La tasa de embarazo adolescente en América Latina y el Caribe es una de las mayores del mundo, solo superada por regiones de África, revela un informe del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA).
De acuerdo con el documento titulado «El poder de decidir», 62 de cada mil jóvenes entre 15 y 19 años han estado embarazadas en Latinoamérica.
Esa cifra supera la tasa promedio de 44 por 1.000 adolescentes embarazadas a nivel mundial, y solo está por debajo de las 93 en África Oriental y Meridional y 114 en África Occidental y Central.
«El tema de la fecundidad adolescente es un fenómeno que de alguna manera caracteriza a la región», dijo a la AFP el director de UNFPA para América Latina y el Caribe, Esteban Caballero.
Ecuador (111), Honduras (103), Venezuela (95), Nicaragua (92) y Guatemala (92) presentan las mayores tasas, al contrario de Chile (41), Trinidad y Tobago (38), Curaçao (35), Aruba (35), Bahamas (32) y Martinica (20).
Entre las causas, Caballero señala que «una determinante básica es la falta de acceso a los métodos anticonceptivos, eso es lo más obvio», afirmó.
Según UNFPA, hay países donde un menor de 18 años no puede comprar anticonceptivos si no es con permiso de un tutor o de sus padres, lo que complica la adquisición de los métodos más modernos, como la píldora.
También incide la violencia machista, la falta de educación sexual, principalmente en las escuelas, y los matrimonios o emparejamientos a temprana edad.
La maternidad en la región «comienza poco después de la primera relación sexual, y las primeras uniones suelen formalizarse cerca o después de un embarazo, a menudo de manera involuntaria», señala el documento.
Pobreza, el círculo vicioso
Según la ONU, los embarazos en la adolescencia son más comunes en los hogares más pobres y se deben más por falta de acceso a métodos anticonceptivos que por el deseo de tener hijos.
Esa situación impide que puedan tener mayor acceso a la educación sexual o a la independencia económica, por lo que son más vulnerables a terminar embarazadas a temprana edad, y ello termina reproduciendo el círculo de pobreza.
«El embarazo adolescente aumenta el riesgo a una vulnerabilidad a lo largo del curso de la vida porque sí puede quitar oportunidades de mayor educación, empleo y por ende oportunidades de ingreso. Es un factor de transmisión generacional de la pobreza», afirmó Caballero.
Además, los embarazos no deseados estimulan la práctica del aborto en condiciones inseguras y de clandestinidad, en una región donde, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), 44 por 1.000 mujeres de 15 a 44 años abortaron entre 2010 y 2014, una tasa 9 puntos superior a la media mundial.
«Las adolescentes que viven en hogares más ricos disponen de mejor información sobre la salud sexual y reproductiva, y de un mayor acceso a los servicios de control de la natalidad; incluso pueden acceder a servicios de aborto en condiciones de seguridad, aunque ilegales», dice el informe.
Consenso en medio de religión
Para evitar el embarazo precoz, Caballero aboga por un consenso entre gobierno y sectores de la sociedad civil para establecer un nuevo enfoque, que facilite la educación sexual, el acceso a los anticonceptivos y el empoderamiento de la mujer.
«Es una realidad que existe pero que no siempre es reconocida y entonces no lo enfocamos desde un punto de vista de salud pública, sino que lo tomamos desde un punto de vista moral», indicó Caballero.
Pero otra de las posibles trabas es la influencia de la religión, principalmente católica pero con un gran avance de las evangélicas, contraria a la planificación familiar y al uso de métodos anticonceptivos o al aborto.
Sin embargo, Caballero resta importancia a este aspecto: «Hay muchas mujeres que han decidido tener menos hijos y eso en la mayoría de los casos ha sido por el uso de anticonceptivos modernos, y estas son mujeres que son de las distintas iglesias», dijo.