Quizás sea un pequeño brote, pero una hoja gigante para la humanidad. Si el ser humano quiere colonizar otros mundos del Sistema Solar, deberá explotar sus propios recursos para sobrevivir. Y para ello son necesarios cultivos que den soporte vital a los pioneros. China ha anunciado un importante paso en este sentido, al conseguir que una semilla brote en la Luna por primera vez. Una pequeña planta de algodón ha germinado en un tubo preparado para tal propósito a bordo de la sonda Chang’e 4, la primera en alunizar en la cara oculta de nuestro satélite en la historia de la exploración espacial.
Estas plantas no han sido las primeras en crecer en el espacio: un equipo de la NASA ya hizo que florecieran zinnias en la Estación Espacial Internacional (ISS) en 2016. Y antes habían crecido guisantes, trigo y otros vegetales de hoja verde. Los astronautas de la plataforma orbital también degustaron una rica ensalada de lechuga cultivada en ambiente de microgravedad. Sin embargo, como han explicado científicos de la Universidad de Chongqing (sureste de China), este es el primer experimento de biosfera realizado con éxito en la Luna.
La sonda Chang’e 4, que el pasado 3 de enero se posó en la cara oculta lunar, llevó consigo semillas de algodón, colza, patatas y arabidopsis (una planta modelo para experimentos), así como huevos de mosca de la fruta y algunas levaduras, con el objetivo de poder crear una «minibiosfera simple», según la agencia estatal de noticias Xinhua. El objetivo era poner a prueba la capacidad agrícola en un entorno extremo, crucial para futuras misiones espaciales a largo plazo, como una colonia en la Luna o la conquista de Marte.
Las imágenes enviadas por la Chang’e 4 mostraron este martes un brote de algodón que había crecido con éxito, la única semilla que ha conseguido germinar hasta ahora. Resulta toda una esperanza, porque el medio ambiente lunar es incompatible con la vida: las temperaturas sobre la superficie pueden superar los 100ºC por el día y bajar a los 100 negativos por la noche, además de recibir una mayor radiación solar y de presentar una menor gravedad que en la Tierra.
Gravedad y radiación
Por este motivo, el equipo había diseñado un recipiente que mantendría la temperatura entre 1 y 30 grados, permitiendo la entrada de luz natural y el suministro de agua y nutrientes para las plantas. Este dispositivo, un cilindro de aluminio de 18 centímetros de alto y 16 de diámetro, pesa 3 kilos y tuvo un coste de más de 10 millones de yuanes (1,29 millones de euros). «En realidad, parece un incubador muy sencillo», señala Francisco Javier Medina, del Centro de Investigaciones Biológicas del CSIC e investigador principal de la misión «Seedling growth» en Europa, un proyecto que la NASA y la Agencia Espacial Europea (ESA) llevó a cabo en la ISS durante cuatro años para cultivar plantas en microgravedad.
Según explica el científico, el brote de algodón se enfrentará a dos grandes problemas en la Luna: la gravedad, que es el 15% de la de la Tierra, y la radiación, muy potente sin una atmósfera protectora. «La gravedad es un factor ambiental esencial para el crecimiento de las plantas; para que el tallo crezca hacia arriba y las raíces, hacia abajo. Sin ella, la planta sufre un gran estrés, crece desorientada, retorcida en un amasijo de raíces y tallos», describe. Por su parte, el bombardeo de radiación cósmica podría provocar «una gran cantidad de mutaciones que descalabre su desarrollo normal».
Plantas tóxicas
Ahora, habrá que comprobar si el tallo crece día tras día y cómo lo hace. Si al algodón le siguen otras plantas comestibles, ¿podríamos alimentarnos alguna vez de un cultivo lunar? «A grandes rasgos sí. De hecho, los astronautas dijeron que la famosa lechuga de la ISS estaba muy rica, y no les pasó nada. Sin embargo, no conocemos todo sobre la biología de las plantas crecidas en el espacio. Podría ocurrir que produjeran metabolitos que las volvieran tóxicas, cosa que ignoramos», explica Medina. Si el algodón crece fuerte quizás podría reproducirse, pero para ello hace falta floración, un proceso que en la Tierra nos parece muy común pero que en realidad es tremendamente complejo.
Rosa de la Torre, del Departamento de Espacio-Observación de la Tierra del Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial (INTA), cree que un cultivo lunar «tiene probalidades de sobrevivir, pero siempre bajo ciertas condiciones, como una base planetaria (el suelo de la Luna es tóxico), acceso a agua y filtros que minimicen la radiación». En experimentos que ella ha liderado, esporas de líquenes fueron capaces de crecer en condiciones muy similares a las lunares.
Lanzada a la carrera espacial, la ambición de la superpotencia no se detiene en los experimentos con vegetales. Wu Yanhua, jefe adjunto de la Administración Espacial Nacional de China (CNSA), anunció en una conferencia de prensa cuatro misiones lunares más, una de ellas el envío a finales de este mismo año de la Chang’e 5 para recoger muestras lunares y devolverlas a la Tierra. La siguiente, Change’ 6, podría repetir la hazaña desde el polo sur del satélite. Además, estas iniciativas estudiarán la posibilidad de la construcción de una base de investigación lunar, quizás levantada con tecnología de impresión 3D. Además, el país se propone ir más lejos y enviar una sonda a Marte alrededor de 2020.