Informe

Ayudar a curar con la risa, la misión de los Payadoctores


Por Diego Carballido

La escena de payasos circulando dentro de un hospital automáticamente retrotrae al recuerdo de ese Patch Adams personificado por Robin Williams en la película donde se reflejaba la vida de este médico poco convencional que generó toda una corriente de trabajo, donde se conjugan las herramientas del mundo del clown con la medicina tradicional.

En la ciudad existen varios grupos que han seguido el ejemplo de Pach Adams. Uno de ellos son los Payadoctores que hace diez años se desempeñan en distintos policlínicos de Rosario. “Tenemos historias como la de una nena del Vilela que no quería dejar la mamadera, y la tenía que dejar por cuestiones de su salud, gracias al trabajo de una dupla de Payadoctores lo hizo. Le contaron una historia de un castillo que necesitaba de su mamadera para poder terminarlo y con eso fue suficiente”, cuenta Melisa Agüero, una Comunicadora Social que forma parte de la agrupación desde hace cinco años. “O en el caso del HECA, donde hay pacientes de accidentes de tránsito, siempre intentamos que se concentren en lo sano y no en las falencias, para poder ayudarlos a reconstruir su vida”.

—¿Cómo es el trabajo cotidiano en PayaDoctores?

—Desde hace diez años trabajamos en distintos hospitales públicos. Estamos en el HECA, en el Centenario y el Vilela. Lo hacemos con pacientes que son bebes y están en neonatología como con adultos. Los Payadoctores somos parte del equipo médico y contamos con la autorización de los directores y de los jefes de las distintas áreas, ya que trabajamos en la parte emocional del paciente como una ayuda para superar la situación por la que están pasando. Vamos una vez por semana a cada efector, en un horario determinado porque somos más de cien voluntarios y nos dividimos las tareas. Trabajamos siempre en duplas, nos juntamos con la persona a cargo y nos pasan el parte, nosotros le decimos “el pase”, porque además de la información fisiológica les suman información en cuanto a su entorno, estado de ánimo o si viene comiendo o no. Hacemos un abordaje social para quitarle dramatismo a la situación y, si el paciente está acompañado, se trabaja la relación con el acompañante.

—¿Hay que ser médico para formar parte?

—No necesariamente, hay muchos que lo son, pero para integrar Payadoctores hacemos un curso de formación anualmente. Durante el transcurso de esa capacitación se brindan aspectos teóricos y prácticos, como herramientas de clown, aspectos de la psicología, de seguridad e higiene de los hospitales o se abordan temáticas como el duelo, el juego, la risa, entre otras.

—¿Siempre son los mismos voluntarios?

—Tenemos a los formadores que fueron los pioneros en el grupo hace diez años y después, al ser un voluntariado, las obligaciones de la vida hacen que el grupo varíe. A veces se pueda estar más o menos presente.

—¿Hay Payadoctores de todas las edades?

—El único requisito que se pide es ser mayor de edad, para que tome conciencia de que va a ingresar en un voluntariado que tiene la exigencia de un trabajo. Si faltás en una visita, en realidad, le fallás al paciente y te lo hacen sentir. A la semana siguiente te lo reclaman. Pero hay integrantes de todas las edades, desde gente de 19 años hasta algunas chicas de 76.

—¿Cómo se aborda el tema del humor con los pacientes?

—Usamos aspectos que son del clown, pero el nuestro no es un clown tradicional. No podemos hacer todo lo que a nosotros se nos ocurra, porque tenemos que respetar cuestiones de seguridad tanto del paciente como del hospital. El curso de capacitación cuenta con una parte teórica y una práctica, que llamamos «payantías», donde trabajan en conjunto los nuevos Payadoctores con los que ya vienen trabajando en el efector para ver cómo es la metodología. Nos adaptamos a las diferentes realidades de los pacientes, de acuerdo a las edades. Aunque después vamos rotando, no nos quedamos siempre en el mismo efector.

—¿Cómo es el vínculo que se genera con el paciente?

—Siempre hablamos en tercera de persona de nuestro «paya», por una cuestión de no aferrarnos a las personas que visitamos. Por lo tanto, el vínculo es con el «paya» y no con nosotros. Más de una vez, nos ha pasado que si estamos dando vueltas por el hospital sin el disfraz, ni nos registran. Ahí caés en la cuenta que no es con vos, sino con el personaje. Además, tenemos psicólogas que nos acompañan y forman parte de la organización. Es con ellas que hacemos la catarsis y trabajamos cuestiones grupales o de las intervenciones, por ejemplo, cuando los pacientes fallecen trabajar el duelo. Generalmente, al finalizar las intervenciones hacemos un balance entre los integrantes del grupo donde charlamos cómo nos fue y cómo nos sentimos. También les hacemos una devolución a los médicos.