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Colapso sanitario: es hora de actitudes contundentes


Mientras el cuadro oscurece, el relajamiento de unos y la especulación de otros le dan aire a un virus que no perdona

Las ciudades de Rosario, Santa Fe y Rafaela están en colapso sanitario a causa del Covid 19. Así lo han manifestado autoridades provinciales del área de salud. Esto significa que no solo que no hay camas para atender a los pacientes que estén contagiados con Covid, sino que tampoco las hay para aquellos con otras patologías que requieren atención urgente. Y esto en buen y triste romance significa que la salud y la vida están en riesgo y en manos del destino. Lamentable.

Esta es la realidad que emana de la naturaleza de una pandemia, es cierto, pero es también una realidad que se agudiza con ribetes nefastos cuando la sociedad no toma conciencia de la necesidad de respetar los protocolos y los violan como si la vida no importara nada. Es también una realidad que encuentra fenomenal caldo de cultivo cuando las autoridades no controlan, no aplican sanciones ejemplares a quienes infringen las elementales normas que son necesarias en un marco de desastre (porque cuando existen muertes que podrían haberse evitado no se puede hablar sino de desastre).

Como ya se ha dicho y sostenido hasta el hartazgo, es común ver aglomeraciones, ausencia de mascarillas y ausencia de sanciones para semejante y grave despreocupación. Es, lamentablemente, la imagen de una sociedad en el que el orden y el respeto han sido desterrados de la vida cotidiana con las consecuencias que ello trae consigo y que se observan en el diario vivir.

Esta es también una realidad que se agudiza cuando los gobernantes se encuentran entre la espada y la pared y no atinan a adoptar medidas contundentes, o las adoptan mal o fuera de tiempo. Hoy, los funcionarios se encuentran entre el filo de la espada por los efectos de la pandemia, y las puntas envenenadas de la pared por una economía históricamente vapuleada y golpeada hasta el shock por el Covid. ¿Qué salvar, la vida o la economía? Tal vez los daños tanto en la salud como en la economía no puedan ser evitados, pero sí pueden ser mitigados. Cuando los casos de contagios eran escasos, se aisló a todo el mundo. Hoy, que la gravedad es proverbial se apela a medidas insulsas, ineficaces, que, está demostrado en los hechos, en materia de salud no solucionan absolutamente nada. El típico mundo del revés.

Los médicos y casi todos los profesionales de la salud están levantando la voz y piden más restricciones, y razones no les faltan, les sobran; no solo que están exhaustos, que no dan más entregando todo de sí en acciones encomiables, sino que ven a cada momento cómo la vida se va, cómo quedan secuelas en los pacientes, cómo no hay recursos ni humanos ni materiales para hacer frente al significativo problema y cómo todo esto puede agravarse sino se adoptan medidas contundentes.  Sin embargo, mientras el cuadro oscurece, el relajamiento de unos y la especulación de otros le dan aire a un virus que no perdona.