El subsuelo del histórico edificio contenía reliquias de los primeros años del comercio que se encuentra frente al Congreso y tuvo visitas como la de Gardel
Arqueólogos hallaron varios objetos gastronómicos en lo que fuera la Confitería del Molino, ubicada frente al Congreso de la Nación y que desde hace varios años está siendo restaurada tras ser expropiada.
Los investigadores descubrieron en un pozo de ventilación en el primer subsuelo varias tazas con el logo del reconocido café, así como también cucharas de té, café y apoya saquitos.
«Estos objetos fueron limpiados, rotulados y guardados en nuestro taller para su posterior exposición en lo que será el museo de sitio del Molino», se informó oficialmente.
La Confitería del Molino comenzó su historia a fines de 1800, cuando los pasteleros italianos Constantino Rossi y Cayetano Brenna abrieron en Rodríguez Peña y Rivadavia la «Confitería del Centro»: en 1866, cambiaron su nombre por el de «Antigua Confitería del Molino», como un homenaje al Lorea, el primer molino harinero a vapor en la ciudad.
Los gastronómicos inmigrantes decidieron salir a buscar inmuebles por la zona y en 1904 compraron la esquina ubicada en las avenidas Rivadavia y Callao: su proyectó incluyó la compra de muebles especialmente traídos desde Italia, con cristalería de primera línea, detalles de mármol colosales, vitrales, manijas y terminaciones de bronce.
El 9 de julio de 1916, en conmemoración del Centenario de la Independencia, se reinaguró como «Confitería del Molino», transformándose en el ícono del art nouveau en la Argentina. En 1930, vivió uno de los momentos más duros de su historia: durante los días del golpe de Estado que derrocó a Hipólito Yrigoyen, el lugar sufrió un incendio y cerró sus puertas. La reconstrucción demandó casi un año de trabajo.
La confitería fue conocida como la «Tercera Cámara» porque era el espacio de encuentro por excelencia entre senadores y diputados nacionales.
Además de una gran cantidad de figuras de la política, por este espacio circularon artistas célebres de la historia del país, como Niní Marshall y Libertad Lamarque. También autores de la talla de Oliverio Girondo y Roberto Arlt, quienes además escribieron sobre este tradicional lugar de Buenos Aires.
Carlos Gardel dejó su sello en el Leguisamo, postre que pidió al pastelero Brenna para homenajear a su amigo, el jockey Irineo Leguisamo. En el año de la revolución bolchevique, el gastronómico italiano inventó el «imperial ruso» que pasó a ser conocido en el mundo como el postre argentino.
Poco antes del cierre de la confitería, que ocurrió en febrero de 1997, la cantante Madonna, de visita por el país para filmar Evita, grabó un videoclip en sus instalaciones.
Ese mismo año el edificio fue declarado Monumento Histórico Nacional. Tras ser expropiado por el Estado, se encuentra desde 2014 en manos del Congreso, que lleva adelante las tareas de restauración.
Actualmente, un equipo multidisciplinario de especialistas del Congreso Nacional se encuentra trabajando para recuperar el patrimonio material e inmaterial del lugar para devolverle todo su esplendor.