La investigadora María Soledad Ramírez dirige su propio laboratorio en la Universidad Estatal de California, en Fullerton, donde investiga los mecanismos de resistencia a los antibióticos de la bacteria Acinetobacter baumannii
La investigadora María Soledad Ramírez dirige su propio laboratorio en la Universidad Estatal de California, en Fullerton, donde investiga los mecanismos de resistencia a los antibióticos de la bacteria Acinetobacter baumannii (Ab), que integra la lista de los patógenos críticos de la OMS.
En su reciente visita a Buenos Aires, la investigadora presentó los resultados de sus últimos trabajos a científicos de la Fundación Instituto Leloir (FIL).
Ramírez señaló que las «superbacterias» representan un riesgo para la salud pública y que la bacteria Ab le resultó interesante «por su enorme versatilidad genética y la alta tasa de mortalidad que tiene al invadir el organismo humano», según publicó la Agencia CyTA.
Dos décadas después de haber comenzado sus investigaciones en 2001, la OMS y el Centro para el Control de Enfermedades (CDC) estadounidense incluyeron a «Ab» en la lista de patógenos críticos por considerarla una «superbacteria» resistente a todos los antibióticos disponibles.
Se trata de una bacteria que se contrae principalmente en el ámbito hospitalario y produce neumonía, septicemia y meningitis, entre otras infecciones que pueden llevar a la muerte.
«Tiene una capacidad de adaptación terrible. Puede permanecer sobre una superficie más de 100 días, en una mesada o en equipamiento hospitalario. Una vez que Ab ingresó dentro del hospital, es casi imposible de erradicar», señaló la investigadora.
Además, sostuvo que «las bacterias adquirieron una capacidad de evolución terrible, mucho mayor que el ser humano» y explicó que 15 años atrás una infección urinaria se trataba muy fácilmente con antibióticos, pero «hoy ya no es así y es necesaria la información que brinda el antibiograma para poder determinar la mejor manera de abordarla».
Según la científica, esta pérdida de eficacia de los medicamentos tiene que ver, en parte, con una capacidad natural de las bacterias para adaptarse, pero también con el mal uso de los antibióticos.
«Cuando uno lo toma sin que se lo hayan indicado o interrumpe el tratamiento antes de tiempo porque ya se siente bien, e incluso porque los médicos lo prescriben ‘por las dudas’ o ceden a la presión de los pacientes», indicó.
Otro gran problema son los antibióticos en la ganadería, donde se los utiliza como factor de crecimiento o de manera preventiva para no afectar la producción.
Si bien Ab es una bacteria hospitalaria y hay muy pocos reportes de casos a nivel comunitario, Ramírez contó que también está asociada a climas tropicales, por lo que estimó que el cambio climático impactará en el tipo de infección que cause.
«La resistencia a los antimicrobianos es una de las diez principales amenazas de salud pública a las que se enfrenta la humanidad», advirtió.
Ramírez compartió en su disertación conclusiones sobre el cefiderocol, uno de los últimos antibióticos aprobado por la FDA, la agencia reguladora de los medicamentos de Estados Unidos, para tratar infecciones serias producidas por «superbacterias».
«Aunque es bastante prometedor por su efectividad, ya estamos viendo incrementos de resistencia», aseguró.
El cefiderocol, que todavía no se comercializa en la Argentina, es una molécula muy particular porque se trata de un híbrido de dos antibióticos de la familia de las penicilinas (betalactámicos), al que le sumaron un compuesto químico que atrae el hierro (catecol), elemento que necesita la bacteria cuando está causando la infección.
Con el objetivo de limitar y contener la amenaza para la salud que representa la resistencia bacteriana, la semana pasada el Gobierno argentino reglamentó la Ley de Prevención y Control de la Resistencia a los Antimicrobianos para fomentar su uso responsable en salud humana y animal.