Opinión

Combatientes de Malvinas: chequeos para prevenir, vacunas para no morir


Por Gustavo Pirich - Presidente de GPS

Dos fueron las veces que el Estado abandonó a su suerte a los ex soldados conscriptos combatientes en Malvinas.

La primera, cuando después de regresar de la guerra los envió a su casa sin siquiera realizarles un chequeo médico completo aconsejado por el sentido común. Y aún hoy, a punto de cumplirse el año que viene los 40 años del conflicto y a pesar de la sanción en 1984 de una ley que lo obliga a hacerlo, no tiene el más mínimo registro de la situación sanitaria en la que volvieron al continente los combatientes de la única guerra que nuestro país afrontó en el siglo pasado.

La segunda es claramente en la actualidad, en medio de la pandemia de Covid-19. A pesar de que el sector posee claramente todas las comorbilidades y enfermedades preexistentes establecidas como requisitos, fruto en gran parte de la omisión criminal de los distintos gobiernos en realizar las juntas médicas, los ex conscriptos no califican para la vacunación, dado que sus patologías en muchísimos casos no están diagnosticadas.

En la mayoría de los casos, los ex soldados tienen entre 58 y 59 años y estos hombres que participaron del conflicto bélico contra Gran Bretaña deberán esperar hasta el año que viene a la misma hora. Así las cosas, el cuadro de la acumulación de ambas deserciones estatales no podría ser más dramático: los grupos de WhatsApp que integran miembros de distintas agrupaciones del sector y las redes se llenan de fotos con epígrafes que expresan el dolor por la pérdida del «hermano de la turba», que es un «ser de luz» y que ahora está «junto a Dios, engrosando el ejército celestial» que custodia a nuestros caídos en Malvinas. Los muertos se acumulan también como en la guerra, sin poder despedirlos.

Para hacer un poco de historia, y conocer exactamente la dimensión del enemigo, hay que empezar diciendo que a partir de noviembre de 2019 el mundo entero fue arrasado y puesto patas para arriba por el Covid-19, un virus nuevo que generó una nueva enfermedad que fue denominada SARS-Cov-2.

Este virus se expandió desde China a una velocidad impensada y subestimada en los primeros meses debido a que existe la experiencia de otras epidemias originadas por virus de esta misma familia, los coronavirus, que ocurrieron en buena parte de Asia en 2002 (el SARS-Cov) y en Medio Oriente en 2013 (el MERS), enfermedades que duraron un determinado período de tiempo y que no llegaron a diseminarse por el mundo con la fuerza del Covid-19 que, además, en sus sucesivas mutaciones está generando variantes más contagiosas y en algunos casos más letales.

El mundo científico fue desafiado desde el primer momento. No fue una «gripezinha» como muchos llegaron a definir sin ponerse colorados. A medida que pasaban los días, las semanas y los meses nos enterábamos por los diferentes artículos que empezaron a publicarse en revistas científicas que las cosas no eran tan sencillas.

Así supimos que la enfermedad puede afectar al organismo en general (en forma multisistémica), pero que la puerta de entrada del virus al cuerpo humano es el aparato respiratorio superior (nariz y boca) y otra vía de entrada, en menor medida, la ocular.

Para colmo de males el virus pasa de persona a persona a través de las pequeñas gotas de saliva que exhalamos con la respiración, al hablar, al cantar, etcétera, y que pueden mantenerse en el aire especialmente en lugares cerrados durante un tiempo mayor de lo que en un principio se pensaba y al inhalar otra persona esas pequeñas gotas contaminadas comienza en ese organismo el proceso que, mayoritariamente, es asintomático, pero que en un porcentaje de contagiados genera síntomas en forma leve, moderada o grave y esos síntomas no quedan circunscriptos exclusivamente en el aparato respiratorio, generando desde molestias en la garganta, resfrío hasta neumonía grave que puede llevar a la muerte.

También se descubrió, a medida que aparecían nuevas investigaciones, que otros órganos y sistemas se veían involucrados por esta enfermedad. Supimos de los trastornos de la coagulación, los trastornos hepáticos, renales, digestivos y descubrimos que también que el Sistema Nervioso Central y Periférico pueden ser afectados por este coronavirus y con respecto a esta afección aún no existe la certeza de que pueda tener mayor gravedad en el mediano o el largo plazo posterior a sufrir el Covid-19.

La evidencia científica también nos aportó el conocimiento de los factores o comorbilidades que muchas personas sufren (diabetes, obesidad, trastornos respiratorios, hipertensión arterial, cardiopatías, enfermedades reumáticas, tratamientos inmunosupresores, etcétera) y que las hacen más proclives a contagiarse y enfermar gravemente por este coronavirus.

En muchos artículos se empezó a denunciar la directa relación entre esos factores predisponentes y la posibilidad de enfermar más gravemente; en una nota un médico norteamericano afirmaba que su país estaba sufriendo dos pandemias: la del coronavirus y la de la obesidad.

Todos esas patologías están presentes en la deteriorada salud de los ex combatientes, pero uno de ellos es común a todos, y favorece notablemente el desarrollo de los otros, y es el estrés post-traumático de guerra, que al bajar las defensas de la persona produce una inmunosupresión natural, que sustenta esa famosa frase popular de que «nadie vuelve igual de una guerra».

Un dicho que hace unos días se encargo de reafirmar el ministro de Seguridad de la provincia de Buenos Aires. En una entrevista con la periodista Viviana Canosa, el también militar, abogado y médico Sergio Berni, refiriéndose a la pandemia como una guerra y a los padecimientos que sufren quienes están en cuarentena, como los ex combatientes, afirmó que «el estrés post-traumático lo sufren todos los que participan de una guerra, es lo que antes se denominaba como ´fatiga de combate´».

Ya sabemos que la vacunación anti-Covid logra a nivel individual una importante inmunidad que impide a esa persona enfermar gravemente y a nivel social consigue la tan ansiada «inmunidad de rebaño» para que toda la población retome su vida normal.

Por eso desde GPS, Grupo por Soberanía, ya hicimos el reclamo correspondiente ante la ministra de Salud de la Nación, Carla Vizzotti, y ante las autoridades sanitarias de la provincia de Buenos Aires para que se defina a los ex combatientes como personas de riesgo, y esperamos que se resuelva a la brevedad su vacunación, para que el Estado pueda reparar en parte, y solamente en parte, el abandono al que nos sometió a nuestro regreso.

Columna de opinión escrita con la colaboración del médico Florencio Morales (M.N. 63.890), secretario de Asuntos Sanitarios de GPS