Por Teresa García, senadora bonaerense del Frente de Todos
Por Teresa García, senadora bonaerense del Frente de Todos
En Argentina asistimos hoy a un debate que se reedita desde hace algunos años antes de cada elección: ¿es necesario reformar el sistema de emisión del sufragio?
Se propone cambiar la tradicional boleta partidaria con la que votamos desde el siglo XIX por una boleta única (BU) que contenga en un mismo papel la oferta electoral completa, de todos los partidos. Sectores de la oposición propugnan este cambio bajo el argumento de la transparencia, tiñendo de dudas un sistema electoral que, aunque perfectible, garantiza desde hace años elecciones limpias.
Se pasean por los canales de televisión criticando el sistema electoral argentino, en especial la mal denominada «lista sábana», argumentando que el electorado sólo conoce al primer candidato o candidata del espacio político y que luego en los restantes lugares se ponen personas desconocidas. Pero pocos advierten que con la boleta única la «sábana» se hace capa y es posible que los pregoneros de la transparencia la usen para hacer magia.
Un cambio a las apuradas conlleva el riesgo de no resolver los problemas que se aduce tiene el sistema actual y, peor aún, puede producir efectos no deseados y nocivos, tanto para el sistema político como para los partidos en su conjunto.
Ante esta circunstancia parece oportuno poner en cuestión ciertos «mantras» sobre los que se basa la falacia de que con la boleta única se acabarían los problemas de nuestra democracia.
Esto no supone demonizar a la boleta única que, como es bien sabido, tiene múltiples y conocidas ventajas, sino clarificar y profundizar para evitar caer en posiciones reduccionistas.
1) Ningún sistema de emisión del sufragio es perfecto. Todo sistema tiene ventajas y desventajas. Por eso, no es posible analizar el cambio de un instrumento de votación fuera de un contexto específico o despojado de los efectos que podría tener sobre el sistema de partidos o el comportamiento de los electores.
2) En Argentina no hay problemas de fraude electoral. Las fuerzas políticas reconocen que el sistema funciona. Claro que todo sistema es perfectible, pero nunca el resultado de las elecciones se ha puesto en cuestión. Incluso quienes con falta de responsabilidad democrática declaman que el sistema es fraudulento y que por eso se debería cambiar el instrumento de votación han ganado elecciones y crecido como fuerza política bajo el cobijo de este sistema.
3) No es cierto que con la boleta única el elector disponga de más información para votar, todo lo contrario. Este tipo de boleta, por su diseño, oculta información al elector, pues solo los 3 primeros candidatos de la categoría son visibles. En este sentido, el elector cuenta con menos información que con el sistema actual. Esto no solo favorece una mayor personalización (y en ocasiones farandulización) de la política, sino que debilita a las agrupaciones partidarias. En la Provincia de Buenos Aires, por ejemplo, que elige cada dos años 35 diputados nacionales, 32 quedarían fuera de la vista del elector.
4) En distritos populosos (como la PBA) la conjunción de boleta única y elecciones primarias puede ser extremadamente problemática en términos operativos.
Para darnos una idea, en las PASO 2021, en mi distrito, San Isidro, tuvimos: 27 listas para diputados nacionales, lo que hizo que haya 945 precandidatos, más los 270 suplentes; 22 listas de senadores provinciales, por lo que hubo 132 precandidatos, más 66 suplentes. Pero también se eligieron 12 concejales con base en 21 listas, lo que arroja 252 candidatos a concejales, más 168 suplentes, más 84 consejeros escolares, más 84 suplentes.
Todo eso hace un total de ¡2001 precandidatos y precandidatas en una esclarecedora boleta única del tamaño de una frazada (incluso cuando solo se muestran los primeros 3 candidatos)!
5) Cambiar el sistema de emisión del voto tiene efectos sobre la gobernabilidad y el sistema de partidos. El uso de la boleta única puede alentar el voto cruzado y de este modo, dificultar la gobernabilidad y generar parálisis legislativa al producir mayorías legislativas de diferente color al ejecutivo y profundizar la fragmentación del sistema de partidos.
6) Al igual que con otros sistemas, con boleta única los fiscales son imprescindibles. Aunque es cierto que, por su lógica constitutiva, desalienta el posible robo de boletas (ya que no hay incentivos para robar boletas en las que están todos los partidos), no es cierto que bajo este sistema no se requiera la presencia de fiscales partidarios.
No olvidemos que el rol central de los fiscales es velar por el correcto recuento de los votos y «cuidar» los votos de su partido.
Esta tarea que ocurre en el escrutinio de mesa seguirá existiendo y los fiscales continuarán siendo figuras centrales en representación de los partidos el día de la elección, en especial ante la incorporación de un instrumento nuevo y con lógicas de recuento diferentes a los anteriores.
Si queremos construir una mejor democracia deberíamos tomarnos muy en serio este tema por sus posibles consecuencias y encuadrarlo en el conjunto de los debates que atañen al sistema electoral.
Hay problemas tanto o más urgentes que el cambio de la boleta de sufragio. Por ejemplo, en el orden provincial, la desproporcionalidad en la representación afecta seriamente a la provincia de Buenos Aires. Sin embargo, estos problemas no gozan del mismo atractivo mediático ni son bandera del republicanismo de taquilla.
Si nuestro espacio político promoviera esta discusión nos estarían acusando de querer inclinar la cancha, pese a que la Constitución Provincial establece mecanismos para su actualización.
Seamos honestos y responsables con la gente, como dirigencia política que somos, y no reduzcamos esta discusión a opciones maniqueas que poco explican la complejidad del tema.
Si vamos a debatir, que sea en serio.