El 15 de marzo de 1995, el hijo del entonces presidente Carlos Menem moría en circunstancias que hasta el día de hoy no han sido esclarecidas
Por: Christian Sanz/ NA
El 16 de febrero de 1995, el entonces ministro del Interior del menemismo, Carlos Corach, recibía en sus manos una carta certificada, bajo número 8804, donde le advertían que el hijo de Carlos Menem sería asesinado mientras condujera su helicóptero. “Está relacionado indirectamente con el tema AMIA (…) es un mensaje al presidente (Menem)”, rezaba la misiva escrita por un ex agente de Inteligencia llamado Mario Aguilar Rizzi, que en esos días purgaba prisión en el Servicio Penitenciario Federal.
Casi al final, la carta advertía que el hecho se trataría de hacer “aparecer como un accidente, por motivos que le comentaré personalmente”. En realidad, lo que Aguilar quería era hablar personalmente con Corach a efectos de darle detalles puntuales de su advertencia, pero el funcionario no estaba interesado en que ello ocurriera, ya que consideraba a Aguilar un personaje “poco confiable”.
Un mes después, el 15 de marzo de 1995 —hace exactamente 27 años—, Carlitos Menem moría al caer su helicóptero en un maizal ubicado en el km 211,5 de la ruta 9, entre las ciudades de San Nicolás y Ramallo. Eran las 11.45 de la mañana de un día soleado que comenzaba a nublarse y daba comienzo a una trama que hasta el día de hoy no ha podido ser del todo dilucidada.
Dolor de madre
“Fue el tercer atentado. La muerte de Carlitos fue el tercer atentado”, aseguró Zulema Yoma a este cronista pocos años después de ocurrido ese hecho, en una suerte de mensaje críptico que solo pudo ser develado a posteriori.
Es que, para entender qué quiso decir esta dolida madre, hay que recordar que en la Argentina hubo dos crueles atentados, uno cometido el 17 de marzo de 1992 y el otro el 18 de julio de 1994, uno contra la embajada de Israel y el otro contra la sede de la AMIA, respectivamente.
Ambos fueron mensajes directos hacia el entonces presidente Carlos Menem y, en ambos, el mandatario no dejó dudas de ello. “Esto me lo hicieron a mí”, aseguró en 1992 cuando ocurrió la explosión en la embajada. Dos años más tarde, frente al siguiente atentado, sus palabras serían tanto o más reveladoras: “Les pido perdón”.
¿Por qué Menem pidió disculpas si nadie lo había acusado de nada? ¿Quiénes fueron y qué mensajes le quisieron dar a la hora de cometer tan terribles atentados? Esa historia se remonta a 1988 cuando Menem viajó a Siria y se reunió con Haffez Al Assad, entonces presidente de ese país, a efectos de buscar fondos frescos a cambio de permitir en la Argentina oscuros negocios vinculados con drogas, lavado de dinero y reactores nucleares. Así al menos lo confirmó el ex embajador Oscar Spinosa Melo —uno de los concurrentes a ese viaje— a quien escribe estas líneas.
La historia que siguió es harto conocida: valijas con dinero sucio, el ingreso de terroristas sirios a la Argentina —con Monzer Al Kassar a la cabeza— y el fracaso final de todos esos negocios. Menem hizo entonces lo que mejor sabía hacer, lavarse las manos. Entregó a la Justicia a un par de perejiles, dejó escapar a Al Kassar del país y jamás hizo llegar el prometido reactor nuclear a Siria.
Pocos meses más tarde, explotaba la embajada israelí en Buenos Aires y daba comienzo lo que en la jerga árabe se conoce como “los tres golpes”. Es la manera en que los sirios suelen tomar venganza contra algún enemigo; a través de tres hechos que, cual mensajes, son solo entendidos por sus destinatarios.
En esos días de marzo, Al Kassar estaba de incógnito en Buenos Aires y el entonces ministro del Interior José Luis Manzano se esforzaba duramente por esconder ese hecho. Nadie debía vincular lo ocurrido con Siria ni ningún ciudadano sirio.
Dos años más tarde, llegaría el segundo atentado, esta vez en la sede de la AMIA. Cuando ocurrió, Menem llamó a su hija Zulemita y con voz preocupada le preguntó si estaba bien. ¿Por qué lo hizo? ¿Esperaba acaso un atentado contra alguno de sus hijos?
Como sea, lo que vino después fue más de lo mismo: desinformación y ocultamiento de hechos y pruebas. Por caso, se inventó la existencia de una fantasmal camioneta bomba —que jamás vio ninguno de los 200 testigos del hecho— y se taparon los nombres de los que aparecían como posibles responsables del hecho. Dos de ellos fueron Nassif Hadad, dueño del volquete donde realmente estuvo la bomba; y Alfredo Yabrán, titular de la empresa de limpieza que la noche anterior había estado en la AMIA. Ambos, casualidad o no, eran sirios y Menem había dado una orden directa: no investigar a ningún ciudadano de esa nacionalidad.
Matar a un ruiseñor
Cuando llegó el tercer mensaje, Menem entendió que ya no había duda alguna de que él era el destinatario. Ocurrió un año después de que explotara la mutual israelí, el 15 de marzo de 1995, cuando cayó el helicóptero en el que viajaba su hijo. En ese mismo instante, se cumplía el vaticinio de la carta que había llegado a Corach.
Hay que destacar que, según dos peritajes independientes, la caída de la aeronave se debió a los impactos de bala que recibió en vuelo por parte de fusiles Fal calibre 7,62. Por caso, hay fotos y videos del momento que muestran a las claras esos “agujeros”.
A la hora de indagar al respecto, mucho más no pudo hacerse, ya que el helicóptero fue vendido el mismo día en que se desplomó a un chatarrero que se encargó de desguazarlo y hacerlo desaparecer. Fue una imperdonable irregularidad, ya que se trataba de un elemento de prueba en el marco de la investigación de la muerte del hijo de un Presidente de la Nación en ejercicio.
Sin embargo, no fue la única irregularidad. De lo mucho que podría mencionarse, se destacan tres puntos:
-Más de la mitad de los custodios de Carlitos Menem decidieron no acompañarlo esa mañana excusándose en cuestiones de lo más insólitas, como dolores de cabeza o problemas familiares.
-Los pocos custodios que fueron con él, lo abandonaron 20 Km antes de que cayera el helicóptero, aduciendo haber pinchado una goma, lo cual se demostró falso posteriormente. Asimismo, aseguraron que necesitaban cambiar los cascos con los que competiría Carlitos, de un auto al otro, pero esos elementos de competición estaban en la aeronave que manejaba el vástago presidencial.
-Catorce testigos que, de una manera u otra, alimentaron la hipótesis del atentado, fueron asesinados uno tras otro. Podría suponerse una casualidad, pero nada le ocurrió a los que sostuvieron que se trató de un accidente.
Testigos en peligro
En total, fueron 15 los testigos de la muerte de Menem Jr. que murieron en extrañas circunstancias. Algunos de ellos fueron los siguientes:
-Lorenzo Epifanio Siri: era cuidador del campo de la familia Sívori, donde cayó el helicóptero. “(Siri) me contó que previo a la caída del helicóptero percibió tres explosiones y en seguida le pareció como que se le venía encima”, asegura Adrián Laprida que le confesó el cuidador del campo poco tiempo antes de morir.
La misma persona asegura que Siri le había dicho que “vio un montón de cosas desparramadas (…) Que entre esas cosas había una valija, sobres como de azúcar y dinero suelto. Que inmediatamente se le acercaron unas personas y le dijeron: ‘viejito, vos te mandás a mudar de acá porque sos boleta. Vos no viste nada’”.
Era demasiado tarde. El 18 de abril de 1995, Lorenzo Siri iba a encontrar su propia muerte atropellado por un auto Fiat 147, tan sólo a 500 metros de donde había caído la aeronave.
–Miguel Luckow: Perito designado por la Fuerza Aérea y primero en llegar adonde estaba el helicóptero. Le aseguró a fiscal de la causa, Amalia Sívori que “por lo que pude ver, esto no se trató de un accidente”.
Pocos días después de asegurarle a la Fiscal Sívori que para él el desplome del helicóptero no había sido producto de un accidente —el 26 de septiembre de ese mismo año—, Miguel Luckow fue asesinado a balazos en la puerta de su casa cuando estaba por ingresar con el auto en el garaje. El sumario policial indica homicidio y robo, pero a Luckow ni siquiera le robaron la billetera. La causa tramita en el Juzgado en lo Penal Nº 4 de San Isidro bajo el número 36.987.
En extraña coincidencia, el hombre que lo mató, Angel Daniel Antakle, fue muerto dos días después —el 28/09/95— sin poder llegar a brindar testimonio.
“Le hacían la vida imposible. Cuando tenía que ir a la sede de la J.I.A.A.C. para realizar su trabajo, los coches que pasaban a buscarlo llegaban siempre tarde”, confiesa hoy alguien que gozó de la confianza de Luckow.
Poco tiempo después fallecería también en extrañas circunstancias quien fuera su ayudante, el perito Félix Bonachera.
–Héctor Bassino: Comisario general de la Policía Bonaerense. Fue enviado al lugar del siniestro por el entonces jefe policial Pedro Klodczyk. Bassino, hombre de su riñón, se desempeñaba como jefe de la División Helicópteros de la fuerza y fue el primero en revisar el Bell de Carlos Menem Junior.
Quienes conocían a Bassino, aseguran que sabía mucho sobre la causa, más de lo que había declarado oficialmente. Eso le costó la vida dos años y tres meses después, en el marco de un frustrado intento de asalto en Bernal.
A pesar de que los testigos del hecho han coincidido en que al policía le dispararon “al pasar” y sin mediar palabra alguna, el juez que entendió en la causa, Jorge Falcón, la caratuló como «abuso de arma, lesiones graves y presunto intento de robo».
–Hugo Sánchez Trotta: Preso. Envió sendas cartas certificadas al entonces Presidente Menem y a Zulema Yoma asegurando tener sobrada información sobre algunos puntos de la muerte de Carlos Menem Junior y prometiendo ir a declarar al juzgado a aportar información sobre el destino de la valija con dinero e información que había en el helicóptero y sobre las investigaciones que Carlos Menem Jr. llevaba sobre temas de narcotráfico. Lo único que quería era recuperar su libertad para declarar sin miedo.
Dos días después de salir de prisión y antes de poder decir nada, fue acribillado a balazos por la policía. El sumario posterior habla de “atentado y resistencia a la autoridad seguida de muerte”.
Al no poder entrevistar a Hugo Sánchez Trotta, el Juez de la causa —Villafuerte Ruzo— citó a su hermano, Antonio Emilio, quien el 25 de febrero de 1997 declaró que lo poco que sabía era a través de su hermano fallecido. Que creía “que a Carlitos lo mataron por que molestaba al narcotráfico (…) y lo dejaron morir como a un perro”. A poco de declarar y al igual que su hermano, Antonio Sánchez Trotta también fue asesinado.
–José Luis Mancini: Perito de la División Balística y Criminalística de la Gendarmería Nacional. En Junio de 1997 dio a conocer públicamente el documento que mostraba las conclusiones a las que habían arribado los técnicos y que aseguraban de manera rotunda que existían perforaciones, deformaciones e irregularidades atribuibles a impactos de proyectiles de armas de fuego en cinco lugares diferentes del helicóptero Bell en el que viajaban Carlos Menem Junior y su amigo Silvio Oltra.
Días antes, Mancini había recibido presiones por parte de gente del Poder. “No te olvides que algún integrante de tu familia puede sufrir un accidente…”, le advirtieron por teléfono, al tiempo que le sugerían hacer desaparecer los restos del helicóptero sobre los que se iba a proceder a hacer el peritaje de marras. No aceptó.
Once días después, su hermano Emilio Eduardo, fue abordado por cuatro hombres en una esquina de Villa Centenario, en Lomas de Zamora. Uno le disparó a quemarropa a la altura del cuello y la bala que fue a dar a la espina dorsal lo dejó casi paralítico. Huyeron sin robarle nada. Luego de ser operado el 16 de julio de 1997 —una de las balas se alojó en su cabeza—, Emilio falleció.
–Jorge Artoni: ex secretario de Andrés Antonieti, secretario de Seguridad. Aseguró haber escuchado a su jefe hablar de la tercera pasajera que iba en el helicóptero de Carlitos. Denunció que a la misma la habían hecho pasar obviando el pasaje por la aduana a pedido de Menem Junior unos 15 o 20 días antes de que cayera el helicóptero.
El 2 de junio de 1997 recibió una balacera en la puerta de su casa, lo que produjo que fuera internado en completo estado de shock. Días antes le aseguraron por teléfono: «Vas a ser boleta».
–Hugo Raúl Bocolino: Camionero. Le aseguró a su esposa Beatriz que había sido testigo involuntario de cómo disparaban contra el helicóptero de Menem Junior.
El siguiente jueves, un día antes de la supuesta llegada del chofer a su hogar, Beatríz iba a recibir el peor llamado de su vida: su marido había aparecido con tiro en la cara. Poco después se iba a enterar de que habían querido armar una causa judicial diciendo que Hugo, su cónyuge, se había suicidado.
-Carlos Santander: Asaltante. Aseguró tener filmaciones de la caída de la aeronave. Fue muerto días después en un tiroteo.
–Dr. Pedro Martínez: Médico de San Nicolás. Fue asesinado a cuchilladas pocos meses después de la caída del helicóptero. Tenía uno de sus consultorios en la ciudad de Ramallo y fue el primer médico en llegar al lugar del siniestro.
-Rodolfo Cortese: Fue quien le acercó el cassette a Zulema Yoma donde se escuchan los gritos de Carlos Menem Junior antes de impactar contra el maizal. Cortese falleció de manera extraña y fue inmediatamente cremado sin autorización de su familia.
La confesión en el living de Susana
Carlos Menem pagó cara su traición a los sirios y jamás pudo reponerse por ello. Hay que recordar que en un primer momento intentó negar lo ocurrido, asegurando que su hijo había muerto por causa de un “lamentable accidente”; pero cuando promediaba su gobierno, en 1999, se atrevió a decir lo que antes no se había animado: que su hijo había sido asesinado.
El lugar elegido para confesarlo fue el living de Susana Giménez. “En el fuselaje del helicóptero había impactos de bala, no hay duda de que mataron a mi hijo”, dijo en esa ocasión.
A pesar del cambio de discurso, desde ese día hasta la jornada de hoy, la verdad sigue sin poder imponerse al silencio.