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RECHAZO A INMIGRANTES

Aires xenófobos soplan en Corea del Sur tras la llegada de yemeníes


 

Desde la llegada de algunos centenares de solicitantes de asilo yemeníes, Corea del Sur, una sociedad homogénea, vive una ola inédita de xenofobia, como un eco del rechazo a los inmigrantes que recorre Europa y que ayudó a propulsar a Donald Trump a la Casa Blanca en EEUU.

En 2017, la ONU contabilizó un número récord de 68,5 millones de refugiados y desplazados internos, que huían de las guerras y de las persecuciones en el mundo.

Pero, cuando unos 550 yemeníes llegaron a Corea del Sur a lo largo de varios meses la hostilidad no tardó en aparecer.

«¿El gobierno está loco? ¡Son musulmanes que van a violar a nuestras hijas!». Éste es uno de los comentarios más populares en Naver, principal portal de internet surcoreano, con miles de «me gusta».

Cientos de personas se manifestaron en junio en Seúl para pedir a las autoridades que «echen a los falsos refugiados». Casi 700.000 habitantes, un récord, firmaron una petición en la página web de la presidencia para pedir un endurecimiento de la legislación sobre los refugiados, considerada ya como una de las más estrictas del mundo.

«Europa quizá tenga un bagaje histórico con países (antiguas colonias)», señala el texto. «Pero Corea del Sur no tiene este tipo de obligaciones morales».

El concepto de asilo es ajeno a Corea del Sur, donde sólo el 4% de los 50 millones de habitantes viene de fuera, en su mayoría de China y del sureste asiático.

Afrontan discriminaciones generalizadas. Les lanzan pullas en los transportes públicos y se los tilda de «sucios» o «malolientes», cuando no se les niega la entrada a restaurantes de lujo o a baños públicos.

En 2015, un estudio gubernamental mostró que el 32% de los surcoreanos no quiere a un extranjero como vecino, mucho más que en Estados Unidos (14%) y que en China (12,2%).

«Huir de las bombas»

Los yemeníes llegaron aprovechando una normativa que eximía de visado a las personas que acudían a la isla meridional de Jeju.

Ante el número de protestas recibidas, esta excepción se suprimió.

Según un sondeo reciente, alrededor del 50% de los surcoreanos es hostil a la acogida de solicitantes de asilo yemeníes, 39% está a favor y el 12% no se pronuncia.

Park Seo-young, una estudiante de 20 años de Daejeon, se opone.

«Oí decir que el balance de Yemen sobre los derechos de las mujeres era muy malo. Tengo miedo de que la situación sea más peligrosa y de que el índice de criminalidad aumente», declaró a la AFP.

Han Eui-Mi, otra estudiante, abunda en ello: «¿Por qué vienen a Corea cuando hay otros muchos países al lado?».

Unos cuarenta yemeníes viven en un hotel de Jeju City, cuatro por habitación para ahorrar, y cocinan platos yemeníes en una sala del sótano.

Mohamed Salem Duhaish, solicitante de asilo de 33 años, fue acogido por una familia surcoreana, junto con su mujer y su hijo de ocho meses.

Este exempleado del aeropuerto de Saná huyó cuando los rebeldes hutíes que luchan contra una coalición liderada por Arabia Saudita hicieron estallar una base militar cercana.

«Había cuerpos por todas partes, enfrentamientos, disparos, bombas», explicó a la AFP.

«Saldar la deuda»

Pagó 600 dólares a un intermediario por un visado para Omán y desde allí se fue a Malasia donde trabajó en negro durante tres años.

Durante un tiempo soñó con ir a Estados Unidos, donde tiene familiares, pero cuando Donald Trump llegó al poder cambió de opinión y optó por Corea del Sur, un país del que había oído hablar por sus series de televisión muy famosas en Asia.

«Queremos que el gobierno y que el pueblo coreanos nos acepten y nos consideren como gente que necesita ayuda», añade.

Muchos de los que llegaron a Jeju pasaron años en Malasia, lo que plantea un interrogante sobre si tuvieron ocasión de pedir asilo allí.

El tratamiento dispensado a los solicitantes de asilo tendrá valor de test sobre la situación de los derechos humanos en un país antaño destrozado por la guerra y ahora convertido en undécima potencia económica mundial, estima el periódico de izquierda Kyunghyang.

Millones de personas huyeron de la península durante la ocupación del colonizador japonés entre 1910 y 1945, y durante la guerra de Corea (1950-1953).

«Los hechos trágicos de nuestra historia moderna empujaron a la gente a partir en contra de su voluntad y a depender de la buena voluntad de otros en el extranjero», escribe el periódico. «Acoger a estos refugiados sería la ocasión de saldar nuestra deuda con la comunidad internacional».