Opinión

Bajar la inflación a costa de la vida de los trabajadores y del mercado interno


* Por Alberto Botto

Que el gobierno procure establecer una guía de porcentaje para las paritarias del 14 o 15 por ciento (que en realidad en la práctica será un techo), es inaceptable y es, además, una paradoja en un modelo que en teoría debería defender la libre competencia. Es decir, el gobierno no cumple ni con sus propios principios regulando la negociación entre empresarios y gremios. La realidad es que el camino adoptado en materia económica es el más inapropiado para las clases más vulnerables del país y la clase media, que terminará afectada por este programa.

Sucede que se pretende detener la inflación a costa de la injusticia social que significa ponerle límite a la negociación salarial, lo que es lo mismo que decir que es a costa de paralizar más aún el mercado interno. El 2017 para los trabajadores, sin duda alguna, no ha sido bueno. La inflación, las pérdidas de puestos de trabajo, la caída del mercado de consumo por la merma del poder adquisitivo de los salarios, debido a que las paritarias no cubren el proceso inflacionario, son un termómetro infalible. Lamentablemente, el 2018, como se puede advertir, no parece que será mejor, al contrario.

Sin embargo, el gobierno insiste en una receta absolutamente equivocada, que segurante ha sido escrita por organismos de créditos internacionales. Así, voceros del Ministerio de Trabajo de la Nación han dicho que los gremialistas «se den cuenta de una vez que bajar la inflación es lo que más va a devolver poder adquisitivo”. Algo absolutamente falso, porque el poder adquisitivo y el mercado interno reviven cuando la economía crece, cuando hay producción y fuentes de trabajo.

Durante el año que acaba de finalizar, cerraron más de 7.500 Pymes, y los despidos masivos se sucedieron, y se siguen sucediendo, a lo largo de todo el país. El panorama es preocupante, más allá de que se quiera disimular apelando al marketing como programa de gobierno. Los aumentos en los tributos y los servicios son notables, y el inminente aumento de los combustibles que se aguarda para las próximas horas será otro empuje para la inflación, cuyo porcentaje, lo sabe muy bien la familia, no es el que se declama, porque en realidad el índice está muy por encima de las cifras que se dan a conocer. El chango en el supermercado y los precios de muchos productos no mienten.

Así las cosas, el gobierno vuelve a apostar a medidas inadecuadas que terminarán pagando trabajadores, pequeños comerciantes y empresas, y la clase media en general que será la que deba asumir el compromiso de pagar, como siempre, la deuda contraída.

En este contexto, desalentador por cierto, el rol del gremialismo argentino debe ser responsable y comprometido con los sectores más postergados. Hoy, las circunstancias determinan que el sindicalismo no solo defienda a los trabajadores, sino que se ocupe de un amplio espectro social abandonado. La pobreza en la Argentina sigue siendo un problema grave que muy lejos está de atenuarse, al contrario. Por ello, la solidaridad no debe ser considerada como una mera palabra o virtud de otros, sino un compromiso de todos, especialmente de los que tienen el rol de conducir.

* Secretario General del Sindicato de Luz y Fuerza de Rosario y del Movimiento Sindical Rosarino