Se trata de José Manuel Estévez, investigador de la Fundación Instituto Leloir (FIL) y del Conicet. La distinción llegó por parte del centro de ingeniería genética y biotecnología más importante del mundo
El científico argentino José Manuel Estévez, investigador de la Fundación Instituto Leloir (FIL) y del Conicet, fue distinguido por el centro de ingeniería genética y biotecnología más importante del mundo por sus estudios para el desarrollo de cultivos adaptables a condiciones desfavorables, lo que, según explicó hoy a Télam, «será cada vez más necesario en el contexto del cambio climático».
Se trata de la distinción del Centro Internacional de Ingeniería Genética y Biotecnología (Icgeb), con sede en Trieste, Italia, que seleccionó recientemente el proyecto del argentino y de un científico croata como las mejores investigaciones para un nuevo premio que lanzó este año.
«Nuestro objetivo a largo plazo es poder desarrollar cultivos de rápido crecimiento que tengan una mayor capacidad para la absorción de agua y nutrientes y que se puedan adaptar a condiciones desfavorables de crecimiento como sequía y efectos de salinidad», detalló a Télam Estévez, jefe del Laboratorio Bases Moleculares del Desarrollo Vegetal en la FIL.
El científico indicó que la importancia de este desarrollo es clave en el contexto actual porque «en este entorno de cambio climático global es esperable que haga falta cada vez más desarrollar cultivos que sean más adaptables a condiciones adversas».
Hace dos años Estévez, junto a su grupo de investigación, había recibido un subsidio del Programa de Investigación Colaborativa (CRP) del Icgeb, -que recibe propuestas de científicos de sus 64 Estados miembro-, para llevar adelante la investigación titulada «Maestros reguladores moleculares del crecimiento polarizado en células vegetales».
Durante 2017 y 2019, Estévez realizó más de 17 publicaciones en prestigiosas revistas internacionales y al realizar la rendición del subsidio ante la Icgeb el organismo decidió distinguirlo por su rendimiento «sobresaliente».
«El proyecto tuvo distintos aspectos: por un lado, nos focalizamos en el crecimiento de las raíces y en la captación del fosfato y en entender el mecanismo molecular para maximizar la entrada de este nutriente esencial a la célula vegetal», explicó Estévez.
En este aspecto lo que lograron es comprender los factores que regulan el desarrollo y crecimiento de los pelos radiculares que son estructuras de las raíces encargadas de absorber agua y minerales del suelo.
Por el otro, trabajaron en colaboración con el grupo de Jorge Muschietti, del Instituto de Investigaciones en Ingeniería Genética y Biología Molecular (Ingebi), que depende del Conicet, en la comprensión de los mecanismos genéticos y moleculares que regulan el crecimiento de los «tubos polínicos».
«Los tubos polínicos son la estructura que llevan las gametas masculinas y son clave para la capacidad reproductiva de los cultivos, y desempeñan un papel crucial en la supervivencia de las plantas, tanto en la fertilización como en la formación de semillas», describió.
En los próximos años el objetivo es hacer una «traslación» de estos conocimientos a distintos cultivos: «Vamos a comenzar a trabajar con plantas de tomate para generar líneas de este cultivo que sean más eficientes en el crecimiento y en el uso de nutrientes», adelantó el científico.
Consultado sobre el impacto que los cultivos transgénicos tuvieron sobre los suelos, Estévez aseguró que «como toda tecnología tiene que ser bien utilizada; el problema de los transgénicos no es en sí la planta sino que después se utilizó como monocultivo con todo el problema que esto ocasionó en los suelos».
«Esta es una mirada más desde la agICGEBricultura que desde la ciencia. Hay que hacer rotación de cultivos, introducir otras prácticas, reducir el uso de agroquímicos; es decir, coincido en que hay que introducir cambios porque de la manera en la que se está produciendo no es sustentable», indicó.
Estévez señaló que «el uso de fertilizantes es muy preocupante porque de la cantidad que se aplica más de la mitad se pierden, es decir, no son absorbidos por las plantas, van a los cuerpos de agua y generan contaminación».
Y continuó: «En este sentido, nosotros creemos que la investigación nuestra va de la mano con hacer plantas lo más eficientes posibles para que haya que agregarle lo menos necesario de fertilizantes».
En este contexto, el investigador dijo que «hay que pensar que el fosfato no es un nutriente ilimitado y hay estudios que indican que en unos años se podría acabar, con lo cual va a haber una problemática importante; entonces tenemos que generar nuevas tecnologías que sean mucho más amigables con el ambiente».
Licenciado en Ciencias Biológicas con orientación en Botánica de la Facultad de Ciencias Naturales de la Universidad de La Plata y doctorado en 2004 en Ciencias Biológicas por la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales en la UBA, Estévez cuenta con dos posdoctorados en las universidades de Stanford y de Berkeley y más de 60 trabajos publicados en revistas científicas internacionales de gran prestigio como «Science», «PNAS», «Current Biology», «Molecular Plant» y «Plant Physiology».
Silvia Moreno, gobernadora por la Argentina ante el Icgeb, investigadora principal contratada del Conicet y profesora titular consulta de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, explicó que cada estado miembro de esa organización contribuye anualmente con una membresía que se calcula de acuerdo con las escalas de las Naciones Unidas.
«Con ese fondo de los países miembros se organizan las ayudas que ofrece el Icgeb, tales como los subsidios a la investigación, becas de formación doctoral, becas posdoctorales, y becas cortas de intercambio entre países miembros, y ayuda para la realización de cursos o eventos científicos», indicó.
«Las presentaciones que recibimos son excelentes y la selección se hace con la ayuda de una comisión ad hoc que elige el mejor. De modo que este premio a Estévez es, por extensión, un premio al país, que produce excelentes científicos», concluyó.