Un equipo de científicos japoneses, que está diseñando un ascensor espacial, próximamente realizará una primera prueba con una versión en miniatura, aún muy lejana de los ingenios descritos en las obras de ciencia ficción.
Estos investigadores de la universidad nipona de Shizuoka esperan lograr que una caja de apenas seis centímetros de largo, tres centímetros de ancho y otros tantos de altura se desplace a lo largo de un cable de 10 metros extendido entre dos pequeños satélites en el espacio.
El cohete H-2B, que transportará el material, despegará el 11 de setiembre desde la base de Tanegashima, en el sur del archipiélago japonés.
«Ésta será la primera experiencia en el mundo que estudiará el movimiento de ascensores en el espacio», dijo el jueves pasado a la AFP un portavoz de la universidad.
El movimiento del microascensor será monitoreado por cámaras colocadas en ambos satélites.
La idea de un ascensor espacial que se traslade mediante un cable de miles de kilómetros de largo hasta una estación ubicada en una órbita geoestacionaria se remonta a fines del siglo XIX. El ruso Konstantin Tsiolkovsky, padre de la cosmonáutica soviética, se inspiró en 1895 tras haber visto la Torre Eiffel en París.
Un ascensor espacial permite, en teoría, dividir por 50 veces el costo de llevar un hombre o una carga al espacio, y además se reaiza con electricidad que puede provenir de fuentes renovables y no con quemando combustibles con cohetes.
Casi un siglo después, el novelista y cientifico británico Arthur Clarke revivió la idea en su novela «Fuentes del paraíso», publicada en 1979.
Un ascensor espacial permite, en teoría, llevar una carga al espacio por un costo decenas de veces inferior al de los cohetes actuales, y además el ascensor se movería con electricidad, que puede provenir de fuentes renovables y no contaminantes.
Pero las barreras tecnológicas han confinado al proyecto en el ámbito de la teoría.
Una importante empresa de construcción japonesa, Obayashi, que trabaja en colaboración con el equipo de Shizuoka, también está estudiando la manera de construir su propio ascensor, para llevar turistas al espacio hacia 2050.
En 2012, la misma explicó cómo prevé tender un cable construido con nanotubos de carbono, una estructura de material veinte veces más resistente que el acero. La cabina se desplazaría gracias a esta cuerda gigantesca, que mediría no menos de 96.000 km, o sea, más o menos un cuarto de la distancia de la Tierra a la Luna.