Por Carlos Duclos
Pateó el tablero ¿¡Y cómo!? Sacudió las estructuras peronistas y hasta en algún momento pareció que no hablaba ese Sergio Berni ministro de Seguridad del gobierno de Axel Kicillof, sino un opositor. Dijo lo que ya se conoce en cada rincón de la República Argentina: que la toma de tierras es ilegal, que detrás de ellas están el “Chino” Navarro y Emilio Pérsico funcionarios del gobierno nacional; que los planes sociales no sirven para nada y que detrás de esos planes hay una mafia. Por supuesto, nuevamente cargó contra la ministra de Seguridad del gobierno de Alberto Fernández, Sabina Frederic, ministra que ahora ha cambiado su relato y salió a decir que las tomas son ilegales. Y ante tanto embate de alguien que proviene del riñón de Cristina y que fue respaldado en las últimas horas por el propio gobernador Kicillof, hay silencio de radio en las trincheras que recibieron la granada y la pregunta surge sola: ¿Qué está pasando?
Una primera respuesta al interrogante gira en torno a una interna feroz (y solapada a veces) en el oficialismo; otra que el sector al que Berni responde quiere imponer su imagen y catapultarlo como candidato y otra también que han buscado a una figura para congraciarse con una parte de la sociedad que en un primer momento se mostró confiada y apoyó a Alberto Fernández y al peronismo moderado que representaba, pero que ahora parece haber sentido que no actúa según lo esperado. Todo puede ser.
Sin embargo, la respuesta al ¿qué está pasando? debe buscarse en otras profundidades. Está pasando que la estructura política argentina ha llevado al país a una situación desgraciada, dramática. Cuando se habla de estructura política, no se habla de un partido, de un espacio, sino de todos aquellos que en décadas de democracia no han podido, no han querido, no han sabido, evitar la extrema pobreza, atenuar la ignorancia, neutralizar el desorden de todo tipo, y bajar a niveles aceptables el delito que hoy es extraordinario. Han sabido, sí, mentir, prometer y no cumplir, agudizar la pobreza, endeudar al país, institucionalizar planes sociales y dar vuelta los versos del Martín Fierro: “debe no trabajar el hombre para ganarse su pan”. En esto tiene razón el ministro de Kicillof.
Y en esta institucionalización de lo que no debe ser, de lo que no se debe hacer para que una sociedad crezca, han estado en mayor o menor grado todos en estas décadas de pretendida democracia. Y si no es así, que se diga por qué los niveles de pobreza en un país tan rico han sido históricamente altos (verdaderas estadísticas, no las dibujadas), por qué la inflación jamás pudo ser vencida, por qué el peso es a la hora de ahorrar reemplazado por el dólar, por qué los jubilados viven eternamente sojuzgados, por qué el delito crece y el desorden se yergue airoso, por qué (como decía Perón) los salarios siempre suben por la escalera mientras los precios y todo lo demás van siempre por el ascensor, por qué la justicia ha sido y sigue siendo un poder a contramano de la voluntad de la gente. Y así podríamos seguir con una larga lista de por qué.
Y hay un por qué, claro: porque los que amaban a la Patria, los que pensaban en los seres humanos como individuos y como parte social, los que pensaban, los que eran estadistas, los inteligentes con gran sentido común, los que bregaban por la realización del ser humano en lo material, intelectual y espiritual, ya no están, han muerto. Desde hace tiempo en el país están los otros. Los otros, los que se dicen ser y que no son. Y que quede claro, esos otros no fueron establecidos por obra y gracia solo de ellos mismos ¿Quién puede decir, en cuanto a planes, pobreza que Berni no tiene razón?