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Atucha II cumple 10 años desde su puesta en marcha, un punto alto en la capacidad nuclear del país


Marcó un hito ya que permitió por primera vez concretar el diseño y la construcción de un proyecto de gran envergadura y valorizar todo el espectro científico, tecnológico e industrial

La Central Nuclear Atucha II cumple este martes 10 años desde su puesta en marcha, un suceso que marcó un hito ya que permitió por primera vez concretar el diseño y la construcción de un proyecto de gran envergadura y valorizar todo el espectro científico, tecnológico e industrial asociado al campo nuclear que permitirá la continuidad de su desarrollo.

La planta, que se encuentra sobre la margen derecha del río Paraná, en la localidad de Lima, en el partido bonaerense de Zárate, inyecta 745 Mw al sistema eléctrico nacional en la actualidad, tuvo en 1982 la colocación de su piedra basal, tras lo cual en 1994 se paralizó por problemas presupuestarios y en el marco de un fallido intento de privatización.

Luego la construcción de la obra se reactivó en 2006.

El entonces presidente Néstor Kirchner, cuyo nombre hoy lleva la central, demandó un proceso de revisión y evaluación económica y técnica que estuvo a cargo del José Luis Antúnez, el actual presidente de la empresa Nucleoelétrica, y con la participación de su actual vicepresidente Jorge Sidelnik, por entonces a cargo del estudio de factibilidad y de la provisión de elementos combustibles.

Tras cinco años de reinicio del proyecto, el 28 de septiembre de 2011 la presidente Cristina Fernández de Kirchner, dio inicio al proceso de Puesta en Marcha de la Central, que consistió en la prueba y verificación individual de cada uno de los 566 subsistemas, para luego verificar el funcionamiento de cada sector de la misma, proceso que culminó con la puesta en funcionamiento del reactor, la producción de vapor y generación de energía eléctrica.

“Esa fecha determinó que se había culminado la construcción y empezaba la puesta en marcha de equipos de sistemas y de funcionamiento global con la puesta a crítico, es decir un hecho fundamental, porque permite ver que todos los componentes funcionan correctamente”, dijo Sidelnik en diálogo con Télam desde la sede de la empresa.

Para avanzar en la finalización de las obras, tras 12 años de paralización y como parte del Plan Energético Nacional, el país debió suplir la ausencia del contratista y proveedor original que era la empresa Siemens KWU que a esa altura se había retirado del negocio nuclear y asumir el rol de diseñador y constructor al originalmente previsto de operador.

“El proyecto lo tuvo que tomar la Argentina, y eso resultó un salto cualitativo para toda la industria nuclear en el país ya que debió realizar el diseño y montaje de toda la central con las actualizaciones tecnológicas necesarias y avanzar en la fabricación de elementos combustibles”, explicó Sidelnik.

La central había quedado paralizada con un avance físico del 80% en forma global, con un desarrollo de la obra civil que llegaba al 90% y la adquisición de suministros que superaba el 95%, lo que obligó a revisar todos lo proyectado sino también a la formación de nuevas capacidades de empresas contratistas y de personal especializado que demandó un pico de 7.200 personas.

Por un lado, se tuvo que convocar a los expertos retirados y convencer a las nuevas generaciones de profesionales para embarcarse en el proyecto tras varios intentos frustrados en las dos décadas previas, pero la pérdida de capacidades técnicas e industriales durante los 90 obligó a recuperar funciones tan elementales como las de los soldadores especializados, que hubo que formar de cero.

“La Argentina empezó a aprender a operar centrales nucleares con Atucha I y Embalse – como parte de un plan de desarrollo que había comenzado a mediados del siglo pasado con la creación de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA)- pero logró dar el salto para construir y montar centrales con Atucha II, base de lo que hoy nos animamos a realizar a futuro”, aseguró el vicepresidente de Nasa.

Es que tanto la experiencia de la finalización de la tercera central nuclear, como la extensión de vida de Embalse, en Córdoba, y las obras realizadas en casi 50 años de Atucha I, permitieron dominar la tecnología de uranio natural y de agua pesada, base del actual proyecto nacional para el sector.

La Argentina está embarcada en la construcción de una cuarta central con tecnología de uranio enriquecido y financiamiento chino que el gobierno de Mauricio Macri decidió concretar llave en mano.

A la vez la estrategia comprende la decisión de llevar adelante una quinta central con diseño y construcción propia, con el apalancamiento de la industria y mano de obra nacional.

Además, de las tareas propias de la finalización de obras se tuvo que reactivar la Planta Industrial de Agua Pesada (PIAP) en Arroyito, Neuquén, para producir las 600 toneladas de agua pesada para el proyecto y ampliar las capacidades operativas para la producción local del combustible en las plantas de Combustibles Nucleares Argentinos (CONUAR), Fabricación de Aleaciones Especiales (FAE) y Dioxitek.

El proyecto integral implicó así, la reactivación de la cadena de valor de la industria nuclear nacional que una vez lograda la primera criticidad en junio de 2014 y la sincronización al Sistema Interconectado Nacional, un proceso discontinuado a partir de diciembre de 2015.