El genial músico y compositor, Astor Piazzolla, este jueves cumpliría 100 años
Por Pablo Tallón
El genial músico y compositor Astor Piazzolla, que este jueves cumpliría 100 años, tuvo su primer bandoneón a los ocho: lo compró en una casa de empeños en Nueva York su padre, Vicente, trabajador de una peluquería regenteada por un mafioso.
Si esa situación ocurriera en la actualidad, Vicente entraría a algún portal de compraventa por internet y desistiría de su deseo de fomentarle al niño el estudio y la práctica del bandoneón: al ver que un instrumento usado no baja de los 200 mil pesos, cerraría la página web, horrorizado (por el precio o por su delicada economía familiar).
El bandoneón, símbolo del tango, es hoy en día un instrumento casi de culto, al que muy pocos pueden acceder. Así coinciden varios referentes del mundo del fueye consultados por NA.
«El entorno del bandoneón es muy elitista, muy cerrado. A los chicos, y también a los grandes, la mecánica del instrumento los fascina. Me suele pasar que cuando termino de tocar se me acerca una madre con un chico y me pregunta cómo se puede hacer para tocar bandoneón, cuánto sale. En cuanto le digo que no bajan de 200 mil pesos, ¿qué hace la madre? Va y le compra una guitarrita china en una juguetería. Es una lástima porque es el instrumento que más nos representa en el mundo», se lamentó el músico Mariano Godoy, que en 2014 fundó la Orquesta Escuela de Bandoneones (OEB).
Similares situaciones ha vivido a lo largo de su vida el prestigioso luthier Oscar Fischer.
«Un bandoneón barato y más o menos bueno sale 2.000 dólares. O sea, 300 lucas para que un nene empiece a tocar. Ahí se caen todas las estanterías», explicó el responsable de La Casa del Bandoneón, donde funciona una escuela-taller y el museo más completo de la Argentina sobre la historia del fueye.
«La problemática del bandoneón es que es difícil… difícil de acceder», ironizó Godoy en diálogo con Noticias Argentinas (NA), a la vez que destaca que se encuentra terminando de diseñar el curso «Bandoneón sin bandoneón» para personas interesadas que no tienen posibilidades de conseguir el instrumento.
En esa búsqueda por impulsar al bandoneón como instrumento musical y que no sólo sea propiedad de un minúsculo grupo, Godoy da clases grupales en la OEB a alumnos de distintas edades: desde Amelia, de 12, hasta Osvaldo, de 71.
Esa amplia gama etaria hace que los gustos y los intereses se muevan, como el fueye del bandoneón: «Osvaldo estaba re enganchado cuando le mostraron cómo tocar `El bombón asesino´ en bandoneón», comentó.
Por su parte, la directora del Polo Bandoneón, Carla Algeri, consideró que una de las flaquezas que enfrenta el bandoneón al analizar su escasa difusión es «la falta de formación de público».
«Lo más importante es transmitir cultura de generación en generación», subrayó la bandoneonista.
«El bandoneón es la vedette de nuestra música patrimonial, que es el tango. El interés que hay en el mundo es muy grande. Eso se dio después de que el tango fue declarado patrimonio de la humanidad» por la Unesco en septiembre de 2009, destacó una de las principales referentes del fueye en declaraciones a NA.
Y agregó: «A veces me pasó que muchos de los alumnos de la Cátedra de Bandoneón tuvieran uno, pero la realidad es que económicamente es difícil acceder a uno, porque son caros».
Al respecto, Godoy se quejó diciendo: «Los programadores de conciertos tampoco ayudan. Mucha gente de afuera valora al bandoneón de una forma en que acá no se ve. Grandes artistas de afuera han percibido su valor musical».
Consultados sobre si la industria alrededor del bandoneón podría ser generadora de divisas y de puestos de trabajo, los tres coincidieron.
«Absolutamente. En fabricación, en restauración, en afinación», consideró Algeri, mientras que Fischer remarcó: «Yo no puedo vender mis bandoneones acá. Soy un militante de esto, pero no un boludo. Como luthier sigo pagando impuestos para importar piezas que entran, pero que después vuelven a salir. Demanda del exterior hay. Presenté un proyecto para fabricar acá, pero nadie me dio pelota. Si tengo que hacer los elementos acá, es un gasto tremendo».
«Con un socio estamos trabajando en un proyecto para innovar como nunca en lo que se refiere al acceso al bandoneón», anticipó el fundador de la OEB.
Fischer, principal impulsor de la Ley 26.531 que estableció un régimen de protección y promoción del instrumento, recordó: «El bandoneón estaba en sus últimos momentos cuando empecé a hinchar las bolas con esto, en el 98. En ese momento, había dos o tres viejos luthier. Los bandoneones que había acá se iban para afuera, porque la gente de acá se estaba cagando de hambre y le vendía el instrumento a los extranjeros por dos mangos. Hoy hay más luthier, pero se han aburguesado, tienen menos ética y han transformado al bandoneón en una moneda de cambio».
El director de La Casa del Bandoneón dijo que planea mudar su taller a General Pueyrredón, el mismo distrito -cuya capital es Mar del Plata- en el que nació Piazzolla.
Cansado por no haber visto los frutos que esperaba en su lucha por el fueye, Fischer se emocionó al pensar en la posibilidad de que al instalarse en los mismos pagos costeros que lo vieron nacer a Astor (y también a él) el instrumento pueda popularizarse y salir del círculo elitista: «Me gustaría que se la declarara Capital Nacional del Bandoneón». sostuvo finalmente.