Entre las predicciones que más se repiten también está el avance de la extrema derecha, con el abogado y comentarista deportivo André Ventura a la cabeza del partido Chega
Portugal se dirigirá este domingo hacia unas elecciones legislativas reñidas con encuestas que colocan al actual primer ministro, el socialista António Costa (PS), en un empate técnico con el socialdemócrata Rui Rio (PSD), y que anticipan además un crecimiento del partido de ultraderecha Chega, en unos comicios anticipados ante la fragmentación de la alianza del partido gobernante a finales del año pasado.
«Hay un empate de intención de votos según las últimas encuestas, en las que el PSD tenía un 34% en intención de voto, mientras que el PS de Costa, el 33,6%, por lo que, de ganar la centroderecha, llegaría con el 47% con alianzas de partidos de derecha», explicó Luis Arroyo, analista político español especializado en Portugal.
«El PS (centroizquierda) estaba primero en las encuestas hasta hace poco, cuando el PSD (centroderecha) lo alcanzó, en parte debido a una fatiga natural con el Gobierno, al tiempo que Rio refrescó su liderazgo al derrotar a un adversario interno (Paulo Rangel)» en las primarias, indicó Andrés Malamud, politólogo e investigador del Instituto de Ciencias Sociales de la Universidad de Lisboa.
Entre las predicciones que más se repiten también está el avance de la extrema derecha, con el abogado y comentarista deportivo André Ventura a la cabeza del partido Chega.
La extrema derecha y los liberales, que entraron en el Parlamento en 2019 con un solo diputado, hoy se ubican en las encuestas con entre el 4% y 6% en intención de voto.
Ventura tiene entre el 5% y un 6,3%, lo que podría convertir a Chega en la tercera fuerza política, por delante del Bloco de Esquerda (BE) y del Partido Comunista Portugués (PCP), antiguos aliados del PS.
Lo importante es «dar estabilidad a los portugueses» para evitar una «crisis» de Gobierno, insistió en televisión Costa, un jurista de 60 años.
El actual primer ministro se refería así a la geringonça, la alianza del PS con el Bloque de Izquierda (BE) y los comunistas que le permitió llegar al poder en 2015, pero que comenzó a tambalearse tras las legislativas de 2019 cuando Costa ganó con mayoría simple.
La alianza llegó a su fin en octubre pasado cuando las formaciones de la izquierda radical, el Bloque de Izquierda y la coalición entre comunistas y ecologistas, rechazaron el proyecto del presupuesto 2022, algo sin precedentes desde la llegada de la democracia portuguesa en 1974.
Con este presupuesto anual, el premier intentaba forzar un compromiso entre el PS y el arco de izquierda.
Para Costa, la ley de finanzas era «fundamental» para reactivar la economía con la ayuda de los fondos europeos del plan de recuperación post-Covid.
Una semana más tarde, Rebelo de Sousa (PSD) disolvió el Parlamento y adelantó los comicios.
No obstante, el mandatario ya había advertido que adelantaría las elecciones «con el argumento de que si el Parlamento no aprobaba el presupuesto y Costa no aceptaba cambiarlo, la única manera de romper la parálisis sería con nuevas elecciones», explicó Malamud.
«Los sucesos en torno al presupuesto 2022 se debieron en parte a la inestabilidad de todas las izquierdas. Con la llegada de fondos europeos y el cómo administrarlos surgieron los quiebres entre los aliados de Costa», explicó Arroyo.
«Si bien Portugal creció económicamente durante esta gestión, es innegable la situación de crisis sufrida a raíz de la pandemia y ante eso, los propios aliados del PS empezaron a contradecir al Gobierno», explicó.
Y continuó: «Le pidieron que vaya más allá y suba el salario mínimo y aumente el gasto público, lo que generó un desacuerdo que colaboró a hacer tambalear al PS y ayudó a alimentar esa idea universal de la derecha como más ordenada, más rígida, más poderosa a la hora de imponer orden».
«Con ese sentimiento de patriotismo de última hora de la derecha, y el discurso de la ley y el orden, Costa quedó en una posición de inestabilidad», detalló Arroyo.
Ventura, quien defiende la bajada de impuestos y es un prolífico denunciante de la «corrupción de los bancos» en Twitter, es el mismo que busca reintroducir la pena de prisión perpetua en Portugal, que fue el primer país del mundo en abolirla en 1884, y el que en marzo pasado presentó el proyecto de ley sobre la castración química para los reincidentes en casos de violación.
También respalda la pérdida de nacionalidad para los ciudadanos condenados a penas superiores a cinco años por delitos como tráfico de drogas, sexuales, blanqueo de dinero o incluso «para aquellos que pasan la vida ofendiendo a Portugal y a su memoria histórica», tal como expresó el líder de Chega.
El auge de la ultraderecha es uno de los ejes de la campaña de Costa.
Sin embargo, para Malamud, a diferencia de gran parte de Europa, donde los partidos de derecha se vuelven cada vez más consistentes, en Portugal los partidos moderados e históricos aún gozan de buena salud».
«Es muy improbable que la ultraderecha logre un rol significativo ni protagonista en el accionar de la política portuguesa, el electorado portugués es moderado y no se vive un clima de crisis política o económica», matizó Malamud.
Sin embargo, para Arroyo, «el crecimiento de la extrema derecha ya está ahí, su aparición en todo Europa es real, evidente y casi inevitable. El tema es dónde está el techo».
Aunque estas serán las cuartas elecciones que celebran los portugueses en pandemia, existe una gran incertidumbre sobre la gestión de votos de las personas confinadas por la Covid-19.
De acuerdo a la Dirección General de Salud, actualmente unos 436.000 portugueses se encuentran aislados.
El Gobierno solicitó un informe jurídico para ver cómo conciliar el derecho al voto y la seguridad sanitaria, y aunque los contagios no bajan, el Gobierno inició el camino de la relajación.
Los alumnos portugueses regresaron a las aulas y sus padres dejaron de teletrabajar de forma obligatoria desde el viernes 14.
Además, los contactos laborales de positivos ya no tienen que confinarse como hasta hace dos semanas.