Análisis
Opinión

Argentina elige: «La moneda está en el aire»


Opina Diego Añaños - CLG

Opina Diego Añaños – CLG

Es un clásico de las campañas electorales recordar aquellas frases que quedaron grabadas en el imaginario colectivo. Según cuenta la leyenda, durante la campaña presidencial de 1992, James Carville, el encargado de la estrategia de Bill Clinton, pegó un cartel con tres frases, que representaban el esqueleto discursivo del candidato: 1. Cambio vs más de lo mismo, 2. La economía, estúpido y 3. No olvidar el sistema de salud. Está claro que la que quedó en la historia es la número 2: “La economía, estúpido”. Lo que Carville intentaba tener siempre presente era que, pese a los grandes éxitos de política internacional, que posicionaban al entonces presidente Jorge Bush como favorito, la economía pasaba por una marcada recesión. Y parece que funcionó, ya que el demócrata ganó claramente las elecciones, reuniendo 370 electores cuando le bastaban 270 para ser presidente. Desde ese entonces, los comandos de campaña opositores suelen aprovechar las dificultades económicas de los oficialismos para tomar ventaja de la situación. De hecho es muy poco habitual un triunfo oficialista, en cualquier lugar del planeta, cuando la economía no marcha saludablemente.
Pero, como venimos comentando, esta elección viene rompiendo con todos los moldes. El candidato que seguramente hubiera ganado cómodamente una elección general, Horacio Rodríguez Larreta, apenas logró reunir un poco más del 11% de los votos en las PASO, cayendo estrepitosamente en la interna de Juntos por el cambio. Luego, y en las generales, la candidata que tenía todo para ganar (o al menos todo lo que habitualmente garantiza el triunfo en la Argentina: un oficialismo en crisis, el apoyo de los medios masivos, del empresariado y de la Embassy) quedó tercera, lejos de los dos candidatos que entraron al balotaje. Pero lo verdaderamente destacable es que Sergio Massa, responsable de la política económica, fue el candidato más votado.

Imagino a Carville, leyendo las noticias de la Argentina, rompiendo en pedazos su cartelito, y volviendo a estudiar. En ese sentido, y desde comienzos de año, varios artículos periodísticos, en distintos medios, de distintos autores, e incluso en distintos países, vienen publicando notas con el mismo (y sugerente) título: “No es la economía, estúpido”, o alguna variante como “No es sólo la economía, estúpido”. Evidentemente ni la inflación, ni el desbarajuste cambiario, ni la precarización laboral, ni los altos niveles de pobreza, han tenido un impacto significativo en el caudal electoral del oficialismo. Es raro, porque la mesa parece servida para que Javier Milei se luzca en el terreno donde parece hacer pie firme (la economía), y sin embargo no logra capitalizar claramente la ventaja en términos electorales. Parece increíble, pero uno se tiene que rendir ante la evidencia empírica. Digo, debería ganar por mucha diferencia el domingo para que las cosas volvieran a su lógica normal, y no parece ser el caso.

A pocos días de la definición, el gobierno consiguió pasar el último examen pre-electoral que le quedaba con relativa tranquilidad. El miércoles, y según lo acordado con el FMI, el dólar oficial salió el freezer y se abrió una nueva fase de ajustes diarios, denominada técnicamente crawling peg. El aumento fue el previsto, en el orden de los $3, y no se produjeron movimientos fuertes. De hecho ese mismo día el Banco Central registró compras netas por U$S121 millones, el monto más importante en lo que va del mes de noviembre (donde ya lleva acumuladas compras por U$S420 millones). Si hacemos las cuentas a partir del lunes post PASO, las compras netas del Central ya acumulan U$S1.850 millones. En principio el tope de aumento del tipo de cambio se situará en un 3% mensual, según se anunció. Si bien los cálculos de los economistas cercanos al gobierno plantean que el tipo de cambio real se encuentra en una franja de competitividad aceptable, el ritmo inflacionario hace indispensable que existan correcciones periódicas para no alejarse demasiado de la zona óptima.

De ahora en adelante, como pocas veces, el tiempo está en suspenso. La moneda vuela en el aire, y no se tomarán decisiones relevantes en ningún lugar, a la espera de los resultados del domingo. No hay presupuestos, no hay precios, no hay ventas. La incertidumbre electoral está tocando niveles impensados, y nadie quiere moverse hasta que se aclare un poco la bruma. Tanto ustedes como nosotros estamos en vilo, sin demasiada información, y a la espera de un resultado positivo. Se terminaron los análisis y sólo van quedando los deseos. Esperemos volver a encontrarnos la semana que viene con buenas noticias, para poder decir: “Es la política, estúpido”.