Se trata de las segundas presidenciales desde que en 2011 comenzó una guerra en la que participan numerosos beligerantes y potencias extranjeras
Los sirios votaban hoy para elegir presidente en unos comicios en los que Bashar al Assad tiene virtualmente asegurado su cuarto mandato seguido, en un país destrozado por una década de sangrienta guerra y hundido en la crisis económica.
Los centros de votación abrieron a las 7 en los territorios controlados por el Gobierno sirio, en torno a dos tercios del país, informó la agencia de noticias estatal siria Sana, y cerrarán a las 19 (las 16 en Argentina), pero los resultados estarán recién dentro de dos días.
Los medios estatales mostraron filas de votantes movilizados en diferentes zonas, con significativas medidas de seguridad, sobre todo en Damasco y en las principales rutas del país.
En la universidad de Damasco, los estudiantes que acudieron a votar corearon las tradicionales consignas favorables a al Assad: «Por nuestra alma, por nuestra sangre, nos sacrificamos por ti, Bashar», cantaban.
Se trata de las segundas presidenciales desde que en 2011 comenzó una guerra en la que participan numerosos beligerantes y potencias extranjeras.
Iniciado con la represión de protestas prodemocráticas, el conflicto se agravó con la aparición de una insurgencia yihadista, y luego con la participación directa de Rusia, Estados Unidos, Turquía, Irán y el grupo libanés Hezbollah.
Se estima que más de 388.000 personas han muerto, mientras que millones tuvieron que abandonar sus hogares, muchas de ellas para irse del país.
«Vine a votar al presidente Bashar Al Assad. Es el único hombre que se ha mantenido firme durante 10 años de guerra», dijo Kinan Al Khatib, un estudiante de 26 años, a la agencia de noticias AFP.
«La verdad, no conozco a los otros candidatos, respeto su candidatura, pero mi voto va para el presidente», añadió.
Frente a Al Assad, se presentan el exministro y parlamentario Abdallah Sallum Abdallah y un miembro de la oposición tolerado por el poder, Mahmud Marei.
Desde hace varias semanas, las fotos del presidente de 55 años son visibles en todas partes, pero en particular en Damasco.
Estados Unidos y varias grandes potencias europeas volvieron a condenar ayer, por adelantado, unas elecciones que, según dicen, «no serán ni libres ni justas».
Pero al depositar su voto en Damasco, Al Assad afirmó que las críticas occidentales a las elecciones «no tienen ningún valor».
La ley electoral exige que los candidatos hayan vivido en Siria diez años consecutivos antes de los comicios, lo que excluye a las figuras de la oposición en el exilio, muy debilitada. Su principal coalición denunció que los comicios son una «farsa».
Para su nuevo mandato de siete años, en un país con la economía destrozada y las infraestructuras en ruinas, Al Assad se presenta como el hombre de la reconstrucción, tras haber encadenado batallas militares con el apoyo de Rusia e Irán, sus aliados fieles.
Propulsado al poder en el año 2000, Al Assad reemplazó a su padre Hafez, fallecido tras 30 años en el poder con mano de hierro.
El actual presidente no ha hecho actos electorales ni ha dado entrevistas a la prensa. Con la elección, el jefe del Estado decretó una amnistía para miles de presos.
Más de 12.000 centros de votación han sido instalados en las zonas gubernamentales, según el Ministerio del Interior. De acuerdo al padrón, el país cuenta oficialmente con un poco menos de 18 millones de electores.
Pero con la fragmentación del país por la guerra y el exilio de millones de personas, el número de votantes será en realidad más bajo.
En una Siria polarizado por la guerra, las regiones autónomas kurdas del noreste del país van a ignorar los comicios, al igual que el último bastión yihadista y rebelde de Idleb, en el noroeste del país, donde viven unos 3 millones de personas.
La elección de 2021 en Siria, donde los combates han bajado de intensidad, tiene lugar en pleno marasmo económico, con una depreciación histórica de la moneda, una inflación galopante y más del 80% de la población en la pobreza, según la ONU.
Un reciente informe de la ONG World Vision cifró en más de 1,2 billones de dólares el costo económico de la guerra.