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Argentina busca contener el avance de las moscas y otras especies no nativas en la Antártida


La presencia de estas especies pueden poner en riesgo la biodiversidad y el equilibrio ambiental de esa región, explicaron expertos

El cambio climático y el aumento de la presencia humana por el crecimiento de los programas científicos y la actividad turística multiplicaron en los últimos años el riesgo de que especies no nativas se arraiguen en la Antártida, en especial en el norte de la Península Antártica, poniendo en riesgo la biodiversidad y el equilibrio ambiental de esa región, explicaron expertos.

El Comité de Protección Ambiental del Sistema del Tratado Antártico identificó como principal amenaza para la Antártida el asentamiento de especies no nativas y, además de lo establecido por el Protocolo Ambiental al Tratado Antártico, vigente desde 1998 y que prohibió el ingreso intencional de especies no nativas a ese continente, emitió en 2016, un manual para reducir el riesgo de ingreso no intencional de las mismas a través de cargas, pasajeros, buques o aeronaves.

Después de erradicar un pasto que se había asentado en la zona de la base Primavera en la década de 1950 y acabar con una población de polillas que llegó a la base Carlini en un cargamento de harina proveniente de Alemania, Argentina busca contener un brote de moscas, identificado por primera vez en 2006 en la base uruguaya Artigas de la Isla 25 de Mayo, cuya población continúa en aumento y podría alcanzar la base Carlini.

El biólogo Martín Díaz, jefe del programa de Gestión Ambiental y Turismo de la Dirección Nacional del Antártico (DNA), afirmó en diálogo con Télam que «el programa de especies no nativas tiene prioridad uno en el comité de Protección Ambiental del sistema del Tratado Antártico; es una de las máximas preocupaciones actuales porque el cambio climático y el crecimiento de la presencia humana en el norte de la Península Antártica multiplica el riesgo de que las especies no nativas se asienten en la región».

«Hasta hace unas décadas cualquier insecto que llegaba adentro de una carga a una base antártica no sobrevivía a las condiciones ambientales y se morían en poco tiempo, eso hoy ya no es tan así y además con el crecimiento de los programas científicos y de la actividad turística hay más chances de que cualquier persona traslade consigo esporas o semillas sin tener idea que lo esté haciendo», advirtió.

Díaz contó que «Argentina forma parte del esfuerzo internacional para el control de las especies no nativas en la Antártida, y también ha confeccionado manuales propios para evitar el traslado de estas formas de vida a nuestras bases; todo el personal que viaja recibe las recomendaciones para limpiar todo su equipo, especialmente el calzado y el velcro de la ropa, también se revisan y se limpian todas las cargas que se trasladan en buques y aviones y los protocolos de cuidado alcanzan a los depósitos en los que se preparan las cargas y los transportes que las llevan».

El especialista indicó que «en la década de 1950 se habían llevado distintas plantas a la base Primavera y un tipo de pasto logró arraigarse en la zona, durante varios años se propagó y en 2016 se logró erradicarlo, que es lo que establece el protocolo; hace un tiempo en un depósito de alimentos de la base Carlini encontramos una población de polillas de la harina, e investigando nos dimos cuenta que huevos de esa especie habían llegado desde Alemania en una carga de alimentos».

El pasto fue erradicado mecánicamente, arrancándolo y el problema de las polillas se resolvió vaciando el depósito y dejándolo abierto para que el frío acabe con esa población.

En ese sentido, el biólogo contó que «en 2006 en la base uruguaya Artigas ubicada en la Isla 25 de Mayo se identificó un brote de moscas (Trichocera maculipenis), a pesar de los intentos por que se han llevado a cabo entre varios países para erradicarlas, la especie su encontrada en otras bases próximas y ahora ya la empezamos a registrar en un refugio cercano a la base Carlini; los invernantes de la Base Carlini Rosana Sandler y Mauro Rosas Sia están trabajando en el monitoreo con trampas con pegamento pero estamos muy limitados para el uso de venenos porque tenemos que utilizar medidas que eliminen estas moscas pero no afecten a las especies nativas ni al ambiente».

A nivel mundial la invasión de especies no nativas es una de las principales razones para la pérdida de biodiversidad, pero en la Antártida y en especial en sus ecosistemas costeros «el impacto de las no nativas podría ser aún más severo», alertó.

Argentina trabaja en la actualización de sus manuales de gestión ambiental antártica para aumentar aún más la eficiencia de los controles, mientas que el programa antártico australiano condensa todos los reportes de no nativas que cada país notifica en una base de datos que busca facilitar el control de este riesgo.