacientes en estado crítico que no responden a otros tratamientos puede ser una alternativa terapéutica valida», concluyó Rabinovich.
Con información de Conicet