Hace cuatro décadas y media un grupo de madres y abuelas se organizaron para buscar a sus nietos, en medio de una sociedad paralizada por el terrorismo de Estado
Por Leonardo Castillo – Télam
La apropiación de bebés nacidos en cautiverio en los centros clandestinos de detención ilegal como si se tratarán de un botín de guerra de la última dictadura cívico militar motivó que un grupo de madres y abuelas se organizaran hace 45 años para buscar a sus nietos, en medio de una sociedad paralizada por el terrorismo de Estado.
La brutal maquinaria represiva ilegal desatada tras el golpe de Estado de marzo de 1976, motivó que familiares y amigos de las víctimas comenzaran a organizarse para preguntar dónde estaban los miles de detenidos desaparecidos que habían sido secuestrados en operativos clandestinos ejecutados por efectivos de las fuerzas armadas y de seguridad.
En ese país ocupado y sitiado, sin garantías constitucionales, con una prensa silenciada y una justicia paralizada, surgió el 30 de abril de 1977 un grupo denominado como las Madres de Plaza de Mayo.
Eran mujeres que comenzaron a concentrarse en la histórica Plaza, y a girar en torno a la Pirámide de Mayo para inquirir al régimen castrense por la suerte de sus hijos que habían sido arrancados de sus hogares y lugares de trabajo, sospechados por sus militancias políticas y sindicales.
Con el tiempo comenzaron a cubrir sus cabezas con pañuelos blancos anudados en sus cuellos y su presencia a metros de la Casa Rosada comenzó a generar inquietud sobre la cuestión de las violaciones a los Derechos Humanos, tanto en el país como en el exterior.
El primer antecedente de la existencia de lo que más tarde serían las Abuelas de Plaza de Mayo se produjo el 15 de mayo de 1977, cuando María Eugenia Casinelli, junto con un grupo de abuelas presentaban ante la justicia de Morón un habeas corpus para denunciar la existencia de niños desaparecidos y reclamar que se suspendieran todas las adopciones.
A los pocos meses, los caminos de dos mujeres que buscaban a sus desaparecidos cruzaron sus caminos en plena búsqueda. Se trataba de Alicia Licha Zubasnabar y Chicha Chorobik de Marini.
Licha empezó a ir a las rondas de Madres mientras buscaba a un hijo, una hija embarazada y dos parientes políticos. Chicha trataba de juntarse con Madres con nietos chicos que hubieran desaparecido en operativos de las fuerzas represivas.
Una funcionaria de minoridad de los tribunales de La Plata le dio a Chicha la dirección de Alicia; las mujeres se conocieron y juntas se sumaron a las acciones de Madres de Plaza de Mayo.
Conocieron a otras abuelas y en octubre de 1977 participaron junto a otras Madres de la entrega de una carta al secretario de Estados de los Estados Unidos Cyrus Vance, de visita en Buenos Aires.
Estuvieron presentes en esa actividad las primeras doce fundadoras de Abuelas: Mirta Acuña de Baraválle, Beatriz Aicardi de Neuhaus, María Eugenia Casinelli de García Irureta Goyena, Eva Márquez de Castillo Barrios, Chicha Mariani, Delia Giovanola de Califano, Clara Jurado, Leontina Puebla de Pérez, Raquel Radio de Marizcurrena, Vilma Delinda Sesarego de Gutiérrez, Haydeé Vallino de Lemos y Alicia Licha Zubasnabar de De la Cuadra.
Eran un subgrupo de Madres de Plaza de Mayo que inicialmente se denominaron como Abuelas Argentinas con Nietitos desaparecidos.
Se reunían en confiterías y en parques y eran en su mayoría amas de casa que no tenían experiencia de haber participado en actividades políticas.
Así y todo comenzaron a recorrer juzgados, orfanatos y hacer investigaciones, mientras los magistrados le cerraban las puertas de sus despachos y los políticos optaban no recibirlas.
A fines de 1977, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) aceptó un reclamo de Abuelas y el Buenos Aires Herald -el diario escrito en inglés en Argentina-, publicó una carta dando a conocer la situación de los niños desaparecidos.
El día del niño de 1978, poco después del Mundial, el diario La Prensa publicó la primera solicitada de Abuelas, que por entonces comenzaron a establecer contactos a nivel internacional, con organizaciones, personalidades de la cultura y dirigentes políticos que se solidarizaban ante estas violaciones a los derechos humanos más elementales que se cometían en Argentina.
Chicha Mariani y Estela de Carlotto, que se sumó a Abuelas en 1978, fueron fundamentales en esta tarea.
En base a la información recopilada por organismos de derechos humanos vinculados con la iglesia brasileña sobre la situación de los desaparecidos en Argentina, Abuelas logró en marzo de 1980 recuperar a las primeras dos nietas: Tatiana Ruarte Britos y su hermana Laura Jotar Britos.
Ambas habían sido adoptadas por el matrimonio Sfiligoy, que colaboró en la restitución de las identidades de estas niñas.
Más tarde lograron localizar a Paula Logares, que recuperaría su identidad tras el retorno de la democracia. Entre 1980 y 1983, las Abuelas de Plaza de Mayo lograron ubicar a cinco niños desaparecidos.
Los contactos internacionales les permitieron contactarse con la Sociedad Americana para el Avance de la Ciencia, y confirmaron que con datos genéticos que se encontraban en la sangre podían confirmarse las identidades.
En 1987, recuperó su identidad gracias al trabajo de Abuelas María Leonor Abinet, la primera nieta nacida en cautiverio, y meses más tarde consiguieron anular la adopción de Ximena Vicario, por irregularidades.
Fue el año en el cual por iniciativa de Abuelas se aprobó la ley que estableció el Banco Nacional de Datos Genéticos, una institución fundamental para recuperar las identidades sustraídas durante la dictadura militar
En 1989, Chicha Mariani dejó Abuelas por diferencias con sus integrantes y años más tarde creó la Fundación Clara Anahí.
La entidad, que aún funciona en La Plata, lleva el nombre de la nieta que una de las 12 fundadoras buscó y no pudo encontrar. Chica murió en 2018.
Las leyes de impunidad sancionadas durante el gobierno de Raúl Alfonsín y los indultos presidenciales de Carlos Saúl Menem no desanimaron a las Abuelas en su lucha.
En 1997, la asociación inició una causa penal para que se investigara la desaparición de personas como parte de un plan sistemático de terrorismo de Estado.
Y al cumplirse 20 años de su creación, Abuelas lanzó acciones colectivas y masivas, al entender que los niños nacidos en cautiverio tenían 20 años y podrían comenzar a buscar sus identidades.
Esa vocación de búsqueda se plasmó en obras culturales como Teatro por la Identidad, Televisión por la Identidad y otras producciones audiovisuales.
En agosto de 2014, Estela logró reencontrase con su nieto (el 114 en conocer su verdaderos orígenes) Ignacio Montoya Carlotto, hijo de Laura Estela Carlotto, que tenía dos meses de embarazo cuando fue secuestrada, y Walmir Oscar Montoya.
Javier Matías Darroux Mijalchuk se convirtió en 2019 en el nieto 130 y hasta el momento es el último que recuperó su identidad gracias al trabajo de Abuelas.
El ministro de Ambiente, Juan Cabandié; el secretario de Derechos Humanos, Horacio Pietragalla Corti; la titular del INADI, Victoria Donda; son nietos recuperados en funciones en el Gobierno nacional, al igual que la legisladora porteña, Victoria Montenegro.
Mientras tanto, la lucha que Abuelas inició hace 45 años no cesa y es fundamental para la continuidad del proceso de Memoria, Verdad y Justicia.
*Contacto con Abuelas de Plaza de Mayo
¿Dudás de tu identidad?: dudas@abuelas.org.ar
Para aportar información información sobre hijos/as de desaparecidos/as: denuncias@abuelas.org.ar