Opinión

Charly y Chicho, dos amores para un país herido


Por Carlos Duclos

Mi celular acaba de sonar, una notificación me ha llegado. Es de Belén Corvalán, amiga, colega periodista, que está en Buenos Aires. «Mirá la foto que saqué recién», me escribe. Y veo la imagen y quedo consternado y conmovido por la plenitud de la misma, por todo el mensaje que la imagen encierra.

Entonces enseguida le digo a Belén: «dame más data, porque tengo que escribir algo». Ella habla con el joven que está en situación de calle abrazado al amor (porque ese perro es el amor) y le dice que se llama Charly y que el pichicho es «Chicho». Charly y Chicho se encontraron hace dos años en situación de calle. «Él me encontró a mí y yo lo encontré a él», dice Charly ¡Qué palabras!

Y yo estoy aquí, frente a la computadora, tratando de hacer un collar de palabras que sean un testimonio que despierte conciencias. Pero…, ¿qué voy a decir? La imagen habla por sí misma: un joven durmiendo en la calle en la esquina de Lavalle y Florida; un joven con el destino partido por el medio, como tantos otros en este suelo rico de pobres corazones; un joven que ha encontrado el amor en donde siempre está el amor, en donde se ha refugiado para no perecer, en los animales. En los animales y en algunos seres humanos inocentes, sensibles, de esos que ha menudo son tapados por las sombras de la mezquindad, la ignorancia, la avidez por el poder, la riqueza y el burdo y estúpido fanatismo. Inocentes tapados y a veces pisoteados por un poder malicioso o indiferente, frío como el mármol, sin corazón que palpite y comprenda la angustia humana.

¿Qué voy a decir? ¿A quién? ¿A esos estúpidos que se burlan de la precariedad del otro, o que no les importa? ¿A esos fanáticos que defienden sus ideas antes que la paz del prójimo? ¿A esos conocidos de siempre que prometen y no cumplen?

Ahí están Charly y Chicho, dándose calor mutuamente, dándose amor; ese amor enflaquecido, desnutrido, en tantos corazones ¿Qué voy a decir? Que no sé por qué tengo la sensación de que Charly y Chicho son un bello ejemplo (aún en el mismo drama que comparten) de lo que deberían ser muchos dirigentes, conductores, gobernantes.

Imagen: Belén Corvalan