El presente no es el mejor y el futuro no pinta bien para un sistema de transporte cada día más jaqueado
Viajar en tren desde Rosario a Buenos Aires se volvió un suplicio. Lo que debería ser un trayecto de seis horas se estira a siete u ocho, con demoras que superan las tres horas y cancelaciones sin previo aviso. La falta de locomotoras, las obras inconclusas y la falta de comunicación de Trenes Argentinos generan incertidumbre y enojo entre los pasajeros, que ya no encuentran en el ferrocarril una alternativa confiable frente al ómnibus.
El último caso ocurrió este martes 26 de agosto: el tren partió con más de tres horas de demora. Días atrás, otra formación había tardado casi ocho horas en llegar a Retiro, un tiempo mayor al de un viaje en colectivo ida y vuelta por autopista. “No es confiable porque no cumplen con la previsibilidad que requiere el sistema”, advirtió Rolando Maggi, referente de la ONG Amigos del Riel.
A las demoras se suman las cancelaciones del tren El Cordobés que une Córdoba–Rosario–Retiro. El fin de semana pasado una formación quedó varada en Roldán durante ocho horas. Y varias frecuencias hacia Buenos Aires y Córdoba quedaron suspendidas por falta de locomotoras.
Un servicio sin rumbo
Desde diciembre de 2023, los pasajeros denuncian que no existen canales de comunicación claros con la empresa. “Antes, cuando te quedabas varado, disponían de móviles para llevarte a destino. Hoy no hay respuestas”, explicó Maggi en declaraciones a La Capital.
El panorama se agrava porque el gobierno nacional decidió relegar las obras de envergadura para modernizar el corredor Rosario–Retiro, limitándose a “tareas menores” por la emergencia ferroviaria. En mayo, además, se eliminó el servicio expreso que tardaba menos de seis horas.
El deterioro del tren Rosarino es notorio si se compara con el entusiasmo de 2015, cuando volvió a funcionar con coches y locomotoras nuevas importadas de China y un plan que prometía hasta siete frecuencias diarias. Hoy, apenas se sostiene un servicio diario que, con suerte, tarda seis horas y media en unir ambas ciudades.
Mientras tanto, los pasajeros de Rosario y de las localidades intermedias —que dependen aún más del tren porque no cuentan con conexión por autopista— ven cómo un servicio clave para la región se hunde entre la desinversión, el ajuste y la falta de planificación.
