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Afirman que  la voracidad de algunas prácticas promovió una violenta diseminación del coronavirus


"Esta pandemia irrumpe, agita sus garras mortales y envuelve al mundo con un manto impiadoso. Nada es seguro y nos preguntamos si está ocurriendo un acontecimiento inesperado", explicó el pedagogo Carlos Skliar

«La voracidad, la destrucción provocada por la productividad y la inhumanidad de algunas prácticas lucrativas hicieron que este mundo pendiese de un hilo a punto de quebrarse», advirtió este viernes el pedagogo Carlos Skliar, al reflexionar sobre la «violenta diseminación mundial» del coronavirus.

Al consultarlo sobre la resignificación de la incertidumbre, profundizada a partir de la pandemia, este investigador del Conicet y la Flacso también consideró que «la alegría siempre está amenazada, aunque no muere ni desaparece jamás y en cualquier momento vuelve a despertarse».

Skliar intentó poner algo de luz sobre esta voracidad e incertidumbre global a través de su nuevo libro «Mientras respiramos (en la incertidumbre)», editorial Novaduc, donde reflexiona acerca de un tiempo que consideró «excepcional».

El autor se plantó, con su nueva obra, de cara al porvenir buscando otros sentidos. «Es y no es un diario de la pandemia, plantea la necesidad de revisar el estatus quo de una humanidad a la deriva, cuya apariencia desecha la infancia, la filosofía, el arte, la formación sin tiempo y se mantiene aquejada por antiguas hambres y miserias, y afectada por una aceleración bizarra y mezquina», dijo en diálogo con Télam.

Y agregó que su nueva obra «se rebela contra la falsa pregunta de si seremos mejores o peores porque es un interrogante que omite su presente y vuelve a postergarlo: es aquí y ahora donde estamos siendo otra cosa, o no», reflexionó.

«Esta pandemia irrumpe, agita sus garras mortales y envuelve al mundo con un manto impiadoso. Nada es seguro y nos preguntamos si está ocurriendo un acontecimiento inesperado», consideró Skliar.

¿Y usted qué responde a eso? repreguntó Télam: «A primera vista podríamos decir que sí, sobre todo en su violenta diseminación mundial. Pero cuando pensemos el mundo prepandémico, quizá encontremos algunos vestigios de catástrofes o de autodestrucción que podían intuirse, presagiarse».

«El descuido que hicimos del mundo ya había anticipado el desapego por la vida singular y comunitaria; y ciertos rasgos como la voracidad, la destrucción por la productividad y la inhumanidad de algunas prácticas lucrativas hicieron que este mundo pendiese de un hilo y estuviera a punto de quebrarse», sentenció.

«La alegría siempre está amenazada, la peste no muere ni desaparece jamás, y en cualquier momento vuelve a despertarse, decía Rieux en La Peste, de Camus. Y nada mejor que esta imagen para comprender la incertidumbre en este tiempo en que el límite, la contingencia y lo finito muestra toda su potencia e impotencia», agregó Skliar.

Télam (T): Usted afirmó que el mundo es la creencia y el resultado de sentirse a salvo y que eso depende de uno. ¿Dónde nos pone esta cuarentena? ¿Podremos recuperar la sensación de un mundo seguro?

Carlos Skliar (CS): El contraste entre un mundo seguro y asegurado y un mundo inseguro e inestable no deja de ser un punto de partida para pensar la existencia singular y plural.

Si desoímos la incertidumbre del vivir, si eludimos la permanente zozobra que nos generan las preguntas íntimas y públicas sobre la vida en sociedad, si creemos que estamos al margen del desmoronamiento, es posible que inventemos y necesitemos de la figura del sentirse a salvo, aunque sea por un instante.

Sin embargo, la respuesta a un mundo en llamas o que tambalea, requiere de gestos colectivos, y no individuales.

El mundo de hoy enarbola la figura del humano exitoso, de quien resguardarse de toda crisis y que hace el universo a su imagen y semejanza, dejando un tendal de dolor y muerte a su alrededor.

En este mundo en particular, salvarse uno es sinónimo de hundimiento de los demás. Por supuesto que esta no es la única apariencia del mundo, hay muchas otras, y la cuestión radica en cómo las cotejamos, privilegiamos o enaltecemos.

T: ¿Qué otro tipo de pandemias ocultas vivimos antes de esta cuarentena global?

CS: No estoy seguro de hablar de pandemias, pero sí de malestares globales en los que incluyo la aceleración frenética, el individuo llamado a ser carente y abundante a la vez, el tiempo saturado por el exceso y por la falta de trabajo, la ilusión de la conectividad y una comunicabilidad efectista e inmediata.

También agregaría la idea de adaptarse a la ‘hamsterización’ de girar en la rueda sin sentido y bajo la exigencia de una curiosa y contradictoria felicidad.

La imagen es brutal, lamentablemente habitual y no por ello menos extraña y angustiosa.

El imperio de la novedad induce a olvidarnos del pasado y a enterrar demasiado pronto los tesoros que la humanidad ha creado desde hace siglos.

La prevalencia del «homus economicus», sin duda, es la peor de las calamidades, porque insiste en desechar todo lo que en apariencia resulta inservible o inútil para el progreso desaforado, perdiendo de vista aquellas cosas que más valen la pena en el mundo y en la vida.

T: ¿Qué tipo de narraciones sociales pueden escribirse en medio de esta pandemia?

S: En primer lugar, habría que decir que esos relatos son de los sobrevivientes y he tenido mucho cuidado en impostar una voz de optimismo en medio de la enfermedad y la muerte. Para algunos, la pandemia ha sido literalmente mortífera en términos materiales y simbólicos. Para otros, este tiempo de cuarentena fue o puede ser un tiempo de interrupción de las lógicas habituales que aprisionan a la humanidad entre la productividad y el consumo.

También, en estas nuevas narraciones, palabras como solidaridad, cuidado, compañía o comunidad parecen pronunciarse de otro modo, y la relación con la experiencia individual y colectiva también.

Se habló demasiado acerca de la oportunidad para ser otra cosa que lo que somos, pero aún resta sentir y pensar mucho sobre cómo será el paisaje del reencuentro pospandémico, con cuánta desolación nos encontraremos.

En todo caso, creo que las claves de lo que está ocurriendo y de lo que vendrá dependerán muchísimo de cómo elaboremos públicamente, y en cofradía, lo extraño de este tiempo, el extrañamiento, y lo que extrañamos.