«El carnaval es pasión y brillo. También es concientización para que muchas más almas tengan su segunda oportunidad de vivir», publicó en Facebook la entrerriana Fátima Heinze. Su «segunda vida» empezó cinco años atrás, cuando recibió un riesgoso trasplante de pulmones. Hoy lo celebra poniéndose las plumas en Gualeguaychú.
Todo empezó cuando Fátima tenía ocho años. Entonces le hicieron un test del sudor, la derivaron a un hospital de niños y dieron en la tecla: tenía fibrosis quística, una enfermedad hereditaria que afecta a las personas desde su nacimiento y que no tiene hasta el momento una cura o un tratamiento específico.
En 2010, la joven, que vive en Paraná, creó la fundación Alguien como yo, para acompañar a las persona con su misma patología, además de capacitar a profesionales y difundir información sobre la enfermedad a través de eventos. ¿Cuántos hay como ella? Un registro nacional indica que son 1.900 los argentinos con fibrosis quística, «pero seguramente faltan muchos más registrar», dice Fátima. En Entre Ríos, la ONG nuclea a 42 pacientes.
Un día, el cuerpo de Fátima dijo «basta». La enfermedad había avanzado muchísimo; ya no quedaban alternativas y la tuvieron que operar. “Fátima recibió un trasplante bipulmonar. Llegó a esa instancia en una situación muy crítica. Estuvo conectada a un pulmón artificial (ECMO) durante varios días hasta que llegó su trasplante. Su estado fue muy crítico y requirió tres reoperaciones luego del trasplante», precisa Alejandro Bertolotti, Jefe del Departamento de Trasplantes del Hospital Universitario Fundación Favaloro.
«La fibrosis quística es una de las principales indicaciones de trasplante pulmonar en el mundo, y en el país se realizan unos diez trasplantes al año por este motivo”, continúa el médico, hacia quien su paciente solo tiene palabras de agradecimiento: «Me acompañó y lo sigue haciendo».
Escuchar cómo habla Fátima de aquellos días pone, en forma instantánea, la piel de gallina. Dice que la situación fue grave porque estaba muy deteriorada. Su capacidad pulmonar era del 17 %. Y el último recurso que quedaba para esperar el trasplante era conectarse a un pulmón artificial. Tuvo un episodio por el que no podía respirar más, ni con cánula, ni con mascarilla. Al día siguiente le hicieron una traqueotomía.
«Era de vida o muerte. Estuve dos meses en lista de espera y estuve en emergencia nacional. Los pulmones llegaron en el momento preciso», recuerda Fátima.
La operación duró unas once horas. Estuvo tres días dormida. Tuvo una hemorragia, así que volvió a ingresar al quirófano. «Cuando desperté, mis papás y mi hermano me decían: ‘ya estás trasplantada’. Me miré, estaba toda cocida y lo único que podía gritarme para adentro era que lo habíamos logrado», comenta.
«Nunca le tuve miedo a morirme, sino a padecer. A quedarme en una cama durante meses y que no llegue el órgano. Pero yo tenía toda la fe de que iba a llegar», analiza Fátima.
Bertolotti rememora que Fátima se fue de alta cuatro semanas después del implante. «A los cuatro meses su mejoría era notable y a los seis meses su función respiratoria y la Rx (radiografía) de tórax eran normales. Algo que nunca había tenido en su vida por nacer con la enfermedad», comentó el médico.
En su momento, por su situación desesperante, Fátima se hizo conocida. Por eso, a la familia de la mujer que con sus pulmones le dio vida —una santafesina de 32 años que sufrió un aneurisma— no le costó buscarla y encontrarla. «Tenemos una relación muy linda, son parte de mi familia, para mí fue una segunda bendición», comentó Fátima.
Cuando comenzó a recuperarse, Fátima organizó una maratón. Corrió con el equipo de médicos que la operó y llegó a la meta antes que ellos. El evento deportivo, llamado Soplo de vida, se repetirá el 25 de mayo en Paraná.
Con 33 años, Fátima baila en los carnavales de Gualeguaychú como miembro de la comparsa Marumbá. Se pasea por el corsódromo con una bandera que dice Doná órganos, doná vida. «Voy no solo bailando y mostrando todo el brillo, el color y la pasión, que es impresionante, sino que también mostrando el antes y el después de una persona que recibe el milagro», dice.
Cuando se saca los brillos, Fátima estudia periodismo en Eter. Y si le queda un minuto libre, difunde en redes sociales mensajes llenos de optimismo. Como el que puso fijo en su cuenta de Twitter: «Hay dos formas de vivir la vida: una es creer que no existen los milagros, la otra es creer que todo es un milagro».