En aquel entonces, casi como nunca antes había ocurrido, el mundo del fútbol se enlutó. La Asociación del Fútbol Argentino, presidida en ese entonces por Luis Segura, suspendió todas las categorías y prometió un cambio radical en los estadios
Es imposible olvidar aquel 3 de mayo de 2015 en el que un choque, producto de una acción de juego dentro de una cancha de fútbol, culminó de la peor manera: Emanuel Ortega, jugador de San Martín de Burzaco, a préstamo desde Banfield, disputó el balón con un rival y se golpeó la cabeza contra la base de cemento que sostenía el alambrado perimetral, lo que provocó su muerte once días después, por una fractura de cráneo.
Ortega, nacido el 21 de febrero de 1994 en Perico, Jujuy, se fue con 21 años y una larga carrera por delante. Con pasado en las inferiores de Banfield, San Martín de Burzaco lo acogió y lo hizo propio. Hoy una de sus tribunas del estadio lleva su nombre. .
En aquel entonces, casi como nunca antes había ocurrido, el mundo del fútbol se enlutó. La Asociación del Fútbol Argentino, presidida en ese entonces por Luis Segura, suspendió todas las categorías y prometió un cambio radical en los estadios.
¿Qué se hizo en materia infraestructura?.
Al día siguiente de la muerte de Ortega, la AFA resolvió que todos los estadios con paredes de cemento cercanas a las líneas de cal deberían ser cubiertas por protecciones en un plazo de 90 días. Se colocaron colchonetas en las canchas del ascenso, aunque más tarde que temprano. .
Luego de ese plazo, los cambios exigidos nunca llegaron, por lo que la amenaza de más muertes evitables siguieron presentes y continuaron apareciendo nuevos casos de jugadores golpeados contra los paredones linderos.
El 31 de mayo del 2015, en el Federal B, (Cuarta División del fútbol argentino), apenas 17 días después de la muerte de Ortega, Gonzalo Cendra chocó contra un paredón en el partido que disputaban Deportivo Sarmiento de Coronel Suárez y Kimberley de Mar del Plata.
El jugador sufrió un leve traumatismo, recibió algunos puntos de sutura por el impacto y por suerte las cosas no pasaron a mayores.
El 23 de agosto, en la misma categoría, cuando las remodelaciones ya debían estar efectuadas, Pablo Lengman, de Atenas, se fracturó la muñeca y se cortó la ceja al chocar contra la pared del fondo de la cancha, en un partido entre Peñarol de Córdoba y ese equipo de Río Cuarto.
En tanto, el 29 de septiembre en la Primera C (Cuarta División), Sebastián Gigliotti, hermano del ex jugador de Boca Juniors, sufrió un accidente con las mismas características, durante un encuentro que disputaban Argentino de Quilmes y Midland. Estuvo internado, pero afortunadamente sin mayores complicaciones.
Este último caso volvió a exponer el peligro de los campos de juego del ascenso, seguramente por trascendencia que le dio al tema que el accidentado era el hermano de un futbolistas consagrado y de renombre.
En la AFA se volvieron a ocupar del tema. Luis Segura dio un nuevo plazo de 45 días para que se colocaran las protecciones necesarias y aseguró que «se irían colocando prioritariamente en los estadios con las paredes más cerca de las líneas de cal, las más peligrosas».
También se tomaron «medidas de control» en los estadios: el cerco de alambre tejido o el borde interno del foso distarán de las líneas de toque no menos de 2,5 metros; de las líneas de gol, no menos de 3 metros. Pero centenares de estadios del ascenso no cumplen ni siquiera actualmente con esta norma. .
Los arreglos no existieron en la totalidad de los clubes vinculados a AFA, de hecho son muchos como San Miguel (Primera B) y Almirante Brown (Primera Nacional), que todavía hoy no tienen colocadas las famosas colchonetas.
En otros casos como los de Cipolletti (Federal A) y Deportivo Armenio (Primera B), los dirigentes de los clubes debieron presionar (más de un año) a la AFA para que les lleguen las protecciones que prometieron en su momento. .
Idas y vueltas. Marchas y contra marchas. Y como tantas otras veces en el fútbol argentino todo seguirá igual hasta que otro jugador choque contra un paredón y las autoridades se vean obligadas a volver a hablar de tema. Hablar para no resolver nada.