El 11 de mayo de 1960 un comando israelí lo secuestró en una calle perdida de San Fernando. Luego fue juzgado y condenado a muerte. Fue el primer criminal de guerra llevado a juicio en Israel
El 11 de mayo de 1960, Adolf Eichmann, el arquitecto del Holocausto nazi, fue secuestrado por agentes secretos israelíes en Buenos Aires, donde se había ocultado tras escaparse de Alemania, y fue trasladado a Israel donde fue juzgado y ahorcado por crímenes contra la humanidad.
El alto funcionario alemán se había ganado la consideración y el reconocimiento de los principales jerarcas nazis por su eficiencia en el manejo de la red de los trenes que trasladaba prisioneros desde los guetos hacia los distintos campos de concentración.
En julio de 1950 llegó a la Argentina bajo el nombre de Ricardo Klement, mediante un salvoconducto del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), emitido en Italia, bajo los auspicios de la Iglesia católica.
Inicialmente vivió en la provincia de Tucumán y luego se estableció en una modesta casa de la calle Garibaldi, en la localidad bonaerense de San Fernando, junto con su esposa con quien tenía cuatro hijos.
Nacido en Solingen, Alemania, el 19 de marzo de 1906, Eichmann ingresó en 1932 al Partido Nazi y se convirtió en un miembro destacado de las temidas SS, una escuadra de protección del dictador Adolf Hitler que comandaba Henrich Himmler.
Durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), este criminal organizó la captura e identificación de miles de judíos que fueron llevados a Auschwitz, Polonia, y a otros campos de exterminio, bajo la llamada «Solución final».
Al capitular la Alemania nazi, fue apresado por tropas estadounidenses pero luego se escapó en 1946 y huyó a la Argentina. Discretamente, bajo el apellido Klement, empezó a trabajar como gerente en una de las plantas de la automotriz alemana Mercedes Benz.
El célebre cazador de nazis, Simon Wiesenthal, fue el primer en recibir pistas sobre el paradero de Eichman, cuando en 1954 recibió una postal de un amigo que, después de la guerra, se había ido a vivir a la Argentina.
«Vi a ese cerdo sucio Eichmann… Vive cerca de Buenos Aires y trabaja para una compañía de aguas», decía la carta que puso en marcha la cacería para dar con el alto jerarca nazi.
En la noche del 11 de mayo de 1960, Eichmann fue secuestrado por un comando del servicio secreto israelí (Mossad), que había ingresado ilegalmente al país bajo el gobierno del presidente, Arturo Frondizi.
Dos de esos agentes cumplieron un rol principal en interrogar al criminal nazi: Peter Malkin, un judío alemán que huyó en 1936 con su familia a la entonces Palestina inglesa, y Sabra Rafi Eitan.
Eitan, además, dirigió el secuestro que se conoció también como «Operación Garibaldi», por el nombre de la calle donde vivía Eichmann, cuya ubicación precisa en Buenos Aires, fue brindada por Lothar Hermann, un sobreviviente judío que había quedado ciego por las palizas que recibió de las SS.
Los Hermann vivían a poca distancia de la casa de los supuestos Klement y la hija del ex prisionero estaba saliendo con uno de los hijos de Eichmann, que le había presentado a su padre con su nombre real.
Hermann se comunicó en 1957 con el fiscal aleman Fritz Bauer, quien finalmente informó a los agentes del Mossad que había un hombre en Buenos Aires que reunía todas las características de Eichmann.
En marcha el operativo de inteligencia, el criminal de guerra nazi fue capturado por los agentes secretos israelíes al bajar de un colectivo cuando regresaba a su casa.
Posteriormente, fue escondido en una vivienda hasta que el 20 de mayo, drogado y disfrazado de mayordomo, fue llevado a Israel en un avión de la aerolínea israelí El Al.
El 15 de diciembre de ese mismo año, Eichmann escuchó la sentencia de un tribunal israelí que lo condenó a muerte por crímenes contra el pueblo judío, crímenes contra la humanidad y crímenes de guerra.
En su diario de prisión, difundido por Israel en marzo del 2.000, Eichmann, que fue ejecutado e los 56 años consideraba que «toda la política es una prostituta callejera, y el nacionalismo, un crimen, la mayor desgracia de los pueblos».
Extracto del juicio a Adolf Eichmann en Jerusalén en el año 1962, que inspiró a Hannah Arendt a acuñar la expresión «la banalidad del mal».
En una carta en la reclamó clemencia al presidente israelí, Yitzjak Ben-Zvi, difundida recién en enero de 2016, señala: «Yo no era un jefe responsable, por lo que no me siento culpable».
Eichmann, finalmente, fue ahorcado el primero de junio de 1962, convirtiéndose en el único civil ejecutado hasta la fecha en Israel.
Su cuerpo fue cremado y sus cenizas esparcidas en el mar, lejos de las aguas territoriales de Israel.