Análisis
Opinión

Opinión: «El gobierno en crisis: tormenta en todos los frentes»


Por Diego Añaños - CLG

Por Diego Añaños – CLG

Decíamos a comienzos de enero de este año que el gobierno había cerrado el 2024 a toda orquesta. Festejando la fuerte baja de la inflación, el superávit fiscal y un riesgo país en franco retroceso. Además, todo esto se daba en un contexto de recuperación del apoyo popular, que amagó flaquear a comienzos de la segunda mitad del año pasado, y una aprobación de la gestión de por lo menos una sólida mitad de la población argentina. En aquel momento dijimos que los fundamentos no eran sólidos, y que no estaban dadas las condiciones para festejar. Está claro que nadie hubiera imaginado que el 2025 traería una cadena de contratiempos que dejarían al gobierno virtualmente inmovilizado. Sin embargo, así fue. Escándalos de corrupción (Libra, valijas, medicamentos, etc), reversión de los apoyos financieros globales, la disparada del riesgo país y una lenta pero inexorable caída de la imagen del presidente y su gestión, marcaron la agenda pública de este año. Tan profunda fue la crisis, que una fuerza política que sostenía que pedir el auxilio del FMI era la confesión del fracaso, terminó recurriendo al organismo para juntar los dólares necesarios para sostener el tipo de cambio hasta las elecciones de medio término.

Efectivamente, el gobierno no está en control desde hace un tiempo, al menos en dos sentidos. En primer lugar, porque un acuerdo de Facilidades Extendidas como el que se firmó, entrega el manejo de la política macro económica a los funcionarios del Fondo. En segundo lugar, porque todas las decisiones de política monetaria que viene tomando, son meramente reactivas y sólo operan como parches sobre parches para resolver cuestiones de corto plazo. La fuerte suba de los encajes bancarios, y la validación de tasas de interés obscenamente altas son muestras claras de la desesperación del equipo económico por contener una crisis que ya está declarada. Lo que falta determinar es cuáles serán los efectos de mediano y largo plazo de estas medidas. Por lo pronto, a ningún analista escapa el hecho de que el precio que estamos pagando por la estabilidad cambiaria es incompatible con el crecimiento económico. Ni hablar del desarrollo, por supuesto. Desde el gobierno, el ministro de Economía, Luis Caputo, sostiene que son decisiones meramente coyunturales. El planteo es que se van a revertir luego de la victoria oficialista de octubre, algo de lo que, al parecer, el Toto no duda.

La pregunta es, si es tan evidente de que La Libertad Avanza va a arrasar en las legislativas dentro de dos meses: a qué le tienen miedo los mercados? De dónde provendría el Riesgo Kuka? Nuevamente, gobiernan hace más de un año y medio, además aseguran que van a ganar las elecciones: dónde estaría el peligro? La única respuesta razonable en este contexto es que el verdadero riesgo son ellos mismos. Sería interesante escuchar la respuesta de Manuel Adorni, pero está desaparecido, tanto de las conferencias de prensa, como de las redes sociales y de su programa de streaming. En su única aparición de la semana sólo leyó un comunicado y no respondió preguntas. Parece que el vocero ha perdido buena parte de la magia que lo acompañó hasta hace pocas semanas. Se acabaron las palizas públicas a los periodistas y las contestaciones sobradoras. Todo hace pensar que se quedó sin nafta. El único que ensaya una defensa relativamente sólida de la gestión es el Jefe de Gabinete, Guillermo Francos, un conspicuo representante de la más rancia casta. Evidentemente, en un proceso político donde todo pareciera ser novedad, parece que lo viejo funciona.

Está claro que el paso del tiempo y el peso de la gestión han ido carcomiendo progresivamente la pureza de los postulados oficialistas. Más que La Libertad Avanza, debería llamarse La Libertad Cambia. No sólo no hay dolarización, ni eliminación del Banco Central, ni desregulación económica, ni eliminación de los controles cambiarios, sino que ahora también se convive con los corruptos. El martes escuchábamos un audio del presidente en el que decía claramente: “cada vez que hubo una sospecha/sombra de corrupción sobre algún miembro del gobierno, fue eyectado absolutamente”. Claro, la cuestión es que ahora le tocaría el tuerno de la eyección a su hermana, y eso es imposible. Como dijo Carlos Pagni en su editorial del lunes, Milei está en una encerrona, dado que esta crisis no tiene fusible. Porque si hay algo que nadie discute es que no hay modo de pensar a Javier sin El Jefe. Algunas versiones especulaban con que el gobierno eventualmente entregaría a Lule Menem para salvar a Karina, pero por ahora silencio stampa. El tema, como bien lo plantea Javier Calvo en un artículo en Perfil del miércoles, es que esta decisión involucraría la aceptación tácita de que lo que dice Spagnuolo es verdad. La otra cuestión, que deberíamos sumar, es que esto lleva implícitamente la red de corrupción a las orillas mismas del área de influencia de la hermanísima, ya que Lule Menem es su mano derecha. Es decir, si aplicamos la doctrina que se le impuso a Cristina en la causa Vialidad, tendríamos que decir que es imposible que Karina no supiera lo que hacía Lule Menem. En resumen: si el oficialismo no hace nada tiene un problema serio, pero tiene que analizar muy cuidadosamente lo que hace, porque podría empeorar las cosas.

Para ir cerrando. Es indudable que en el gobierno todos están muy nerviosos. En el acto de La Libertad Avanza de Junín, que tuvo lugar el miércoles pasado, tanto el presidente como su hermana cometieron dos furcios, dos errores no forzados, propios del stress que cargan sobre sus hombros. El presidente aseguró que los kirchneristas están nerviosos: “porque les estamos afanando los choreos”. Un fallido imperdonable para algunos, una trampa del inconsciente para otros. Pero el episodio más gracioso lo protagonizó Karina cuando agradeció diciendo: “gracias por poner todo lo que hay que poner”. No tengo pruebas, pero no me sorprendería que más de uno haya pensado: “Faltaba más, fue un gusto colaborar con el 3%”.