Por José Odisio
Burgos declara que cada partido debe tonarse como una final. Y está bien. El Mono necesita dejarle en claro a todos que la única manera de revertir este mal momento es garantizando la entrega incondicional. Después hará falta mejorar en lo futbolístico y mostrar mejoras físicas, pero eso forma parte de un trabajo del cuerpo técnico que no aparecerá por arte de magia en diez días. Lo otro, en cambio, jugar cada partido dejando el alma en la cancha depende de la cabeza. Y ese es el punto donde el DT busca edificar un ciclo exitoso.
En esto de jugar finales, la Lepra enfrenta a Atlético Tucumán. Y el morbo provoca una sensación especial en el hincha. Es que el Decano tiene en el banco a Omar De Felippe, de paso poco exitoso en el Parque. Por esos caprichos del destino, el fixture puso en el camino a De Felippe y Kudelka en los bancos rivales en semanas consecutivas. Y si bien para Burgos tienen el mismo valor, para el hincha hay una mayor necesidad de victoria. Aunque en la tabla ganar no dará demasiada rienda suelta para celebraciones.
Burgos mostró entusiasmo, trabajo, dedicación, profesionalismo. No es un improvisado. Sus referencias bielsistas, o tal vez simeonistas, se vieron en estos diez días de estadía en el Centro Deportivo Griffa, el búnker que eligió como morada. Todo lo que el DT puede hacer previo a un partido está. Ahora llega la parte donde su injerencia es relativa, llega el momento donde los jugadores deben demostrar si la idea empieza a llegar. Y están los impredecibles, esos que a veces marcan historias por mínimos detalles, como un tiro en el palo, un rebote que desvía un balón o un error arbitral. Pero para minimizar el impacto de esas situaciones hay que estar preparado. Y desde afuera Burgos muestra que lo está. Aunque el resultado de las próximas 14 finales darán el veredicto.