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Todo un reto

¿Cómo sale a la luz un diario venezolano en medio de la oscuridad de un apagón?


«Nadie puede hacer un periódico solo», dice Mercedes Chacín, directora del diario Ciudad CCS, cuando recuerda cómo el trabajo en colectivo pudo hacer que la publicación caraqueña saliera en medio de los dos apagones que vivió Venezuela en dos semanas.

La primera falla eléctrica, que ocurrió el 7 de marzo, tomó por sorpresa al equipo de este diario local de circulación gratuita. El cierre de la edición y la impresión se vieron postergados por tres días en medio de hallazgos que fueron surgiendo en la contingencia. La experiencia de quienes resolvieron sobre la marcha cómo saldría finalmente el periódico fue fundamental para afrontar el segundo corte de suministro eléctrico, que ocurrió el pasado lunes, que obligó a nuevamente replantearse el escenario rutinario de un final de edición, según un informe de Russia Today.

¿Cómo hacer para que el contenido llegara a quienes querían saber qué ocurría en una ciudad sin luz? Allí estaba el reto.

Salir a ver qué ocurre

Sin saber muy bien qué pasaba, Alejandro Angulo, uno de los miembros del equipo de fotografía del diario, salió a registrar los alrededores del centro histórico donde se encuentra la sede de Ciudad CCS, editado por la Fundación para la Comunicación Popular de la Alcaldía de Caracas.

El coordinador del departamento, Bernardo Suárez, explica que, como el primer apagón ocurrió en ‘hora pico’, seguramente habría que registrar un gran volumen de personas caminando de regreso a sus casas debido a que el transporte subterráneo también se había interrumpido.

Suárez recuerda que ese día estaban en «el momento más delicado del cierre» cuando se fue la luz. Un grupo de personas decidió quedarse a esperar si se restablecía la energía porque en otras oportunidades había ocurrido algo similar. «No sabíamos que era un apagón nacional, no teníamos cobertura, empezamos a llamar a nuestras casas y nos enteramos poco a poco».

Días después el presidente venezolano, Nicolás Maduro, explicaría que el primer corte de luz, que se extendió hasta por cinco días en algunas zonas venezolanas, se trataba de un «ataque cibernético y electromagnético» al cerebro de la Hidroeléctrica del Guri, que surte de energía al 70 % del país suramericano, que fue seguido por incendios provocados en instalaciones eléctricas.

El Hospital de Niños

La experiencia de visitar el Hospital de Niños J.M. de los Ríos, principal centro de salud infantil de Venezuela, divide esta historia en dos.

Chacín cuenta que el domingo, después de tres días de intentos infructuosos por terminar la edición, surgió la necesidad de ir al hospital. Ella fue como reportera, acompañada de Suárez, de la fotógrafa Yrleana Gómez y de un grupo de colectivos de artistas de Caracas. «Íbamos a prestar esa labor social que era llevar sonrisas, música, y títeres al lugar», agrega.

El hospital de Niños, que tuvo en funcionamiento sus tres plantas eléctricas en la emergencia, era el centro de atención de los medios nacionales e internacionales que afirmaban que la situación allí era «deplorable». «Pudimos ir y constatar que era una mentira. Es una enseñanza importante estar en la calle, conocer la realidad y contarla sin mentir, sin tergiversar, sin querer dañar a las personas».

El hallazgo

Cuando ocurrió la primera falla de energía, Chacín acordó con su equipo que se verían diariamente a las 9:00 de la mañana, sin llamadas previas, debido a que el servicio de telecomunicaciones también presentaba intermitencias. En su cabeza rondaba la idea de una pequeña planta casera extraviada. Habían buscado en todos los lugares y el único lugar que faltaba era el almacén, cuya llave tenía la coordinadora. Tras días de intentos pudo comunicarse con ella, que le indicó dónde estaba guardada.

Le preguntó al coordinador del departamento de Informática, Juan Vicente Gómez, qué podía hacer con la pequeña planta: «Por lo menos cargar los celulares», le respondió. Le pidió que la encendiera y se fue al Hospital de Niños: al regresar cuatro computadoras estaban funcionando. «Imagínate la alegría, me sentía súper feliz», cuenta la directora del medio.

Chacín sabía que la imprenta podía sacar el periódico y que lo único que faltaba era hacerlo. Se completaron las tres páginas que faltaban para cerrar la edición, donde también había una infografía hecha por la diseñadora Tatun Gois con una explicación de lo sucedido titulada ‘La verdad sobre el sabotaje eléctrico’.

En cuanto al segundo corte de energía, ocurrido el lunes, el martes habilitaron la planta y en el momento del cierre llegó la luz, sin embargo, por los retrasos ocasionados decidieron disminuir a la mitad el número de páginas.

¿Cómo era el trabajo?

«Cada periodista terminaba su nota, se paraba, llegaba el otro compañero, y así», recuerda el coordinador de informática quien, junto al personal a su cargo, creó una pequeña red para que pudieran trabajar las máquinas disponibles conectadas a un servidor. Los datos eran respaldados en un disco duro externo.»Estamos en la capacidad de hacer el periódico donde nos indiquen, tecnológicamente hablando», agregó.

El lunes más personas llegaron al diario. La planta eléctrica la habilitaron en la zona de diseño, que es el área neurálgica de la redacción, donde todo confluye: el trabajo de los redactores, de los editores, de los fotógrafos y de los diseñadores. Normalmente, una vez que se diagrama el diario, se envía a la imprenta en un correo electrónico, sin embargo, en esta ocasión, la información tuvo que ser guardada en un ‘pendrive’. «Tuvimos distintos cierres desde el jueves hasta el domingo. Nos fuimos actualizando en la marcha y salimos por fin el lunes», cuenta Suárez.

Los puntos de distribución son las plazas Bolívar y El Venezolano, ubicadas en el corazón histórico de Caracas. Se los reconoce porque se forman largas filas de quienes lo esperan ávidamente en cada edición.

Informarse y comer

Las formas de acceder a la información del equipo eran variadas: escuchar la radio de los autos de los conductores de la fundación, leer mensajes esporádicos de WhatsApp, el «boca a boca» en las calles y la observación directa. Uno de los días de trabajo, el personal tenía hambre y había que dividir las tareas, recuerda Chacín. El jefe de seguridad, José Hernández; el de informática y el de transporte, Javier Guerrero, se fueron a cocinar: había arroz, lentejas y harina de maíz. «Hicieron una comida muy rica».

Por su parte, Hernández explica cómo el personal a su cargo resguardó al personal, a la fundación y los bienes municipales, a través del apoyo conjunto. Tras los apagones, también se han puesto en práctica precauciones como incluir entre las herramientas de trabajo ‘pendrives’, linternas, radios, tarjetas de memoria, entre otras. En su balance de la experiencia de publicar, en la oscuridad, Chacín asevera que todos los días se aprende cómo actuar en estas situaciones «desde el hacer, desde la confluencia de voluntades. El trabajo en un diario es absolutamente interdependiente, nadie puede hacer un periódico solo».