Juan Milito, referente de la Unión de Almaceneros de Rosario, pintó una delicada situación del sector
El comercio de cercanía atraviesa en Rosario uno de los momentos más duros de los últimos años. Ventas en caída libre, costos de energía “impagables”, productos que se vencen en las góndolas por falta de consumo y almacenes de décadas que bajan la persiana forman parte del panorama que describió Juan Milito, referente de la Unión de Almaceneros de Rosario.
En diálogo con Sí 98.9, Milito mostró escepticismo frente al relanzamiento de “Billetera Santa Fe”, anunciado esta semana, y planteó que el programa está lejos de lo que fue en su origen:
“Billetera Santa Fe estaba pensada para los comercios de barrio y para las empresas locales. Fue una medida revolucionaria que nos hizo vender más. Lo que se anunció ahora es una promoción bancaria con participación del Estado. No es lo que era”.
El barrio como termómetro de la crisis
Con un consumo desplomado, los almacenes vienen implementando estrategias de emergencia para sostenerse: descuentos por pago en efectivo o transferencia y ofertas de último momento.
“La gente ya no va al súper a llenar el changuito para 15 días. Compra lo que necesita para hoy. El almacén del barrio se volvió la alacena de su casa”, explicó Milito, marcando un cambio profundo en el hábito de compra.
Ni siquiera la llegada del calor alcanza para mejorar el panorama. La venta de bebidas, históricamente el motor de la temporada estival, también se hundió: “El consumo de gaseosas, cervezas y vino está reventado”.
La energía, otro golpe para el pequeño comerciante
Uno de los puntos más críticos es el costo de la electricidad: “En un comercio chico, la incidencia del costo eléctrico por metro cuadrado es muchísimo mayor que en un hipermercado. Hoy es prácticamente impagable cuando llega junto con la renovación del alquiler”, sostuvo el dirigente.
Milito describió una situación inédita: primeras marcas que lanzan ofertas para no perder ventas; productos tradicionales que se vencen en las góndolas —como salchichas, un clásico de Rosario—; y bodegas con stock acumulado para casi un año.
“Los comerciantes hicimos cursos de supervivencia. Ya no sirve acopiar mercadería. El stock que algunos juntaron lo terminaron usando para pagar la luz y los alquileres”, resumió.
Cierres que duelen
La caída del consumo no solo ajusta números: golpea identidades barriales. “Los negocios se empiezan a caer. Hay comercios históricos, de muchos años, que están cerrando”, alertó Milito.
Y dejó una frase que sintetiza el humor del sector: “¿Para qué quiero una reforma laboral si no entra nadie al negocio?”.
