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Quilmes

Básquet inclusivo: una escuela utiliza el deporte para estimular la motricidad


Chicos con autismo y síndrome de Down son estimulados a través de la práctica del básquet en una escuela a la que concurren más de 40 personas y que funciona desde hace 17 años a partir de un hecho de discriminación sufrido por un niño con discapacidad.

«La discapacidad no necesita protectores, necesita educadores», dijo a Télam María Soledad, quien todas las semanas junto a un grupo de jóvenes busca integrar a personas con diversas discapacidades mediante la práctica de este deporte.

Sol, como le gusta que la llamen, tiene 42 años y trabaja como administrativa en el Inadi. En 2002 observó que un entrenador de básquet ignoraba a Maximiliano, por aquel entonces de 9 años y con síndrome de Down, que picaba en solitario una pelota al costado de la cancha.

Luego de escuchar una serie de argumentos con los porqué, Maxi no podía jugar con los demás chicos, pidió al club que le presten la cancha y convenció a los padres del niño a que el siguiente fin de semana lo llevaran, que ella le enseñaría a jugar.

Sin experiencia previa, Sol entrenó durante un año y medio a Maxi con ejercicios vinculados al básquet para estimular su motricidad.

Hoy, 17 años después, son más de 40 las personas, entre 10 y 46 años y con diferentes discapacidades, las que forman parte cada sábado de la Escuela de Estimulación Deportiva en el Club Moreno de la localidad bonaerense de Quilmes, la primera de este estilo en la Argentina.

La escuela está dividida en dos grupos: Los más avanzados están en el primer turno y en el segundo, las personas que requieren una atención más específica.

«Con el tiempo, muchos del segundo grupo pasan al primero por su evolución positiva tanto en el juego como en la sociabilización», indica la directora.

«Jugando uno logra un montón de cosas», asegura Sol, y agrega que «se trata de buscarle el yeite para ayudar a cada chico a moverse mejor y que se integre al resto del grupo».

Sol cuenta que muchos chicos evolucionaron en muy poco tiempo aunque «cada chico tiene lo suyo» como es el caso de Jorge, con autismo, y que estuvo todo un año tratando de sociablizar con Alan, uno de los profesores.

«Con paciencia y jugando, Jorge logró no tenerle más miedo a la pelota y se integró con el resto del grupo», afirmó la mujer y añadió «fuimos la primera escuela que practica básquet con chicos con discapacidad con las reglas propias de este deporte, no adaptadas».

La Confederación Argentina de Básquetbol (CABB) dona cada año pelotas y elementos como conos o pecheras. La escuela no cuenta con ayuda estatal municipal ni provincial.

Cecilia Lauria, mamá de Pilar Fonseca, de 19 años y con discapacidad cognitiva, cuenta a Télam que notó un cambio de actitud desde que su hija comenzó en la escuela.

«Te vas con un dolor en la cara de la sonrisa que tenés durante toda la clase», indica Sebastián, tío de Pilar, que acompaña a su hermana y sobrina cada sábado.

«Los padres vienen con mucho miedo e incertidumbre», destaca Sol, y continúa: «Acá tratamos a todos los chicos por igual, les ponemos límites y no dejamos que hagan cualquier cosa».

Desde este año, Maximiliano, hoy de 26 años y fanático del básquet como desde aquel día que un entrenador le negó jugar, forma parte del staff de profesores como ayudante en el segundo grupo.