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Charla de Candi e Inocencio: «Hay que levantarse y seguir»


-Hay personas que sufren, Inocencio, y es recién allí, en ese sufrimiento, cuando descubren la verdad. Hay personas que no sufren, que jamás han tenido un alto grado de exposición al dolor, pero que tienen un significativo nivel de empatía y comprensión, y también en esa circunstancia descubren la verdad. Hay personas que han sufrido, que saben de qué se trata la vida y pasan el desierto, superan el dolor. Todas estas personas adquieren una “virtud”, si es que puede llamarse así: alta sensibilidad.
-Y las personas que no sufren, que jamás han sufrido que no tienen empatía, que no son sensibles, esas…
-Esas, a nivel consciente, viven una vida de placer (que no debe confundirse con felicidad), pero en el subconsciente de ellas yace la llama del vacío.
-¿Del vacío? Pero el vacío existencial se erige rey en el dolor, cuando la persona se pregunta frustrada, decepcionada: ¿de qué sirve la vida si estoy condenada a este momento?
-Mire Inocencio, yo no sé mucho de esas cosas pues no las he vivido. Yo soy apenas un simple personaje, como usted. Pero debo confesarle algo…
-¿Qué?
-Ese que nos da vida de vez en cuando, el que nos muestra no sé dónde, y luego nos manda de nuevo al cajón de los recuerdos, ese que se dice el autor de esta columna, a ese lo he visto escribir alguna vez, mientras sostenía la estilográfica en su mano, una carta.
-¿A quién? ¿Y qué decía?
-A quién no lo puedo decir, pero qué expresaba… Pues, escuche: “Yo también, en medio del desierto, supuse que el dolor era vano, aniquilante; que la soledad era mortal. No es así, el dolor trae consigo la propia redención, la misma resurrección hacia una nueva vida plena de sentido, aunque esto te parezca increíble ahora. Y, debo decirte, además, que tu soledad no es tal, porque también en la soledad hay compañía si aguzas el oído del alma. Detente, cálmate, relaja tu corazón y siente la presencia de tu “yo” y justo enfrente la mirada de Dios y a su lado el espíritu de aquel a quien extrañas. En tu dolor, esa es la Santa Trinidad que debes honrar. Escucha en el silencio de la supuesta nada como ellos te piden que emprendas un camino nuevo, distinto, a veces pesado de andar, es cierto, pero que le dará un nuevo sentido a tu vida. No escuches al mal, al demonio, que te incita a que te quedes allí en el dolor para siempre. El dolor que no es traspasado después de cierto tiempo te destruirá y el maligno habrá ganado. El sufrimiento que permanece para siempre fecundará el enojo, el rencor, y allí habrás comenzado con tu muerte. Siento decirlo, pero entonces habrás dado la espalda a tu Yo, a él y a Dios. Ninguno de los tres merece eso, así que levántate y anda”.
-Pues se ve que lo que dijo en la carta debe ser cierto, debe haber razón en ello, puesto que él mismo se levantó y siguió y hoy pone en nuestras bocas estas palabras.