* Por Alberto Botto
Éste, como tantos otros Día del Trabajador en Argentina, es una jornada que nos llama a reflexionar especialmente. La realidad económica y sobretodo financiera no puede ser ocultada, está a la vista y la sufren muchas familias en el pais. Si bien la responsabilidad por ese sufrimiento es compartida por quienes tienen en sus manos el poder (gobernantes, empresarios y dirigentes políticos y sociales), no puede soslayarse el hecho de que la autoridad constituída, la que conduce, la que aplica las normas legales y las hace cumplir, la que diagrama y establece políticas, tiene mayor compromiso y en consecuencia mayor responsabilidad.
El asunto, hoy y siempre, no es sin embargo cuestionar solo al gobierno, formular una crítica y nada más. Es necesario aportar algo para que esta crisis sea superada. Y si quienes componen el Estado no tiene vocación de servicio al prójimo más necesitado (lo que sería o es lamentable y triste) aquellos que efectivamente bregan para el establecimiento de una vida digna en una tierra rica, deben unirse para el logro de los propósitos que no deben ser la defensa de los intereses personales o partidarios, sino el alcance de una vida digna de ser vivida por todos. Todos, sin exclusión de clases, razas, religiones o condiciones sociales.
Para el logro de esto que parece en el mundo de hoy una utopía, una ilusión, es menester despojarse de mezquindades e insensibilidades. El poder debe por fin estar en manos de aquellos que comprenden qué es la empatía; por aquellos que sienten que el otro también existe; que el otro es vida susceptible de derechos; que el otro también tiene un entorno al que ama y que ese entorno, la familia especialmente, merece el resguardo y la protección acecuada.
Hoy, más que nunca, cuando miles de familias sufren, lloran y están literalmente devastadas, no hay consigna más fuerte que la unidad para el bien común.
Vaya nuestro mensaje de esperanza, nuestro compromiso en la lucha por los trabajadores desocupados, subocupados y conculcados por un poder históricamente insensible; nuestro reconocimiento a profesionales que hacen de su labor un servicio al prójimo, nuestro saludo, en fin, a todos los trabajadores, y muy, pero muy especialmente, a esa trabajadora silenciosa, abnegada, sacrificada, que todo lo hace con amor elevado y cuyo trabajo a veces es poco reconocido o escasamente tenido en cuenta: el ama de casa. Esa ama de casa que además de trabajar en su hogar muestra dotes de gran profesional, emprendedora o trabajadora. Que aquella recordada proclama sea una realidad en esta tierra de promisión: ¡Paz, pan y trabajo!
- Secretario general del Sindicato de Luz y Fuerza de Rosario y titular del Movimiento Sindical Rosarino