El 26 de julio de 1952, Argentina vivía una de las movilizaciones más concurridas de su historia. La muerte de Eva Duarte de Perón convocó a una multitud para despedir sus restos. La llamada «abanderada de los humildes» es reconocida como un símbolo de los derechos sociales.
Aquel día, pasadas las 21.30, un comunicado por cadena daría inicio al velatorio que se extendió por más de 15 días. «Cumple la Secretaría de Informaciones de la Presidencia de la Nación el penosísimo deber de informar al pueblo de la República que a las 20.25 horas ha fallecido la Señora Eva Perón, Jefa Espiritual de la Nación. Los restos de la Señora Eva Perón serán conducidos mañana, al Ministerio de Trabajo y Previsión, donde se instalará la capilla ardiente», se emitió por radio.
«Evita», mujer del ex presidente Juan Domingo Perón, falleció con apenas 33 años, víctima de un cáncer de útero.
Nacida en la localidad bonaerense de Los Toldos el 7 de mayo de 1919, fruto de la relación entre el estanciero Juan Duarte y su madre, Juana, una puestera de esa zona aledaña a la ciudad de Junín.
Su vida dio un vuelco en 1944, cuando conoció a Juan Domingo Perón, en un acto realizado en el estadio Luna Park por la Secretaría de Trabajo y Previsión. A su lado vivió las intensas jornadas de octubre de 1945 para luego tener una participación activa en la campaña de 1946, que llevaría a su marido a la presidencia.
A partir de ahí, Evita despegó su carrera política. Días después del triunfo de su marido, pronunció su primer discurso político en un acto en el que comenzó a exigir el sufragio femenino, un derecho que se conquistaría poco después.
En tanto, Evita se convirtió en un lazo estrecho con las bases del peronismo, al mantener en una relación cercana y compleja con los sindicatos y al proliferar la asistencia social a través de su fundación.
A comienzos de 1950, su enfermedad empezó a hacerse visible. Pronto se supo que su caso era terminal. Tan sólo meses antes de su muerte, los adeptos al peronismo exigían que se pronunciara sobre la posibilidad de ser vicepresidenta. El 31 de agosto de 1951, a las ocho y media de la noche, en un breve discurso pregrabado, Eva Perón anunció su «irrevocable y definitiva» decisión de declinar a la candidatura, momento que fue conocido como «el día del renunciamiento».
Su cuerpo fue embalsamado y expuesto en la CGT. Pero en 1955, durante la Revolución Libertadora, el cadáver fue secuestrado y permaneció desaparecido durante 14 años. A partir de allí se abrió una bóveda en el cementerio de la Recoleta.