Darío Teitelbaum, ex director para América Latina del movimiento juvenil judío Hashomer Hatzair, recuerdo lo vivido hace 8 décadas
Por Florencia Vaveluk – Télam
«Los discursos de odio pueden conducir a genocidios», advirtió Darío Teitelbaum, ex director para América Latina del movimiento juvenil judío Hashomer Hatzair al que perteneció el líder del histórico Levantamiento del Gueto de Varsovia, una resistencia llevada adelante en su mayoría por jóvenes, a la que consideró como «la acción temprana civil más larga que tuvo en contra el nazismo», de la que este 19 de abril se cumplen 80 años.
Este miércoles se recordará en todo el mundo las ocho décadas de esta sublevación liderada, entre otros, por jóvenes como Mordejai Anielewicz, entonces comandante de la Organización Judía Combatiente (ZOB), quien murió el 8 de mayo de 1943, a los 24 años, tras luchar contra la deportación de judíos hacia campos de exterminio.
Anielewicz fue también dirigente del movimiento juvenil sionista socialista Hashomer Hatzair, del que Teitelbaum fue director para América Latina, y quien lo define como el «primer movimiento juvenil judío», fundado hace 110 años y que actualmente permanece activo en 26 países.
Esta centenaria organización conforma «una amalgama de ideas, un espacio judío de libre pensamiento laico, pacifista y con respeto a las tradiciones», definió Teitelbaum en diálogo telefónico con Télam desde Israel, donde reside desde 1978.
En este sentido, el movimiento cumplió un rol preponderante en la resistencia judía durante la Segunda Guerra Mundial y, en concreto, durante los levantamientos del gueto de Varsovia, que comenzaron el 18 de enero de 1943 con la «primera pequeña rebelión» y culminaron con el enfrentamiento crucial e histórico del 19 de abril de 1943.
—¿Cómo comienza el levantamiento del 19 de abril de 1943?
—La decisión de los nazis ante la oposición y resistencia judía dentro del gueto de Varsovia era de expulsar y matar a todos los judíos, y dinamitar el gueto. El levantamiento comienza el 19 de abril de 1943 en la vísperas de la festividad de Pésaj y fue un enfrentamiento cara a cara en varios combates, agrupados en dos órganos centrales. Por un lado, lo que se llama la Juventud Combatiente o ZOB, que aglutinaba a los movimientos juveniles de izquierda junto a la Organización Judía Militar, organizada por movimientos juveniles con ideologías de derecha.
—¿Qué representa el levantamiento del gueto de Varsovia en el contexto de la Segunda Guerra Mundial?
—El levantamiento es lo que podríamos llamar una microhistoria respecto a la Segunda Guerra Mundial. El Holocausto o la Shoá es llevada a la práctica por discursos de odio ancestrales contra los judíos, renovados en un odio científico instalado por el régimen nazi basado en la idea de la superioridad racial por sobre la raza judía, eslava, gitanos, homosexuales y ‘minusválidos’, según consideraban ellos, que se transformaron en un objetivo de exterminio. En este caso, el pensamiento de odio estaba basado en lo religioso, y después se transformó en algo ritual, en algo más popular. En este sentido, lo particular que tiene la Shoá es la intención global del exterminio.
—¿Cuánta gente fue recluida en el gueto? ¿Quiénes lograron sobrevivir?
—El gueto de Varsovia tuvo 3,4 kilómetros cuadrados, lo que mide el barrio de Villa Crespo (en la Ciudad de Buenos Aires) y llegó a albergar en sus momentos de mayor población entre 450.000 y 470.000 judíos. Los jóvenes que lograron salvarse de la deportación para el exterminio lo hacen por el carácter grupal, el compartir, la abnegación entre pares y amigos, el liderazgo que van tomando en el gueto – del que no se salvan de casualidad-, mientras ven a sus padres, hermanos, abuelos y otros amigos siendo deportados al campo concentracionario de Treblinka.
—¿Qué otro tipo de resistencias se gestaron en el gueto?
—Paralelamente ocurrió un gran acto de resistencia intelectual, que es la creación del archivo que en hebreo se llama Óneg Shabat, fundado por el doctor Emmanuel Ringelblum, que juntó testimonios, documentación, archivos y fotos -desde el comienzo de las deportaciones- en latas y tambores de 25 litros enterrados en Varsovia, y que fueron encontrados una vez concluida la guerra. Todo esto ocurre bajo un concreto y muy cercano riesgo de muerte.
—¿Qué importancia tuvieron los jóvenes en los levantamientos? ¿A qué atribuye su grado de participación?
—Uno de los fenómenos interesantes es el establecimiento de movimientos juveniles judíos de diversas tendencias ideológicas y políticas de izquierda y derecha. Estos jóvenes se formaron después de la Primera Guerra Mundial a partir de ideas pacifistas y de no tomar la realidad como una única opción. Fueron, en cierto sentido, rebeldes. La participación y el liderazgo en los levantamientos no ocurrieron solamente en el gueto de Varsovia, sino casi en todo lugar donde hubo movimientos juveniles. Ellos logran esa cohesión social de los grupos basada en objetivos comunes de vida a largo plazo, junto con la rebeldía del pensamiento crítico que los llevó a vislumbrar el exterminio masivo de las personas judías.
—En cuanto a las mujeres, ¿qué rol tuvieron en la organización de estos levantamientos?
—Cumplieron un papel muy importante, tanto en la organización clandestina como en los combates a pesar de ser apresadas, torturadas y aniquiladas. Una de ellas fue Jaika Grosman, que estuvo de paso por Buenos Aires en 1985.
Estas mujeres fueron oficiales de enlace que viajaban dentro de la Polonia ocupada pasando información, noticias, y estaban cara a cara con el enemigo. Ni hablar de las mujeres partisanas que empuñaron armas desde los primeros momentos de la organización clandestina. Ellas son famosas por haber volado trenes y cortaron el circuito del tránsito de las líneas de provisión del ejército alemán, entre otras cosas.
—¿Cómo concluyeron los levantamientos en el gueto? ¿Qué repercusión tuvieron?
—El levantamiento fue sofocado por las fuerzas del general Jürgen Stroop el 8 de mayo, cuando le anunció en un cable a Hitler que la ciudad de Varsovia estaba ‘limpia de judíos’. Estamos hablando de la acción temprana civil y más larga que tuvieron en contra los alemanes en la historia de la Europa en guerra. Sin duda se produjeron más actos de resistencia, porque en realidad todo acto de supervivencia en los guetos y campos de concentración eran actos de resistencia cultural, física y espiritual.
—En relación al impacto de los discursos de odio que mencionó al principio, ¿qué impacto considera que pueden tener ese tipo de prácticas en la actualidad?
—Los discursos de odio pueden conducir a genocidios. Sin que necesariamente se trate de genocidios de la envergadura del genocidio armenio, que antecedió al Holocausto judío, o el genocidio gitano y Tutsi. Sin llegar a esa envergadura, es transformar a una población o a un grupo social, ideológico o político en objeto de discurso de odio. Esto incluye la intención de su desaparición, de su eliminación. Ya sea la desaparición pública, de las ideas, o la desaparición de quien las escribe.
—¿Cómo se combaten este tipo de discursos?
—Primero que nada, estamos hablando de un compromiso ético y moral en la lucha contra esto. No puede ser una lucha divergente. La lucha contra los discursos de odio es una lucha contra la discriminación y puede llevar a una lucha global y desinteresada que hay que acompañar.