Se trata de un circuito que se consolida como una herramienta para expandir la experiencia literaria más allá del punto final del texto
Se trata de un circuito que se consolida como una herramienta para expandir la experiencia literaria más allá del punto final del texto
Con una curaduría de libros seleccionados para leer a lo largo de un mes acompañados por mails semanales y el acercamiento a producciones de editoriales independientes, los clubes de lectura establecieron en los últimos tiempos un circuito que se consolida como una herramienta para difundir literatura y expandir la experiencia más allá del punto final del texto.
Sebastián Lidjiover, quien fue responsable de prensa de grandes editoriales, aseguró ser «fan de evitar que el libro se asocie con lo erudito» y «un lector ingenuo, que se deja llevar allá donde el texto proponga», reveló que con esa impronta armó hace cuatro meses un club de lectura, con cuatro editoriales independientes, de las que surgió el nombre Carbono, distribuidora de Ediciones Godot, Gourmet Musical, Sigilo y Leteo.
«Cada mes elijo algún libro del catálogo de esas editoriales. Pienso en algo que pueda gustarle a la mayoría y que no sea muy extenso, para que lleguen bien con los tiempos. La propuesta también es que puedan acercarse a libros que quizás no hubieran elegido. Varias veces me agradecieron en los mails, que gracias al club de lectura llegaron a un libro que nunca hubieran conocido», destacó Lidijover a Télam, quien además es librero y está vinculado a la industria del sector.
Lidjiover: «La propuesta también es que puedan acercarse a libros que quizás no hubieran elegido”
Carbono cuenta con 3.300 suscriptores que reciben todos los domingos un mail de Lidijover en el que intenta «no hacer tanto foco en la trama de los libros, sino en proponer conexiones con otros textos y también en reflexionar acerca de qué es lo que hace que funcione eso que leemos».
Florencia Ure, que dirigió la comunicación de Planeta, Tusquets, El Ateneo y Penguin Random House, llevará a cabo, desde abril y junto al escritor Santiago Llach, un nuevo club de lectura en el que ya hablaron con las editoriales para conocer sus publicaciones y definir el cronograma de lecturas que irán proponiendo mes a mes.
El proyecto todavía no tiene nombre pero está decidido su funcionamiento: habrá un newsletter que podrá leer quien esté o no asociado al club y habrá una suscripción mensual que es equivalente al valor promedio del libro, a cambio de recibirlo a domicilio.
«Vamos a hacer una guía de lectura para ese ejemplar y el newsletter va a contener el resto de las novedades que no elegimos pero que sí leímos. Eso es para todo el mundo, estés o no suscripto», explicó Ure.
Otro de los proyectos que plantea nuevos encuentros con la lectura es el de Rosario Pozo Gowland que comenzó con el posteo de lecturas en su cuenta de Instagram y continuó con la consolidación de «Decime un libro», que hoy consta de un club de lectura.
La experiencia se realiza los terceros martes de cada mes por la noche con la publicación de un video en la cuenta de esa red social y mensajes que derivaron en diciembre en un encuentro presencial y un podcast semanal que produce con su hermano, con quien comentan lecturas y también entrevistan autores.
«Tengo grandes seguidores, se logró crear una comunidad a la que le apasiona la literatura. No dejo de sorprenderme por el cariño y la buena onda», expresó Pozo Gowland, que dijo sentirse cómoda con la definición de «bookstagramer» si se refiere a «alguien que tiene una cuenta en instagram con una cantidad de seguidores y que puede ejercer algún tipo de influencia y generar una comunidad de lectores».
Sobre estas nuevas formas de compartir lecturas, Lidijover señaló que «si bien la lectura es una experiencia individual, adquiere otro plano al ser compartida con más personas» y hace una comparación con lo que sucede en un cine.
«Ver una película en una sala vacía es una experiencia totalmente distinta a verla en una sala llena. La película es la misma, pero hay algo poderoso en sentir la compañía de cientos de personas que experimentan lo mismo que uno», sostuvo.
Ana Brandstadter, una de las impulsoras del club de lectura Bukku -una de las formas de decir libro en japonés- relató que cada mes envían a sus suscriptores una caja con el libro elegido, un señalador y un link a una playlist especialmente seleccionada por la autora o autor para acompañar la experiencia de la lectura.
Brandstadter: «Más de 1.200 personas de todo el país leen el mismo libro al mismo tiempo y un Instagram funciona como punto de encuentro para intercambiar opiniones”
«En el caso de Bukku se genera algo realmente muy interesante, ya que más de 1.200 personas de todo el país leen el mismo libro al mismo tiempo; con un instagram que funciona como punto de encuentro para intercambiar opiniones sobre el libro del mes, y así pueden conocer a la editorial y a los autores, que cuentan cómo fue su proceso de escritura», generando lo que considera «un intercambio y una cierta mística en torno a la lectura», explicó.
Los suscriptores no se conocen personalmente, viven en diferentes lugares, trabajan de cosas distintas, tienen edades muy variadas, pero están haciendo una experiencia de lectura simultánea que, según Brandstadter, genera una propuesta de lectura que es a la vez individual y compartida, con dos interesantes ingredientes: «la federalización y el factor sorpresa», ya que los suscriptores no saben qué libro recibirán.
«Esto genera una magia que es realmente única, y que sumada al bajo costo de la suscripción (la caja termina costando lo mismo, o incluso menos, que comprar el libro en una librería), nos permitió lograr un gran porcentaje de fidelización y apego de nuestros suscriptores», indicó.
De esta manera, los libros encuentran nuevas formas de circulación en las que los ecos de la lectura se expanden hacia los correos electrónicos y las redes sociales para establecer comunidades de lectores que buscan compartir el sentido que encontraron en las páginas.