Opinión

Con el caso de M. se visibilizó la pobreza extrema en la que muchos viven en Argentina


Por Alejandra Perinetti*

El reciente caso de la niña «M.» ha tomado estado público, ha llamado la atención de la sociedad en general. Pero la pregunta que nos debemos hacer es ¿Qué hubiese pasado si los vecinos de «M.» no cortaban la autopista y visibilizaban la problemática?

Lamentablemente casos como éste se repiten en todo el país y lo alarmante es que como sociedad nos acostumbramos a ver niños y niñas en la calle, viviendo en situaciones extremas, casi como si formaran parte del paisaje de la ciudad.

La pandemia por la que atravesó el mundo y Argentina no fue excepción, profundizó, acentuó y puso más en evidencia la pobreza en la niñez, lo que agranda la brecha de la desigualdad. Vivir en un país donde seis de cada 10 niños/as viven en la pobreza es alarmante y no podemos esperar más, tenemos que actuar.

Esta situación nos muestra que vivimos en una sociedad que no logra ocuparse de quienes más lo necesitan y si el presente es complicado, el futuro no será prometedor. Si existe un sólo niño, niña o adolescente que se encuentra en situación de calle es porque en algo se está fallando.

Argentina es un país que ha sido observado en reiteradas oportunidades por el Comité del Niño/a de Naciones Unidas por no contar con estadísticas que permitan visibilizar las diversas problemáticas que atraviesan los más chicos.

La ley, lamentablemente, no lo es todo. Argentina sancionó la 26.061 de Protección Integral hace 15 años y sin embargo aún no se aplica en forma cabal. Si bien hay intensión para adecuarla, lo importante es no quedarnos con la letra fría de la ley y profundizar en la política pública que de ésta emerge.

En Argentina hay cerca de 6 millones de niños pobres: un millón en situación extrema – Diario El Ciudadano y la Región

Por otra parte, es importante destacar que el presupuesto destinado a niñez y adolescencia es insuficiente, basta con ver cómo vivía «M.» para entender que el Estado no está llegando donde tiene la obligación de hacerlo. Es por todo esto que podemos afirmar y aseverar la falta presupuesto, política pública y presencia del Estado.

Retomando el caso de los últimos días, se ha visibilizado la pobreza extrema en la que muchos niños y niñas viven en nuestro país. La crisis económica y social producto de la pandemia por el Covid-19 implicó un avasallamiento y una regresión alarmante en materia de derechos humanos, especialmente para niñas, niños, adolescentes y jóvenes a quienes les toca la peor parte.

Lo que nos preocupa y radica el problema, es cuando este caso salga de la agenda pública, todo volverá al punto de partida donde la sociedad y el Estado regresan a la rutina, y los niños y niñas siguen siendo invisibles. Por eso, ante casos como éste es necesario levantar la voz, agudizar la vista y actuar de prisa, inmediatamente.

Nos podríamos preguntar ¿Cuáles son los riesgos que tiene un país, nuestro país, por tener una infancia desprotegida? Claro está que todos los niños y niñas necesitan condiciones dignas para poder alcanzar un desarrollo integral.

Vivir en la pobreza significa no tener acceso a condiciones y servicios básicos y elementales para el desarrollo de una vida digna. Vivir en la pobreza es no tener agua potable, ni una cama donde descansar. Vivir en la pobreza es no poder ir a la escuela, ni acceder al cuidado indispensable de la salud, es no contar con un resguardo del frío y la lluvia. Vivir en la pobreza extrema significa no tener garantizada ni siquiera la alimentación necesaria para sobrevivir.

Desde Aldeas Infantiles SOS Argentina nunca, jamás bajamos ni bajaremos los brazos, todo lo contrario: ante la adversidad redoblamos los esfuerzos. Estamos convencidos que esto puede y debe cambiar, necesitamos un país sin «emes», necesitamos brindarle a los niños y niñas la posibilidad de un desarrollo pleno y asegurar el ejercicio de sus derechos.

A nuestros programas llegan cientos de casos de niños y niñas que atraviesan situaciones como ésta. Lo importante, y siempre destacamos, es brindar atención a los niños, pero sin dejar de trabajar con la familia, porque fortalecer ese vínculo es la clave para que la realidad de ese niño cambie.

Sí, sabemos que es un trabajo arduo, pero aseguramos que vale la pena y da resultado. Debemos dejar de demonizar a las madres «S» y comenzar a apoyarlas para que efectivamente puedan brindarles a sus hijos una vida digna. Y si no es posible, que los niños y niñas vivan con su madre o padre, habrá que buscar a la familia extensa, abuela/o, tíos/as, hermanos/as mayores. Debemos garantizar el derecho a vivir en familia a cada niño/a, porque la pérdida del cuidado familiar debe ser la última opción.

(*) – Directora nacional de Aldeas Infantiles SOS Argentina y licenciada en Recursos Humanos.