La plataforma del Centro de Lanzamiento de Satélites de Wenchang se puso al rojo vivo este 29 de abril, por la estela de fuego que dejó al despegar el cohete Long March-5B
Como era una postal casi de rutina en la ex Cabo Cañaveral, Houston (EEUU) o en el cosmódromo de Baikonur, en Kazajistán, Rusia, ahora la plataforma del Centro de Lanzamiento de Satélites de Wenchang, en la isla tropical de Hainan (sur) de la República Popular China, se puso al rojo vivo, este 29 de abril, por la estela de fuego que dejó al despegar el cohete Long March-5B, que portaba acoplado el módulo central de lo que será su estación orbital.
El acontecimiento fue transmitido en directo por la televisión pública CCTV.
Haber plantado su propia posta en el anillo cósmico cercano (400 a 500 km de la tierra) por el que transitan los satélites le abre la posibilidad de tener astronautas de forma permanente en el espacio, como EEUU y Rusia, lo cual marca el ingreso concreto chino en la gran carrera espacial.
Desde que la ex URSS instaló la Salyut 1, hace 50 años, las estaciones en órbita habían recibido 11 visitas humanas en total.
El módulo Thiane (significa «Armonía celeste») lanzado contiene hasta habitaciones para los miembros de la tripulación. Es, al menos, el primero de los 10 envíos que prevé el plan espacial del gigante asiático, los cuales, junto a misiones tripuladas y de carga, completarán el ensamblaje de la estación a fines de 2022.
La Estación Espacial Internacional (EEI), un emprendimiento multinacional liderado por la NASA, de la que China no participa, ya no estará sola en cuanto sea ensamblada el año próximo la Estación espacial china (CSS por sus siglas en inglés), a la que se le estima una vida útil entre 10 y 15 años.
Transcurrieron 23 años desde que el cohete ruso Protón mandó a la órbita terrestre al módulo Zaryá, primera pieza de la estación que fue construida con los aportes de Estados Unidos, Canadá, Japón, Rusia, Brasil, Bélgica, Dinamarca, Francia, Alemania, Italia, Países Bajos, Noruega, España, Suecia, Suiza y Reino Unido.
Actualmente la componen tres módulos principales: Destiny, que es el laboratorio estadounidense; Columbus, que es el laboratorio de investigación de la Agencia Espacial Europea; y Kibo (palabra japonesa que significa «esperanza»), que es el módulo de experimentación de Japón.
Si bien la agencia espacial norteamericana le inyectó US$1.321 millones para su operación en el año fiscal 2021, la EEI es un proyecto compartido y se afirma que le será estirado el período de vida útil hasta después de 2028, a pesar de que en un principio fue concebido como un proyecto para 30 años.
Pero ahora tendrá compañía, cuando Tiangong («Palacio Celeste»), que es el nombre chino de CSS, cohabite en órbita alrededor de la Tierra.
Es ésta unas cuatro veces más chica y de última tecnología.
Su parte central tiene una longitud de 16,6 metros y un diámetro de 4,2 metros y pesa más de 90 toneladas.
Por su aspecto, guarda reminiscencias con la antigua estación rusa «Mir», que estuvo entre 1986-2001.
Los estudios científicos que se llevarán a cabo dentro y fuera de la estación estarán relacionados con la fisiología, las ciencias de la vida, la física de fluidos, la ciencia de materiales, la astronomía y la observación de la Tierra.
Hasta ahora se han seleccionado unos 100 experimentos de entre más de 800 propuestas nacionales, y algunos de ellos podrían empezar a recoger datos ya el año que viene.
Cooperación
Si bien el gobierno de Beijing nada dijo de convertirla en un lugar de cooperación internacional, como lo es la ISS, sí se declaró abierto a colaborar con el extranjero.
«No pretendemos competir con la EEI en términos de escala», aseguró Gu Yidong, científico jefe del Programa Espacial Tripulado de China, que fue citado por la revista Scientific American.
Desde hace décadas, China ha estado apostando fuerte por su programa espacial para ponerse al día con los europeos, rusos y estadounidenses.
Ya había enviado al espacio a su primer astronauta en 2003 y en 2019 posó una sonda en el lado oculto de la Luna; fue la primera vez. El año pasado trajo 1 kilo 700 de muestras que tomó, y puso a disposición de la comunidad internacional para ser estudiadas.
China es el primer país que toca la cara oculta de la Luna. En mayo se propone posar un pequeño robot con ruedas en Marte. Y además la agencia espacial anunció su intención de construir una base lunar en sociedad con Rusia.
Es en este capítulo de la carrera espacial en el que las antenas para espacios lejanos, que sintonizan los sucesos a 2 millones de km, instaladas en la Estación de Espacio Lejano CLTC-CONAE, en el paraje neuquino Quintuco, cobran un rol protagónico en el control, seguimiento y monitoreo de la misión china al planeta Marte, que se inició el 23 de julio del año pasado, cuando fue lanzada la sonda diseñada para completar la órbita, el aterrizaje y la exploración en un solo viaje.
En febrero último, China también logró insertar la sonda «Tianwen-1» en la órbita de Marte luego de volar unos 465 millones de kilómetros en unos 197 días.
Actualmente, se encuentra a 184 millones de kilómetros de la Tierra y a 1,1 millones de kilómetros de Marte, con todos sus sistemas en buen estado de funcionamiento, como informó la Administración Nacional del Espacio de China (CNSA).
La programación continúa en junio cuando sea enviada la primera misión tripulada con tres astronautas que permanecerán en órbita aproximadamente tres meses a fin de probar el sistema de soporte vital y el mantenimiento.
Se trata de una verdadera proeza para el programa espacial del país asiático, a partir de la cual se hará descender un pequeño robot en el planeta rojo, acontecimiento que ya fue motivo de un anuncio público importante en la plaza de Tiananmen de la capital china.
Es que China quiere mostrarse al mundo como un actor preponderante en la carrera espacial y en la ciencia, lo cual forma parte de la hipercompetencia tecnológica que libra con Estados Unidos.