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A 15 años del ahorcamiento de Saddam Hussein, Irak sigue sumido en la inestabilidad


Hussein había sido capturado por las tropas estadounidenses que habían invadido Irak tras los atentados del 11 de septiembre de 2001 (11S), bajo el argumento de que ese país almacenaba armas de destrucción masiva que nunca fueron encontradas

«Alahu Akbar (Dios es el más grande)», afirmó el ex dictador iraquí Saddam Hussein poco antes de ser ahorcado hace 15 años, el 30 de diciembre de 2006, tras ser hallado culpable de la muerte de 148 personas en 1982, en su mayoría chiitas, en el pueblo de Dujail, al norte de Bagdad, la capital iraquí.

Hussein había sido capturado por las tropas estadounidenses que habían invadido Irak tras los atentados del 11 de septiembre de 2001 (11S), bajo el argumento de que ese país almacenaba armas de destrucción masiva que nunca fueron encontradas.

La pena capital contra el líder iraquí, de 69 años, desató la alegría de la comunidad chiita, mayoritaria en Irak, y de los kurdos, oprimidos durante la presidencia de Hussein, entre 1979 y 2003.

Pero también puso en evidencia el resentimiento que existía en el país hacia los árabes sunnitas que habían respaldado al ex autócrata, del partido socialista Baaz.

«El tribunal ha decidido sentenciar a Saddam Hussein al Majid a morir en la horca por crímenes contra la humanidad», dijo el juez Rauf Abdelrrahman, tras un juicio de 11 meses en el que se lo responsabilizó por tortura, la deportación y el asesinato de 148 chiitas, ocurrido el 8 de julio de 1982 en Dujail.

De esa manera, Hussein se había vengado de un frustrado atentado contra su persona, orquestado por el partido chiita Dawa, según informes de prensa.

El magistrado, de origen kurdo, rechazó la solicitud previa del exdictador iraquí de ser ejecutado por un escuadrón militar y, por otra parte, condenó a muerte a Barzan al Takriti, medio hermano de Hussein y jefe de su policía secreta, y del entonces magistrado supremo Awad al Bander.

El otrora hombre fuerte de Irak, que sostenía en una mano un ejemplar del Corán, libro sagrado de los musulmanes, no tuvo ningún gesto de arrepentimiento al conocer la sentencia.

Y antes de morir ahorcado, expresó: «¡Alahu Akbar!» y «¡Larga vida a Irak!».

Hussein fue aliado de Estados Unidos en la guerra que Irak sostuvo contra Irán, entre 1980 y 1988, pero su buena fortuna cayó abruptamente cuando el líder iraquí invadió Kuwait, del 2 al 4 de agosto de 1990.

La invasión del pequeño emirato fue condenada por el Gobierno del expresidente estadounidense George H. W. Bush, y todas las potencias mundiales de aquellos años, entre ellas la ex Unión Soviética de Mijail Gorbachov.

Así, Estados Unidos y sus principales aliados, lanzaron la «Operación Tormenta del Desierto» para liberar a Kuwait, tras lo cual los iraquíes fueron derrotados militarmente, pero antes de retirarse de dicho territorio incendiaron los pozos petroleros kuwaitíes.

Después de los atentados del 11 de septiembre de 2001 contra Estados Unidos, atribuidos por la Casa Blanca a la red islamista saudita Al Qaeda, el presidente George W. Bush, hijo de H.W. Bush, invadió Afganistán e Irak.

El 13 de diciembre de 2003, Hussein fue capturado sin resistencia por tropas estadounidense, cuando se encontraba escondido a 30 kilómetros de su ciudad natal, Tikrit, tras ofrecer Washington una recompensa de 25 millones de dólares por conocer cualquier información que llevara a su arresto o muerte.

Barbado, mucho más avejentado, el ex dictador iraquí estaba escondido en una choza, donde había sido cavado un agujero en la tierra, de entre 1,80 y 2,40 metros de profundidad, disfrazado con ladrillos y arena.

Cinco años después, a principios de diciembre de 2008, durante una entrevista con la cadena estadounidense ABC. News, el ex presidente Bush admitió que uno de los mayores errores de su Gobierno fue creer que había armas de destrucción masiva en Irak.

Hoy, las tropas estadounidenses ya no ejecutan misiones de combate en Irak, según un acuerdo firmado en julio entre el Gobierno del presidente Joe Biden y el primer ministro iraquí, Mustafa al-Kadhimi; pero el país sigue sumido en la inestabilidad, con atentados y luchas religiosas y políticas.