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ChatGPT, la inteligencia artificial ya parece humana


Un módulo de lenguaje puesto en abierto en internet demuestra el gran potencial del aprendizaje automático para resolver al instante todo tipo de problemas

Desde el pasado viernes el mundo está fascinado por la aparición de ChatGPT, un nuevo modelo de lenguaje de diálogo, basado en la inteligencia artificial (IA) GPT3 de la compañía OpenAI, que puede razonar –o aparenta hacerlo– como un ser humano. Se trata de un bot conversacional capaz de escribir ensayos, relatos de ficción y poesía, jugar y crear juegos, escribir código de programación de software, hallar errores en un texto, explicar el desarrollo y la solución de una proposición matemática… Cualquier cosa que se le proponga y con apariencia humana.

Es difícil encontrar un consenso entre los expertos en inteligencia artificial sobre las consecuencias que puede implicar una tecnología como esta, pero existe unanimidad en la conclusión de que a partir de ahora hay un antes y un después en bots de inteligencia artificial capaces de conversar con humanos. Entre las implicaciones que puede generar ChatGPT hay sugerencias de que puede acabar con el modelo de organización de la vasta información que supone Google con sus búsquedas.

Chat GPT representa un punto de inflexión si se la compara a otras inteligencias más toscas. Con un número casi ilimitado de respuestas preprogramadas, parece adaptarse a los diálogos de manera más ajustada. “Parece” porque, más allá de las promesas, cuando el usuario prueba el sistema en carne propia, las fallas del chat bautizado como Generative Pre-trained Transformer son sustantivas. Frente a ello, desde la compañía argumentan –con razón– que la red neuronal mejorará a medida que los usuarios la entrenen y las respuestas que brinda puedan calibrarse de acuerdo a los contextos dados. El sistema toma los datos a través de internet; de hecho, maneja tanta información que algunos gurúes tecnológicos anticipan que podría competir con Google.

“Chat GPT tuvo un pico de descargas, marcando un hito histórico, pero aún no está integrada a la vida diaria de las personas. En mi agencia lo usamos como un recurso más, pero todavía no reemplaza a Google. Lo que va a ser revolucionario es el uso de la IA para generar soluciones a largo plazo. Se planteó un camino del cual ya no se podrá volver atrás”, asegura Marina Damil, quien trabaja y es docente en la escuela de marketing digital Pixel Digital Academy.

Aunque parezca descabellado que una nueva tecnología pueda destronar al gigante de las letras coloridas, lo cierto es que Google ya se dio por aludido y anunció, a través de su firma Alphabet Inc, el lanzamiento de “Bard”, su propio chatbot inteligente. Por ahora, está en fase de pruebas y no cumplió con las expectativas. En apariencia, cuando a comienzos de 2023 Bill Gates apuntaba que la escena tecnológica iba a estar protagonizada por la inteligencia artificial, solo estaba anticipando por donde venía un asunto que conocía de primera mano. China, por su parte, ya encendió motores y también se suma en la discusión en torno a las aplicaciones de IA. De hecho, desde el Estado comunicaron el apoyo con incentivos de distinto tipo a aquellas firmas que estén en condiciones de desarrollar chats similares al GPT. La competencia está servida.

El éxito de este chat en tan poco tiempo es notorio pero no sorprende. En teoría, permite la realización de muchas tareas que a los humanos les resultarían tediosas y las resuelve en cuestión de segundos. No solo responde preguntas, sino también corrige textos, traduce idiomas, crea resúmenes y resuelve ecuaciones.

Las buenas y las malas

“Estamos muy acostumbrados a usar chatbots. El avance que presenta este en particular es que tiene parámetros que simulan conversaciones un poco más complejas, a partir de datos que ya están disponibles en internet y otros que brindan los usuarios a medida que lo entrenan. Como los diálogos parecen más naturales, llaman más la atención”, opina Natalia Zuazo, especialista en política y tecnología, y consultora de Unesco. Al respecto, Damil apunta: “Me parece que funciona bien pero aún tiene algunas limitaciones, como por ejemplo ser una web app; y también exhibe problemas de conexión. La he probado en diferentes momentos y muchas veces no carga o no sincroniza bien con la información que se pide. No obstante no llega al nivel de error que tuvo Bard, la solución de Google”.

ChatGPT, asimismo, puede escribir poemas y discursos, redactar trabajos de investigación completos, así como publicar notas periodísticas como esta en un instante. Es una herramienta con mucho potencial y como toda tecnología –inescindible de la humanidad– conlleva usos positivos y otros que no lo son tanto. Si bien las inteligencias artificiales aún no pueden reemplazar a las humanas, algunas instituciones toman sus precauciones.

En Francia, la universidad Sciences Po fue pionera al prohibir a sus estudiantes el robot conversacional Chat GPT, porque lo considera una copia que puede derivar en sanciones severas y la expulsión del alumno que lo utilice sin permiso. Será distinto, anuncian sus autoridades, si el docente habilita su empleo. Claro está, la herramienta podría servir para resolver trabajos engorrosos vinculados a la búsqueda de información y una redacción más o menos potable en cuestión de segundos.

El problema no es solo copiarse, sino copiarse mal. Al respecto, Zuazo destaca: “Al utilizar información ya publicada, recurre a diversas fuentes en internet. Con lo cual, a veces puede ceñirse a lo cierto y otras veces no. El chat no tiene voluntad de chequeo de la veracidad de lo que comparte, sino de reunir información y responder a partir de ello. Por lo tanto, en última instancia, queda en las personas definir qué es cierto”.

Hay un peligro, entonces, vinculado a la veracidad. En efecto, una buena estrategia para comprobar su eficacia es charlar con el bot acerca de asuntos en los cuales el usuario es especialista, o bien, dominios sobre los que tiene un saber avanzado como para comprobar el funcionamiento de la IA. “Hay que tener en cuenta que no es un sistema maduro. Genera respuestas de manera permanente, tiene un progreso rápido, pero todavía tiene conflictos”, sostiene. Bajo esta premisa, desde Open AI, ya lanzaron Chat GPT plus: una versión de pago, a priori mejor calibrada que la anterior y que ya está disponible en Estados Unidos.

Una utilización positiva, en cambio, es la que se vincula con Koko: una herramienta de apoyo psicológico que integra a Chat GPT, y es capaz de ofrecer acompañamiento emocional a personas que necesitan proteger su salud mental. Su principal objetivo es prevenir que los individuos en una situación de vulnerabilidad atenten contra su salud. Según Rob Morris, el cofundador de la plataforma, hasta enero de 2023, más de 4 mil personas recibieron la asistencia virtual de Koko.

Ante los riesgos que anticipan las visiones más apocalípticas, Damil aprovecha para resaltar lo positivo. “Muchísimas cosas se van a poder hacer de forma más fácil y eficiente, como la redacción de contenido orgánico. Con el avance de los medios digitales, muchas personas perdieron la capacidad de poder expresarse. Creo que la IA viene a compensar un poco esa falta de comunicación que se nota en los recursos humanos. Incluso enseña cómo expresarnos mejor, y también a utilizar mejor la información disponible”.

¿Revolución o regulación?

La inteligencia artificial, algunas veces de manera subrepticia y otras de forma más explícita, transforma el mundo. La IA es muy eficaz para realizar tareas repetitivas y para el análisis de una ingente cantidad de información, aunque por el momento (solo por el momento) no tiene la habilidad de desempeñarse en empleos creativos, en la medida en que se revela incapaz para comprender los contextos, ni posee interpretación metafórica que evalúe tramas y subtramas, superficies y profundidades. Como se alimenta de datos sin considerar su veracidad, en general, suele reproducir información errónea, y cae víctima de la manipulación.

Por eso, las especialistas llaman a la cautela. “Quizás es mucho señalar que el chat podría ser revolucionario. Pero sí cambiará industrias, de eso podemos estar seguros”, destaca Zuazo. De esta forma, si bien es cierto que muchos trabajos desaparecerán, también emergerán nuevos. “Estamos por el camino de reemplazar lo humano en varios aspectos, y van a surgir trabajo nuevos que tienen que ver ya no con cuestiones operativas, sino con el uso de la razón y la manipulación de herramientas. Esto va a ser un alivio por un lado, aunque por otro también es verdad que habrá que buscar una solución a temas más complejos, como la seguridad informática y la manipulación de datos”, comenta Damil.

Mientras tanto, la geografía está plagada de tecnologías desreguladas que parecen evadir todos los controles. Sistemas que avanzan demasiado rápido, a tal ritmo que a veces pareciera no quedar tiempo para pedir explicaciones. Desde la Casa Blanca, el gobierno de Joe Biden comunicó en octubre de 2022 una Carta de Derechos de Inteligencia Artificial. Se trata de un plan que no fija acciones específicas de ejecución, pero se presenta como un llamado a la acción con el propósito de proteger, ante el avance de la IA, los derechos digitales y civiles. Queda la sensación de siempre: mientras los avances tecnológicos van al galope, la comprensión y la posterior regulación marchan sobre arena y en ojotas.