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Capturado en el centro de México el Z-43, uno de los narcos más peligrosos


 

La captura de un importante capo de la droga permitió este jueves a las autoridades mexicanas presumir de dos acontecimientos poco habituales: el triunfo de los servicios de inteligencia y el descabezamiento de uno de las organizaciones más sangrientas de México: Los Zetas. El cartel, hoy a la baja en su poder de fuego frente a otros emergentes, aún mantiene la capacidad para seguir moviendo droga o extorsionando migrantes y comerciantes a lo largo del Golfo de México.

José María Guízar Valencia, alias Z-43, fue detenido en la mañana del jueves en la colonia Roma, en el centro de la capital, tras una operativo casi quirúrgico en el que no se disparó un solo tiro. No es fácil desplegar una misión de captura de uno de los grandes capos en un barrio hipster y uno de los más vivos y protegidos de la ciudad sin levantar sospechas. Sin embargo, la Marina, el cuerpo de élite para operaciones importantes como la detención del Chapo Guzmán, llegó, operó y se fue. Casi 12 horas después el Gobierno anunció su captura.

«Con información de inteligencia recogida en distintos puntos del país», los militares tenían datos «para su ubicación y captura en la Ciudad de México y actuaron sin hacer uso de la fuerza y al detenido se le leyeron sus derechos», detalló el Comisionado Nacional de Seguridad, Renato Sales.

«Reconozco ampliamente la labor de investigación de los elementos de la Secretaría de Marina, en coordinación con los organismos de inteligencia civil, por la importante captura de uno de los 122 objetivos prioritarios para el Gobierno Federal», escribió el secretario de Gobernación, Alfonso Navarrete, en Twitter. Aquella lista es ambigua ya que nunca se ha dado a conocer en su totalidad.

Su detención demostró que algunos de los principales narcos han encontrado en la capital mexicana un buen lugar para ocultarse y que los servicios de inteligencia funcionan a medio gas. Mientras ejecutan operaciones impecables los capos se cuelan y pasean el perro por la Plaza Río de Janeiro, donde hay un policía cada 50 metros. La polémica llega pocos días después de que una narcomanta supuestamente firmada por el Cartel Jalisco Nueva Generación (CJNG) anunciara su llegada a la capital y el fin de la burbuja en la que vive la capital respecto al resto del país.

Según las autoridades, Guízar Valencia es el responsable del trasiego de droga de Sudamérica a Estados Unidos y uno de los principales generadores de violencia en las regiones de Tabasco y Veracruz. Estados Unidos pide su extradición y ofrecía una recompensa de cinco millones de dólares por su captura. Con el país enzarzado en la contienda electoral, es difícil conocer dónde comienza la dimensión de la captura o el bombo propagandístico en un contexto ansiado de buenas noticias sobre violencia.

El Z-43 comenzó en el trasiego de drogas en 1998 desde Michoacán. En 2001 trasladó sus operaciones a Tamaulipas y durante esos años se expandió hasta Palenque, en la frontera entre los estados de Chiapas y Tabasco, para apoderarse de la plaza. En 2005 pasó a Veracruz. Era la época de expansión de Los Zetas.

En 2007, los años en los que más sangre corría desde Tabasco a Tamaulipas, internacionalizó su mercado y comenzó con el tráfico de narcóticos vía terrestre entre Colombia y México, cruzando por Guatemala. Por aquel entonces los estados de Veracruz, Tabasco y Tamaulipas ardían por los cuatro costados. Los Zetas habían importado una nueva forma de ejercer la violencia que abarcaba todos los rubros: tráfico de droga, secuestro, extorsión, trata de personas y abuso a migrantes. Protagonizaron algunas de las matanzas más salvajes que se recuerdan. Había comenzado la guerra contra las drogas emprendida por Felipe Calderón (2006-2012).

Guízar se convirtió en líder del cártel tras la muerte del fundador del grupo, Heriberto Lazcano, El Lazca, y la detención de su sucesor, Miguel Ángel Treviño Morales, El Z-40. Aunque Los Zetas han perdido poder y territorio debido a la atomización, las detenciones y el empuje del CJNG todavía ejercen su ley en amplias zonas del sureste de México.

FUENTE: EL PAÍS