Por Pablo Wende para Infobae
La Argentina tiene el triste honor de ocupar puestos de liderazgo en dos tablas en las que a ningún país le gustaría figurar: está quinto en 2018 entre las naciones de más inflación, pero además figura entre los primeros puestos entre las economías que más caerán en 2018. En la región, el derrumbe de 2,6% del PBI que estimó ayer el FMI sólo es superado por una destruída Venezuela, que sufrirá una contracción récord del 18%. Los otros países que figuran entre Venezuela y la Argentina son bastante menor envergadura en el contexto global, tanto política como económica: Dominica, Guinea Ecuatorial, Nicaragua y Sudán del Sur.
En la tabla de 65 países que divulgó el Fondo entre mercados desarrollados y emergentes, se desprende claramente que el argumento de los «shocks externos» para explicar la recesión de la economía argentina es sólo un relato. Ningún otro país, ni emergente ni desarrollado, sufre semejante golpe en su actividad. Es más, todos tendrán un 2018 con crecimiento y en la mayoría de los casos será incluso mayor al pronóstico que había efectuado el propio FMI hace seis meses.
Ni siquiera Turquía dejará de crecer este año. Esto a pesar del fuerte golpe que sufrió en agosto y que terminó impactando en otros mercados como le pasó a los activos argentinos. La economía turca terminará el año creciendo 3,5%, aunque es casi un punto menos de lo que el FMI había estimado anteriormente.
El impacto por la salida de capitales emergentes a mercados desarrollados -en especial a Estados Unidos por la suba de las tasas de interés- no tuvo, evidentemente, el mismo impacto en todos lados. O, puesto de otra manera, los inversores supieron diferenciar entre las distintas economías. Así, mientras que la Argentina pasó de crecer a un ritmo de casi 4% en el primer trimestre del año a una caída que superará el 2,5%, al tiempo que proyecta la prolongación de la recesión, ya que en 2019 caería otro 1,6%.
Otros mercados emergentes no sufrieron ese golpe y mantuvieron altos niveles de expansión. Filipinas, por ejemplo, terminará con una expansión de 6,5% en el año, Indonesia 5% y en América latina lidera Perú, con un aumento de 4,1%, mientras que Chile lo hará 4%. Las economías más grandes de la región crecerán menos, pero mantendrán el signo positivo en 2018: en México se espera un 2,2% y para Brasil -aún en medio de la incertidumbre electoral- un 1,4%.
Los inversores castigaron a la Argentina por sus fuertes desequlibrios. Con altos niveles de superávit fiscal y de cuenta corriente, la salida de capitales castigó fuertemente a la economía
Pero todavía más contundente es la comparación del comportamiento económico acumulado en los últimos cinco años. El crecimiento argentino desde 2014 hasta ahora muestra una expansión de apenas 0,7% anual, un resultado extremadamente pobre.
Hay muy pocos países que registran peores comportamientos en este plazo acumulado. Venezuela vuelve a encabezar la lista con una pérdida anual de 8%, Grecia también muestra una expansión de sólo 0,3% (en medio de los rescates sucesivos del FMI y la «troika» europea). También aparecen países desarrollados con problemas para crecer, como es el caso de Italia que también muestra una expansión de sólo 0,3% anual en cinco años.
Pero volviendo al 2018, ¿por qué la Argentina termina más castigada que el resto del mundo, en un año de crecimiento notable a nivel global? Algunos de esos factores «diferenciales» son:
– Fuertes déficit gemelos. Los inversores castigaron a la Argentina por sus fuertes desequlibrios. Con altos niveles de superávit fiscal y de cuenta corriente, la salida de capitales castigó fuertemente a la economía. El dólar subió 100%, impactando fuertemente en la inflación y afectando el poder adquisitivo de los salarios.
– Desconfianza creciente de los mercados. El aumento del endeudamiento en los últimos dos años terminó alejando a los inversores que habían confiado en la nueva etapa política y económica de la Argentina. En Wall Street plantearon reiteradamente dudas sobre la verdadera capacidad del Gobierno para hacer frente a los vencimientos de deuda del año próximo, ante la imposibilidad de efectuar nuevas emisiones de bonos. El segundo acuerdo con el FMI en tres meses busca despejar esas dudas, a partir de un paquete por un total de USD 57.000 millones.
– Elevada presión tributaria. Con un gasto público que representa casi el 40% del PBI, es inevitable que la presión impositiva está entre las más altas del mundo. La consecuencia es que son pocas las empresas dispuestas a invertir en el país. Y optan por instalarse en economías vecinas, donde la carga resulta mucho menor, incluyendo los costos laboral. Para colmo, la reforma tributaria se quedó a mitad de camino y por ahora su aplicación desde este año terminó en una suba de impuestos, al revés de lo que se había planeado.
– Alta incertidumbre electoral de cara al 2019. Falta un poco más de un año para las elecciones presidenciales y el escenario está totalmente abierta. La posibilidad de un regreso de la ex presidenta Cristina Kirchner es uno de los temas que siguen más de cerca los inversores. Tampoco se lo ve firme a Mauricio Macri, desgastado por la falta de resultados económicos. Y el resto del peronismo no kirchnerista aún es un gran signo de interrogación ante la ausencia de candidatos que tengan respaldo popular.