El Día de la Mujer, la organización de protección medioambiental Greenpeace anunció que se sumaba a los reclamos del 8M y cambió su nombre en redes sociales a «Purplepeace» -«paz púrpura», el color que representa al movimiento feminista, en lugar de «paz verde»-. La medida despertó indignación entre varias exempleadas, que denuncian a la organización, a la sede regional, y a su director ejecutivo, por violencia de género. En Greenpeace niegan las acusaciones y las atribuyen a motivos políticos.
Las primeras mujeres que señalaron a los directivos de Greenpeace Andino, cuyo líder es Martín Prieto, por violencia de género, son la exjefa de campaña política, Eugenia Testa, y las excoordinadoras Consuelo Bilbao y Lorena Pujó. Ellas argumentan que hace tres años hicieron reiteradas denuncias internas en la sede con oficinas en Buenos Aires, que abarcan el área de la Argentina, Chile y Colombia. Poco después fueron despedidas o forzadas a renunciar. Este mes decidieron denunciar públicamente y preparan una acción en la Justicia.
El exjefe de Prensa, Gustavo Stancanelli y el excoordinador de Campaña, Franco Segesso, que formaron parte de la organización durante cinco y nueve años respectivamente, respaldan sus dichos y declaran haber presenciado repetidas situaciones de acoso sexual y laboral contra sus excompañeras.
En Greenpeace no hicieron, hasta el momento de la publicación de esta nota, declaraciones públicas sobre las denuncias.
Tanto Testa, como Bilbao y Pujó niegan haber militado en Los Verdes o tenido vínculos políticos externos mientras trabajaban en Greenpeace.
«Después de que nos echaran intentaron justificar nuestra salida diciendo que militábamos en Los Verdes. No sólo eran mentiras, sino que la misma Dirección Ejecutiva contrataba al líder de esa agrupación para capacitar y delinear estrategias de campañas para Greenpeace», sostuvo Consuelo Bilbao, excoordinadora, en diálogo con LA NACION. «El trato a las mujeres en la organización siempre fue desde un lugar de abuso de poder».
Denuncias
«Yo sufrí un hostigamiento permanente de parte del Director Ejecutivo, Martín Prieto», agregó Lorena Pujó, quien trabajó en Greenpeace entre 2009 y 2014 como coordinadora. «Siempre fue agresivo, despectivo y violento. A veces me pedía disculpas por mail, admitía que había usado tonos impropios. El maltrato se acentuó después de la denuncia interna que promovimos junto a más de 15 personas contra el Director de Logística por violencia de género y abuso laboral. Ese director era el más explícito en sus comentarios hacia las mujeres. Después vino la renuncia forzada de una directora política, la única mujer entre un directorio de siete hombres. Finalmente me echaron, y después pasó lo mismo con otras personas. Todo pasó en pocos meses».
El exjefe de prensa de Greenpeace entre 2011 y 2015, Gustavo Stancanelli, agregó que durante su participación en la organización presenció repetidas situaciones de violencia de género de parte de jefes hacia las mujeres: «Fui testigo de acoso laboral, de maltrato, de actitudes misóginas muy graves en las que el Director Ejecutivo era protagonista y cómplice de otros directores. A mí no me maltrataban, esto era contra las mujeres».
«Un director compartía con el resto de los empleados fotos de una de las voluntarias, que tenía 20 años, desnuda. También hablaba de sexo, de la cantidad de personas con las que tenía relaciones sexuales. Mientras tanto, las mujeres tenían que trabajar el doble de tiempo», añadió Bilbao. «Cuando viajábamos a otro país en campañas [por la protección del medio ambiente] pasábamos 15 días en un departamento y el Director Ejecutivo, Prieto, se paseaba en calzoncillos. No éramos amigos ni teníamos esa confianza. En ese momento eran cuestiones naturalizadas, pero cuando las expusimos ante los directores, ante la Junta Consultiva y ante la dirección internacional, fuimos despedidas, sin motivo ni causa».
Acoso
«Uno de los casos de acoso más graves era el de un Director de Logística, Leonardo Silva, contra una asistente de prensa», relató, en diálogo con LA NACION, el exjefe de Prensa. «Él la buscaba, ella lo rechazaba. Entonces empezó a acosarla dentro de la oficina. La hostigaba, la insultaba, la trataba de tonta en reuniones, delante de todos. El acoso era de tipo sexual. Ella reportó esta situación al Director Ejecutivo y le dijo que lo responsabilizaba, pero nunca tuvo respuesta. La situación duró un año y medio, todos sabían lo que pasaba».
«Todo explotó durante un viaje a Chile», siguió Stancatelli. «Greepeace iba a hacer una acción grande, subiéndose a miles de metros de altura en defensa de los glaciares. El director y la asistente de prensa convivieron varios días y él no paró de acosarla, hostigarla, sacarla de las reuniones, humillarla. Entonces ella empezó a comunicarse conmigo, estaba desesperada. Quería volver, pero el director de Logística no le aprobaba el cambio de pasajes. Tuvo que quedarse varios días más, se quejó y volvió a denunciar el hostigamiento ante varios de los que habían viajado, incluso empleados de Greenpeace Chile».
«Después de regresar a Buenos Aires, el Director Ejecutivo me pidió que la despidiera. Me dijo que le daba ‘vergüenza’ que una persona de Greenpeace se comportara de esa manera. Le parecía peor que ella exteriorizara lo que le pasaba y no que un director suyo, delante de todos, la maltratara».
LA NACION se comunicó con la mujer, que no quiso hacer declaraciones.
El jefe de Prensa alertó a la junta consultiva de Greenpeace -un órgano de contralor que la organización conforma en sus sedes regionales- sobre el intento de desvinculación de la asistente. «Les conté todo lo que sabía, la situación de acoso, el encubrimiento del director ejecutivo, las responsabilidades. No hicieron nada».
Consuelo Bilbao, excoordinadora de Greenpeace que también viajó a Chile en la acción por los glaciares, relató: «Ella era acosada y hostigada por el director de Logística. La Dirección Ejecutiva, en lugar de intermediar a favor de la chica, quiso despedirla. Su jefe y la directora de Campaña tuvieron que interceder para que no la echaran».
En 2013, unos 30 empleados enviaron una carta a la Dirección Ejecutiva y a la Junta Consultiva de Greenpeace. Denunciaban que el Director de Logística había acosado y hostigado a distintas mujeres y hombres. «A cada persona que firmó se le pidió que explicara por qué firmaba y su experiencia personal. Recursos Humanos no intervino. Todo estaba digitado por el Director Ejecutivo, que era amigo del acusado», dijo un exempleado que prefirió reservar su identidad. El director estuvo seis meses más en la empresa, hasta que fue despedido.
«A pesar de que se fue acusado por acoso, tuvo un despido vip», dijo Stancanelli. «Tuvo una indemnización muy importante, le mantuvieron la obra social, siguió utilizando el mail de la organización por meses y tiempo después volvieron a contratarlo para una acción en Uruguay. De hecho, aparecía en las fotos de la campaña que se difundieron».
En Greenpeace Argentina confirmaron a LA NACION la recepción de la carta con la denuncia, pero consideraron que se trató de un episodio aislado y descartaron motivos de acoso sexual y de género. «Hubo un caso de denuncia por acoso laboral en 2013 que afortunadamente terminó en la decisión del Ejecutivo de desvincular a esa persona. Lo cual demuestra que si existe una denuncia de este tipo, la organización toma cartas en el asunto. Tenemos un sistema de «compliance» (cumplimiento normativo) anónima y contratamos a una empresa externa para recibir denuncias. Ese es el único caso de acoso laboral que se concretó en un despido decidido por el Director Ejecutivo», sostuvo Natalia Machain, actual directora política de Greenpeace Argentina.
Desde Greenpeace Internacional aseguraron estar al tanto de lo ocurrido. En línea con la filial local, dijeron: «Entendemos que se presentó una denuncia por acoso, que siguió en una investigación y que a continuación este empleado dejó de formar parte de Greenpeace Argentina. Entendemos que no fue una denuncia por acoso sexual», dijo a LA NACION Mike Townsley, el director de prensa internacional, vía email.
El exdirector de Logística, Leonardo Silva, admitió que su salida se produjo por las denuncias por acoso laboral, pero se defendió de las acusaciones por acoso sexual: «Yo me voy de Greenpeace porque un grupo de personas firmaron una carta. Yo no la vi, por el protocolo, pero sé que me acusaban por maltrato y acoso laboral. El Director Ejecutivo y un miembro de la Junta Consultiva hablaron conmigo, hicieron una investigación que dio incongruencias, no estaba fundamentada. Había gente que ‘decía que había escuchado cosas que decían otras personas’. Los directivos de Greenpeace me aconsejaron que diera un paso al costado. Y como la organización para mi está primero, tomé la decisión de irme. Nunca en mi vida tuve una demanda por acoso sexual.», sostuvo.
Y agregó: «El clima laboral de Greenpeace era hostil, había épocas de mucha hostilidad, eso es algo que se supo en la auditoría. La investigación dio como resultado que había distintas culturas de trabajo. Y yo creo que es verdad. Mi cultura era la de trabajar 14 horas por día, yo soy un ecologista, fui preso en varios países y deportado. Había grandes diferencias con la cultura laboral de muchas otras personas, y eso generaba situaciones tensas, fricciones y peleas. Pero nunca nada que ver con situaciones de abuso sexual».
Desde las primeras manifestaciones públicas contra Greenpeace, distintas personas, a través de redes sociales, publicaron sus experiencias en primera persona. Una de ellas es Fernanda Roux, que denuncia acoso sexual. Estuvo de acuerdo con que este medio publicara su caso, su nombre y su apellido, aunque eligió no hablar por otro medio: «Ya conté lo que quería y tenía para contar», dijo. «Creí necesario decirlo en este momento y en este contexto. Pero es un tema que, por lo que personalmente me representó, quise expresar en un medio en el que me sintiera cómoda. No quiero saber más nada de Greepeace».
Despidos
Eugenia Testa ingresó en Greenpeace 2005 y en 2009 pasó a ser el único miembro femenino de la filial argentina. En 2013 participó, como directora política, de la denuncia interna de varios empleados contra el director de Logística. A partir de 2014, dijo, empezó «un proceso de desgaste» y «acoso por cuestiones de género» en su contra.
«Yo viví y presencié casos de acoso, de machismo y comentarios fuera de lugar. Yo estaba en un grupo donde todos, menos yo, eran hombres. Tenía que soportar comentarios desubicados a diario. Por el hecho de ser mujer sufría un maltrato constante. Era la desvalidez absoluta frente a un directorio de siete hombres. Tenía que justificar cada cosa que hacía cien veces más que los demás. En 2014 empecé a tener un vaciamiento de tareas. Me sacaron el poder de decisión sobre las campañas y me quedaron a cargo exclusivamente las tareas administrativas. El director ejecutivo repartió mi trabajo entre los otros directores. Fue un proceso de desgaste exprofeso, aunque me dijeron que era un rediseño de la organización. Yo había apoyado la carta de los empleados por abuso sexual y ese puede ser un motivo, pero las conductas discriminatorias hacia mí, como mujer, eran previas».
En octubre de 2014, un año después de la carta contra el director de Logística, Eugenia Testa se enteró de que las autoridades de la organización habían revisado sus cuentas de mail personal y las estaban divulgando entre el resto de los empleados. «Fue demasiado. Me quería escapar y decidí irme».
En su telegrama de renuncia, detalló «sistemáticas y persistentes difamaciones, manifestaciones malintencionadas, modificación de tareas, trato discriminatorio e intromisión en su vida privada».
También informó por correo a la junta consultiva sobre la situación de violencia de género dentro de la empresa. No obtuvo respuesta. Entonces mandó una segunda carta, donde amenazó con impulsar un proceso judicial. «Me respondieron que si seguía insistiendo, iban a denunciarme. Entonces acudimos a la junta de Greenpeace Internacional. Ahí tuvimos más suerte. Nos recibieron la denuncia y mandaron a una mujer, que hizo entrevistas, investigó. Sabemos que señaló en un informe que en el directorio eran todos hombres. Pero no nos dijeron más nada».
Desde Greenpeace Internacional confirmaron a LA NACION que recibieron la denuncia interna de parte de Testa en 2014 e impulsaron una investigación: «La situación fue traída a Greenpeace International», admitió el director de prensa, Mike Townsley, vía correo electrónico, ante la consulta de este medio. «Como consecuencia, trabajamos con la junta consultiva local para apoyar una investigación independiente sobre las denuncias internas. Luego seguimos al tanto, a través de nuestro Auditor Interno, para verificar que las recomendaciones fueran llevadas a cabo».
Según la organización regional se destinó a una «experta en equidad de género en ambientes de trabajo» para investigar la situación. «La especialista revisó las políticas de igualdad de género y protección del ambiente de trabajo, entrevistó a todas las personas, incluyendo a las tres denunciantes. El contenido es confidencial, pero la conclusión es que las desvinculaciones fueron debido a serias diferencias en el modo de llevar adelante el trabajo», completó una agente de comunicación.
Después de que Eugenia dejara de asistir a la oficina, el Director Ejecutivo leyó, en voz alta, delante de los empleados, varios fragmentos de sus emails personales. Así lo relató a LA NACION el excoordinador Franco Segesso. «Leyó los mails de Eugenia y justificó los despidos de Lorena y Consuelo diciendo que tenían tratos ‘promiscuos’ por fuera de la organización», recordó.
«Si la violencia de género es el maltrato hacia la mujer por el hecho de ser mujer, verbal, psicológico, sin ninguna duda, afirmo que hay violencia de género en Greenpeace», dijo Segesso, quien trabajó en la organización hasta el año pasado. Destacó que hoy trabaja en la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP) y que no tiene ningún vínculo ni con Los Verdes. «Como alguien que tiene un respeto enorme por la organización y lo que hace, me costó mucho salir a hablar de todo esto, pero no puede silenciar. Siento una pena enorme por cómo están manejando el tema».
Después de la renuncia de Testa, dos coordinadoras, Lorena Pujó y Consuelo Bilbao, presentaron ante la Dirección Ejecutiva y la Junta Consultiva una carta interna con la firma de otros 30 empleados solicitando su reincorporación. Días después fueron despedidas. Aseguran que iniciaron una demanda en 2014, pero que el abogado que la presentó no avanzó con los trámites y sospechan de una acción de parte de la organización para influir en el letrado, aunque no tienen pruebas.
Fuente: La Nación