Una opinión frecuentemente escuchada en las calles es que la elección está decantada de antemano para asegurar la victoria de Raisi, algo que las autoridades niegan
Los iraníes votaban hoy, con escaso entusiasmo, para elegir a un nuevo presidente, en un proceso en el que el juez ultraconservador Ebrahim Raisi y con el país sumido en una grave crisis económica y social.
El guía supremo de Irán, el ayatollah Ali Jamenei, emitió en Teherán el primer voto, dando por iniciado el proceso en el que 60 millones de electores están llamados a cumplir con su «deber» cívico.
El malestar social en el país de Medio Oriente más golpeado por el coronavirus, las sanciones económicas estadounidenses y la descalificación de cientos de candidatos hacen prever una alta abstención, que podría batir el récord del 57% de las legislativas de 2020.
Ante los llamados en redes sociales a boicotear la votación, Jamenei llamó ayer a sus compatriotas a participar masivamente en los comicios para elegir un «presidente fuerte», y hoy insistió en pedir a los iraníes que acudan a los centros «lo más temprano posible» .
De los siete candidatos autorizados por las autoridades, tres se retiraron en los últimos dos días.
Después de tres semanas de campaña apática, las autoridades decidieron ampliar el horario de votación hasta la medianoche (16:30 de Argentina), e incluso podría extenderse hasta dos horas más, a fin de que vote la mayor cantidad de personas.
Los resultados se conocerán mañana y, en caso de que ningún candidato alcance el 50% de los votos, se organizará una segunda vuelta el 25 de junio entre los dos más votados.
En una calle de Teherán, una enfermera cubierta por un chador negro aseguraba que votaría por Raisi, «el candidato más competente» que ha sabido luchar «resueltamente contra la corrupción», informó la agencia de noticias AFP.
La campaña fue apática, con pocos afiches electorales en la capital Teherán, la gran mayoría de los cuales mostraba el rostro austero de Raisi con su habitual turbante negro.
Una opinión frecuentemente escuchada en las calles es que la elección está decantada de antemano para asegurar la victoria de Raisi, algo que las autoridades niegan.
Sus rivales son un diputado poco conocido, Amirhosein Ghazizadeh-Hachemi; un excomandante en jefe de los Guardianes de la Revolución, el general Mohsen Rezai, y un tecnócrata, Abdolnaser Hemati, expresidente del Banco Central y el único considerado reformista de la contienda.
El presidente tiene poderes limitados en Irán, donde la autoridad real está en manos del guía supremo, Jamenei.
El presidente Hasan Rohani, un moderado que apostaba por una apertura hacia Occidente y una ampliación de las libertades individuales, fue reelegido en 2017 en primera vuelta con una participación del 73%.
Hoy, tras votar, reconoció que hubiera querido ver «más gente» participando.
Las esperanzas surgidas con su elección se transformaron en decepción con la retirada de Estados Unidos en 2018 del acuerdo nuclear iraní firmado tres años antes en Viena y el restablecimiento de las sanciones.
Esto agravó el descontento y el rechazo a las autoridades en Irán, que vivió dos olas de protestas en el invierno 2017-2018 y en noviembre de 2019, ambas violentamente reprimidas.
Para la oposición en el exilio y las ONG, Raisi es la encarnación de la represión y su nombre está asociado a las ejecuciones en masa de detenidos de izquierda en 1988, aunque él niega toda participación.
La prioridad del próximo presidente debería ser la recuperación económica.
En este punto, todos los candidatos coinciden en decir que ello requiere levantar las sanciones estadounidenses impuestas bajo el Gobierno de Donald Trump, objeto de negociaciones en la capital austriaca para salvar el acuerdo de Viena y reintegrar a Estados Unidos.