El cortisol se produce en las glándulas suprarrenales y sigue un ritmo circadiano, es decir, un ciclo diario que regula sus niveles
El cortisol es una hormona clave para mantener el equilibrio en el cuerpo y adaptarse al estrés. Tiene un ciclo natural que activa el organismo en determinados momentos del día, pero cuando sus niveles se alteran y permanecen elevados, puede afectar seriamente la salud. En esta nota, explicamos cómo funciona esta hormona, por qué puede aumentar de forma sostenida, cómo detectarlo clínicamente y qué estrategias están avaladas por la ciencia para regularla.
¿Cómo funciona el cortisol en condiciones normales?
El cortisol se produce en las glándulas suprarrenales y sigue un ritmo circadiano, es decir, un ciclo diario que regula sus niveles. Por la mañana temprano, justo al despertar, alcanza su pico máximo. Este aumento prepara al cuerpo para comenzar el día con energía, estado de alerta y capacidad para responder a desafíos físicos o emocionales.
A medida que avanza el día, sus niveles disminuyen progresivamente. Por la noche, especialmente antes de dormir, el cortisol debe estar en su punto más bajo, lo que permite un descanso reparador y favorece la recuperación del organismo. Este patrón diario es una señal de que el eje hormonal está funcionando correctamente.
Cortisol elevado: cuándo es un problema
El inconveniente aparece cuando los niveles de cortisol se mantienen elevados de forma crónica, sin respetar ese ciclo. Esto puede darse por varias razones, desde condiciones fisiológicas hasta problemas emocionales. Algunas de las causas más frecuentes que impiden que el cuerpo reduzca correctamente el cortisol son:
Estrés crónico: activa constantemente el eje hipotálamo-hipófiso-adrenal, elevando sostenidamente el cortisol.
Privación de sueño: dormir poco o mal altera el ritmo circadiano y puede mantener el cortisol alto por la noche.
Trastornos metabólicos o enfermedades como el síndrome de Cushing: que afectan la regulación hormonal.
Consumo excesivo de cafeína, ayunos prolongados o actividad física extenuante: también pueden provocar un aumento anormal.
Ansiedad, burnout o preocupación constante: tienen un fuerte impacto en la producción de esta hormona.
Existen diferentes formas de evaluar si los niveles están fuera de lo normal. Los estudios más utilizados incluyen análisis de sangre, que se realizan generalmente por la mañana y por la noche para comparar valores; recolección de orina de 24 horas, que permite medir la producción total diaria; pruebas de saliva, especialmente nocturnas, para verificar si el cortisol disminuye como corresponde; y la prueba de supresión con dexametasona, que evalúa si el cuerpo puede reducir la producción de cortisol cuando se le indica.
Cómo bajar el cortisol
Aunque el tratamiento siempre debe ser evaluado por un profesional de la salud, hay medidas respaldadas por la ciencia que pueden ayudar a disminuir los niveles de cortisol de forma natural:
Técnicas de relajación como la oración, meditación, respiración consciente o mindfulness. Estudios publicados en Psychoneuroendocrinology y Frontiers in Psychology han demostrado que estas prácticas reducen significativamente el cortisol.
Ejercicio físico moderado y regular. Aunque el ejercicio intenso puede elevar momentáneamente el cortisol, entrenamientos aeróbicos suaves o caminatas tienen un efecto regulador a largo plazo.
Dormir bien. Un estudio en Sleep Health (2022) señala que mejorar la calidad del sueño es una de las estrategias más efectivas para restaurar el ritmo natural de esta hormona.
Alimentación equilibrada. Incluir proteínas, grasas saludables, vegetales y reducir los azúcares refinados ayuda a estabilizar la respuesta hormonal.
Apoyo psicológico o psicoterapia. En casos donde hay estrés emocional sostenido, el abordaje psicológico es clave para regular el eje del estrés.
