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Adrián Sack, un periodista en el ojo de la pandemia


En una extensa charla con CLG, el cronista argentino que reside en Estados Unidos relató en primera persona lo que se percibe en el aire estadounidense. “La gente quiere volver a mover la gran rueda del trabajo”, contó

Por Pablo Bloise

No fue en otro año. No ocurrió en otra época, aunque así parezca. Estados Unidos e Irán protagonizaron en enero, hace poco más de tres meses, un conflicto que incluyó lanzamiento de misiles en bases militares y hasta el asesinato de Qasem Soleimani, el alto líder militar iraní, que retumbó en el mundo. Hoy este hecho parece lejano y dio paso a los primeros reportes de este 2020 del periodista Adrián Sack, desde tierras estadounidenses, para la televisión argentina. El coronavirus había llegado. El teléfono de Sack suena todos los días y desde hace rato no cesa el trabajo. La pandemia, que se asentó con creces en el país norteamericano y lo convirtió en el más afectado, ocupa el centro de la escena. Las decisiones de Donald Trump, el humor social estadounidense, lo que sucede en Nueva York y qué se sabe del origen del virus en Wuhan, son sólo algunos de los temas que abord el cronista argentino en una extensa charla con CLG.

La realidad de los Estados Unidos no para de preocupar. Desde hace días, a pesar de las desesperantes situaciones que se vivieron en naciones como Italia o España, el país que comanda Trump lidera el oscuro ranking de los lugares más afectados por la pandemia del coronavirus nacido en China. Hasta la publicación de este artículo se registraban más de 40 mil muertes y la cantidad de contagios superó los 750.000.

Asentado desde hace tiempo en Atlanta, en el estado de Georgia, Sack se dispone a responder las preguntas que parten desde Rosario vía celular, en otro día agitado, a pura información y con datos cuantitativos que no paran de moverse, lamentablemente, hacia adelante.

“En Estados Unidos la gente quiere volver a mover la gran rueda del trabajo”. Con esa frase, resume y transmite el pensamiento que reina en gran parte de los norteamericanos, que no va en contramano de lo que declara Trump. Sin embargo, y más allá de que las ayudas sociales para los ciudadanos están llegando, se percibe en el aire un deseo de que se reactive la economía cuanto antes. “Hay una lucha entre la ansiedad y la responsabilidad”, aclara el periodista argentino, quien contará que los gobernantes de los estados depositan en la gente el deber de cuidarse, quedarse en casa y mantener el distanciamiento social. “No hay cuarentena obligatoria”, afirma.

— ¿Qué panorama es el que se ve en Estados Unidos? Más allá de la cantidad de muertos e infectados, que varía día a día, ¿cómo se maneja la gente y cómo es vivir en el país más afectado por la pandemia?

— Como solemos decir, Estados Unidos son 50 países en uno. Lo cierto es que en los estados se viven realidades diferentes. Si bien dependen de una ley federal, cada uno tiene sus normas y se manejan realmente de manera muy autónoma. Donald Trump no hubiese podido establecer una cuarentena nacional. En realidad, podría haberlo hecho, pero con el acuerdo de los gobernadores. Sin embargo, esa nunca fue la idea. La lucha contra la pandemia está basada en normas establecidas acordadas, que apuestan a la confianza de la gente. Descuentan que todo lo que se diga, como por ejemplo el hecho de quedarse en casa y cumplir con el distanciamiento social, se va a hacer. Hay consciencia de que es una situación muy grave y complicada.

— ¿Cuál es el humor social con respecto a las decisiones de Trump? ¿Cómo está la imagen del presidente entre los estadounidenses?

— Si nos guiamos por una de las últimas encuestas, que dice que Trump tiene 43% de imagen positiva y 57% de imagen negativa, parecería que está todo mal. Pero más allá de que es muy resistido por mucha gente, nunca es la mayoría. En este caso están bastante alineados en algunos aspectos. Hay gente que no lo puede ni ver y, en general, comparte la idea subyacente de poder volver a trabajar. Acá le cuesta mucho a la gente el tema de no trabajar. Cabe destacar que los ciudadanos reciben dinero del Estado, porque están entregando cheques de 1.200 dólares por persona o 2.400 por matrimonio, más 500 dólares de una especie de Asignación Universal por Hijo. En general, lo que la gente quiere es volver a mover la gran rueda del trabajo que, al estar estancada, trae muchos problemas adicionales. Hay cuestiones o actividades, más que nada sociales, que no se pueden reemplazar con algo que no sea trabajo, y hay gente que sufre toda esta situación. Quieren regresar a la vida normal. Estamos hablando de algo, como por ejemplo no poder salir de casa, que nunca se había visto alterado para las generaciones que viven hoy. Lo más parecido que se vivió fue durante la Segunda Guerra Mundial. Hay una especie de lucha entre la ansiedad y la responsabilidad. Eso es lo que más se ve en el humor social.

— ¿Cómo lleva adelante el gobierno federal de Estados Unidos la apertura de la economía? ¿Cómo es ese proceso? ¿En todas las regiones del país se está avanzando en ese sentido?

— La reapertura de la economía, según las guías nacionales de Trump, empezaría el 1º de mayo. Si bien pasa esto, los estados van en distintas fases. Nueva York está en la peor de las situaciones. De hecho, el sábado en la ciudad comenzaron a usar barbijos y hasta el 15 de mayo tendrán fuertes restricciones para quedarse en casa. En otros estados la cosa es distinta. Ubicado en la costa oeste, el estado de Washington, donde empezó el brote de coronavirus, está realmente en una situación mucho mejor, ya que tienen la curva aplanada. En California, por ejemplo, temían que hubiera millones de contagios y cientos de miles de muertos, sin embargo tienen alrededor de 1.000 fallecidos. De todas maneras, no quieren, en el caso de California, levantar las medidas, porque el hecho de haber sido estrictos y no tener un transporte público masivo hizo que la situación no empeore. Desde este lunes, para citar un ejemplo, la fábrica de aviones Boeing va a recibir a sus 27 mil empleados de manera paulatina, respetando las medidas de prevención y distanciamiento social. En Florida abrieron las playas. A pesar de que están vigentes las guías de Trump, no son obligatorias, sino que son recomendaciones. El que quiere va abriendo de a poco su estado.

— ¿Qué análisis hace de la decisión de desfinanciar a la Organización Mundial de la Salud (OMS)?

— La decisión de quitarle 500 millones de dólares al año a la OMS es, al menos, controvertida. Más que nada porque estamos en un contexto de lucha contra la pandemia, donde la OMS oficia de coordinadora de todos los países respecto de esta situación. Si bien hay gobiernos que en principio y de manera abierta rechazaron la medida de Trump y la cuestionaron, las autoridades de salud de distintos países tienen otra opinión. Empezaron a apoyar la idea de, sobre todo, cambiar a las autoridades de la OMS. Hay un consenso en el pensamiento de que hubo un supuesto encubrimiento a China en manejos que fueron, al menos, poco claros. Y en especial sobre la desinformación. Hasta mediados de enero, desde China negaban que el virus se transmitiera de humano a humano y, cuando lo empezaron a admitir, decían que el grado de contagio era bajo. De hecho, el mismo Donald Trump negó la peligrosidad del covid-19. Luego, la propia realidad lo desmintió. Los organismos de salud norteamericanos insistían en que el virus era de bajo riesgo para el estadounidense promedio, y ya vemos lo que está pasando. Hay mucho disgusto con la OMS, a quien el presidente acusó de ser “chinocéntrica”. Es mucho más lógico agarrársela con ellos que con China, ya que existe una relación muy fuerte de interdependencia.

— ¿Cuál es el impacto de la versión de Trump, de que el coronavirus se inició en China, específicamente en el laboratorio de Wuhan?

— Para la opinión pública no cambia mucho que haya sido en un mercado de Wuhan o en el laboratorio virológico de esa ciudad. Aún habiendo surgido en el laboratorio, cosa que aún no se sabe, queda claro que no fue hecho con intenciones de fabricar un arma para matar a la población. Las intenciones eran las de competir con Estados Unidos para encontrar una vacuna contra el SARS anterior. Esto, de todas maneras, está en investigación. Se habla de que, por la falta de higiene, el virus se escapó del laboratorio y China trató de desviar la culpabilidad hacia el mercado de Wuhan. En el caso del mercado, hubiese sido un descuido accidental. En cambio, en el caso del laboratorio habría una intencionalidad, canalizada a través de un experimento científico, para encontrar una vacuna, por lo que habría una responsabilidad mucho más directa del gobierno. Esto podría desencadenar en el cierre de varios laboratorios, lo que condicionaría mucho a la investigación científica china y podría perjudicar también a su reputación, en cuanto a la compra de otros países de productos médicos a China, entre otras cosas.

— ¿Qué hay de cierto sobre la versión que indica que durante la gestión de Barack Obama, un laboratorio de California financió, junto con el gobierno, las investigaciones en el laboratorio de Wuhan?

— No es una información que, por lo menos, haya entrado en mi radar. No tengo constancia. Sí sé que Obama había hecho un informe en 2014, previendo una pandemia y hablando de medidas a tomar para prevenirla, teniendo en cuenta los antecedentes de la gripe H1N1, en 2009. Algunas cosas que se conocen fuera de Estados Unidos no son verdades. Hay mitos que son lindos para las películas o buenos argumentos para libretos, pero no son así. No es que acá se sepa la verdad absoluta ni mucho menos. No estoy al tanto, lo que tampoco quiere decir que no haya existido. Hay muchas cosas que se rumorean y son falsas, y sin embargo se publican.

— ¿Cómo evalúa a la distancia las acciones del gobierno argentino para atenuar los efectos del coronavirus en el país?

— Una medida de cuarentena estricta, que aleja a la gente del sistema médico y de la atención directa, creo que es lo mejor que puede hacer el gobierno de Alberto Fernández. Hay cosas del sistema de salud argentino que me dan miedo. Desgraciadamente lo digo. Yo viví en Europa entre 2002 y 2013, y desde ese año hasta el 2016 lo hice en Argentina, antes de venir a Estados Unidos. Mi padre tuvo un ACV y fue internado en el hospital Español de Buenos Aires, que es un hospital de Pami. Estuvo siete meses y siempre había una tendencia permanente a tratar de sacarlo. Yo tuve dos cólicos renales en una situación normal, en el sanatorio La Trinidad de Recoleta y, si bien me dieron medicaciones, me dejaron tirado en el pasillo por falta de habitaciones. La presencia del Estado hace que haya mucha sindicalización y, por lo tanto, muchas huelgas. Eso hace que los feriados no haya nadie. Hay falta de control, los enfermos caen en su estado de salud y no se puede hacer un monitoreo adecuado. Esta elevada sindicalización del personal no médico me hace dudar mucho de la capacidad que pueda tener la Argentina desde su sistema sanitario para afrontar la pandemia. Creo que, por suerte, con las medidas que se tomaron la curva sigue bastante baja y cruzamos los dedos para que siga así y pase la corriente del coronavirus. Ojalá que se hagan los testeos pero no sólo para los enfermos, sino que lleguen los test de anticuerpos para ver qué personas están inmunizadas y saber de manera estratégica quiénes pueden volver a trabajar y quiénes no, para que se vaya normalizando la actividad. Argentina tiene la ventaja de vivir todo con tres semanas de anticipación. Deben saber, teniendo en cuenta esa ventaja y toda la información, hasta qué punto mantener o levantar las restricciones.